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El primero de la lista

Hace 50 años el país se conmocionó con un delito hasta entonces impensable en Colombia: el secuestro. La víctima fue un niño.

28 de marzo de 2004

El 6 de marzo de 1954 Colombia quedó horrorizada. Había ocurrido un secuestro. El pequeño Nicolás Saade, un niño de 5 años, jugaba en el andén de su casa en el elegante sector de El Prado, en Barranquilla, cuando un sujeto se le acercó a su niñera y le pidió que le entregara una carta a su padre, el cónsul del Líbano Nicolás Saade. Cuando ella recibió la misiva y dio media vuelta, el hombre agarró al niño, lo metió a un automóvil Kaiser verde y emprendió la huida.

Colombia no daba crédito a lo ocurrido. Aunque el país vivía el horror de 'La Violencia', nadie hubiera imaginado que alguien se llevara a una persona indefensa para convertirla en mercancía.

El estupor creció ante lo que divulgó el diario El Heraldo. Los captores exigían en una carta un exorbitante rescate de 200.000 mil pesos, o de lo contrario asesinarían al menor. El rescate era sencillo: "Dejen caer el dinero en la calle 87 carrera 46", un sector de la ciudad medio despoblado. Las familias de las colonias palestina, siria y libanesa reunieron el dinero. Entre tanto la Policía, el Ejército y los servicios secretos desplegaron un cerco por la ciudad. "El trabajo fue inmediato", comentó el jefe de Policía, mayor Pedro Jiménez Fandiño. Se bloquearon las entradas y las salidas de Barranquilla con más de 150 agentes, algunos incluso vestidos de mujer.

Desde Bogotá el general Gustavo Rojas Pinilla, el presidente de facto, ordenó que varios detectives se desplazaran hasta Barranquilla en un avión militar Douglas C-47 de la Fuerza Aérea.

En la crónica judicial el mayor Fandiño relató que "había que cumplir al pie de la letra esas instrucciones. Un cambio hubiera sido fatal. Estudiar ciertos aspectos emotivos, sicológicos de la carta. Había sido escrita en tinta azul por una persona que tiene alguna cultura. No había en ella borrones y el plano de Barranquilla, con líneas punteadas y trazadas nos iba indicando por qué había que hacer tres recorridos por calles y avenidas antes de llegar al lugar donde a 20 minutos de la casa del señor Saade debían dejar caer el dinero".

La cita era a las 7 de la noche del 6 de marzo de 1954. Unos 100 curiosos fueron hasta la casa de los esposos Saade para verlos salir con el maletín en donde creían que iba el dinero. En realidad iba repleto de papeles y ladrillos, tal como lo aconsejaron las autoridades.

Entre tanto, en la maleza los detectives esperaban desesperados. Tenían identificada la casa en la que debía ser entregado el rescate, pero nada se movía. Pensaron que el plan había fallado. Por fin el secuestrador y dos sujetos más aparecieron en la puerta de la casucha donde esperaban el botín. Uno de ellos prendió un cigarrillo.

En cuestión de minutos los detectives capturaron a Alfonso Echeona, un reconocido asaltante de bancos y joyerías. El mismo hombre llevó a la Policía a donde tenían a Nicolás. Echeona pidió que le respetaran la vida, pero en un episodio confuso fue dado de baja. Algunas versiones explicaron que podría haberse tratado de la entonces popular 'ley de fuga'.

El reconocimiento del cadáver por la niñera y el jardinero de la familia Saade fue todo un acontecimiento. En la radio se daban boletines especiales con los últimos reportes de la investigación que adelantaba el juez Enrique Sánchez Millán. En las pesquisas fueron capturados Sixto Echávez, un sujeto con antecedentes judiciales, Blanca Rosa Correa, amante de Echeona y el tío de Nicolás, Fuad Saade, a quien su propio hermano sindicó como el cerebro del secuestro. Mientras, la familia Saade recompensó a los agentes que ayudaron en la liberación de su hijo con 13.000 pesos, y dos de ellos fueron ascendidos por decisión del gobierno. Esa noche los colombianos se fueron a dormir inquietos porque si bien el secuestro del niño apenas duró 11 horas y media, el país había sido testigo de un delito jamás visto. Nadie imaginaba que en la última década del siglo el secuestro se convertiría en una plaga de 3.000 casos al año.

La vida de los Saade nunca volvió a ser igual. A los tres meses el cónsul y su familia viajaron a Libia, mientras que a Fuad le tomó 17 meses demostrar su inocencia. Nicolasito -como se le conocía por su odisea- a sus 54 años vive hoy en Damasco, Siria, y sólo regresó a Barranquilla a mediados de los 70. Su padre y su tío nunca se reconciliaron. En el alegato del abogado defensor, Hernán Isais señaló que a pesar de que el juez lo liberara de toda culpa, Fuad "siempre cargaría una cruz en la frente de ser el posible secuestrador de su propio sobrino". El primero de la lista.