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El pulso

Con el secuestro de congresistas Carlos Castaño busca impedir el canje entre gobierno y Farc.

27 de noviembre de 2000

Manuel Marulanda Velez se levantó de buen humor el pasado jueves 26 de octubre. Bromeó con sus hombres más cercanos, asistió a la reunión con la que se reanudaban los diálogos y hasta ofreció una rueda de prensa al estilo de los mandatarios estadounidenses: luz diáfana, preguntas ordenadas y periodistas en la distancia para no incomodarlo con sus micrófonos.

En la charla se mostró esperanzado de volver a reunirse con el presidente Andrés Pastrana. “El recibiendo a los soldados y nosotros recibiendo a los nuestros”. Es decir, cuando la ley de canje se haga realidad. Al día siguiente dijo que las conversaciones pintaban tan bien que este viernes 3 de noviembre se realizaría la primera reunión oficial entre las partes para tratar el tema.

El entusiasmo creado era tan alto que ni siquiera disminuyó con otro suceso de extrema gravedad y que seguramente tendrá consecuencias directas en el proceso de paz: el secuestro de congresistas, algunos de los cuales, según la Defensoría del Pueblo, al cierre de esta edición, estaban en manos de Carlos Castaño. Entre la media docena de parlamentarios secuestrados está la representante a la Cámara por Córdoba, Zulema Jattin, quien forma parte de la Comisión del Canje, razón por la cual en varias oportunidades se ha reunido con la cúpula de las Farc. El mensaje del máximo dirigente de las Autodefensas Unidas de Colombia es directo: aquí no se va a hablar de canje sin su participación. Su postura no es nueva. Castaño lo había advertido en una carta abierta al presidente Pastrana el pasado 18 de octubre cuando le escribió: “Vemos con preocupación el apoyo del gobierno a la aprobación de una ley de ‘Intercambio Humanitario’ que en la realidad representa un vergonzoso trueque de soldados y policías secuestrados por terroristas de las Farc capturados”.

De las palabras Castaño pasó a los hechos. Aunque esta vez puso un tope más alto porque no secuestró a anónimos policías y soldados sino a dirigentes políticos ampliamente reconocidos en sus departamentos. Alumno aventajado de Pablo Escobar, Castaño seguramente pretende poner al gobierno contra la pared tal como lo hizo el narcotraficante para negociar la extradición en tiempos de la redacción de la Constitución Nacional: el secuestro a cuentagotas de personalidades.

Su táctica empezó a darle resultados pues en el Congreso ya hay voces encontradas entre los que piden ponerle un punto a los diálogos de paz y entre quienes piden suspender las sesiones legislativas hasta que sus colegas sean liberados.

Es decir, no son buenas las noticias pese a que desde el Caguán se hiciera a un lado el caso del aeropirata Arnubio Ramos Erbus y las Farc se mostraran tan abiertas que incluso le extendieron una invitación al general Fernando Tapias, comandante general de las Fuerzas Militares, hecho impensable hace unos meses.

Con este escenario, las irónicas palabras de Marulanda Vélez pronunciadas el pasado jueves pueden convertirse en una aún más dolorosa y larga realidad. “¿Qué les piden a los 500 soldados y policías en poder de ustedes?”, se le preguntó.

Que sufran con paciencia, respondio.