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El retorno del Santismo

El nuevo estatus de Juan Manuel Santos representa puntaje para él, pero problemas para El Tiempo.

13 de septiembre de 1993

PARADOJICAMENTE, DE TOdo lo que sucedió en relación con la elección de Juan Manuel Santos a la Designatura la semana pasada, lo único que no tiene ninguna importancia es el cargo. Además de que se había convertido en una distinción simbólica, ésta va a dejar de existir en menos de un año cuando sea reemplazada por la vicepresidencia. Se podría alegar entonces, que la importancia de su llegada a la Designatura radica en el hecho de que es la primera vez que una persona sin antecedentes de ninguna clase en política y relativamente desconocida a nivel nacional llega a esa distinción en apenas dos años de vida pública. Esto tampoco es cierto. Humberto de la Calle, el último designado, era mas desconocido que Juan Manuel Santos y llegó más rápido. El antecesor de De la Calle había sido Luis Fernando Jaramillo, cuyo caso había sido igual.
Si esto es así, ¿por qué, entonces, muchos están diciendo que la elección de Juan Manuel Santos es un hecho de trascendencia nacional? Por una sencilla razón. Porque en el fondo, detrás de la victoria del Ministro de Comercio Exterior sobre el Ministro de Comunicaciones está, ni más ni menos, que el retorno del Santismo.
Durante medio siglo, con Eduardo Santos vivo, los colombianos conocieron un estilo y una fuerza política que se denominó Santismo. Era la combinaeión del poder de la prensa con el poder político. En un país que no tenía ni radio, ni televisión, ni grupos económicos, ni Congreso rebelde, la combinación de estos dos factores representaba un poder prácticamente omnímodo. Tras la muerte del ex presidente, de los dos poderes apenas quedó uno: el periodístico. Pero este era suficientemente grande para que durante mucho tiempo algunos consideraran el cargo de director de El Tiempo como uno de los más importantes del país. Así transcurrió toda una generación hasta que surgió de nuevo un Santos que considera que en Colombia todavía hay un cargo mejor que la dirección del periódico: la Presidencia de la República.
Si bien Juan Manuel Santos tenía esto claro desde hace tiempo, sus aspiraciones, más que una realidad política, podían ser consideradas una fantasía personal. Ser nombrado ministro per se, no abre las puertas de la política en Colombia. Ser elegido designado tampoco, pues éste es más un honor simbólico que un escalón clave en una carrera política. Si Gaviria le hubiera hecho el tradicional guiño a Juan Manuel Santos su designatura hubiera tenido la misma trascendencia que la de cualquiera de sus antecesores.
Pero a Juan Manuel Santos, que es un hombre con estrella, se le apareció la Virgen. Y en este caso la Virgen estaba encarnada en la persona de William Jaramillo. El Ministro de Comunicaciones, veterano parlamentario, viejo zorro de la política, venía de las entrañas del Congreso. Durante un cuarto de siglo había sido uno de sus principales exponentes y mantenía con sus colegas lazos de amistad y aprecio. Su aspiración a la Designatura convirtió lo que iba a ser una simple bendición presidencial en un mano a mano politico del más alto nivel. El episodio no sólo enfrentó a dos ministros del gabinete, sino que produjo una alineación de prácticamente todas las fuerzas que forman la estructura del poder en Colombia en la actualidad: grupos económicos, medios de comunicación, ex presidentes de la República y bloques regionales, entre otros. Con todos estos participantes en la feria el desenlace adquirió dimensión política. Y dimensión política era precisamente lo que no tenía Santos.
EL TECNOCRATA
Juan Manuel Santos siempre ha contado con un reconocimiento intelectual y social. Pero ninguno de estos otorga legitimidad política. Su nombramiento en el Ministerio de Comercio Exterior fue en calidad de tecnócrata. Allí su imagen siempre ha sido buena. Ha tenido la fortuna de no sufrir el desgaste de la crítica y la oposición a que han sido sometidos muchos de sus colegas. Fuera de la fulminante plumilla de Osuna en El Espectador, el suyo ha sido un camino de rosas. Su ascenso a la Designatura sin pelea hubiera sido percibido en este contexto.
Pero con contendor todo cambió. Según el ex parlamentario y actual embajador ante las Naciones Unidas en Suiza, Eduardo Mestre, "Santos tenía fodas las razones para perder la Designatura en una medición de fuerzas parlamentarias contra William Jaramillo". Con esto se refiere a la resistencia que podría despertar en el Congreso un "niño bien" bogotano, con periódico detrás, que nunca ha luchado por un voto ni se ha dejado contar. Todo parlamentario de provincia que, en la búsqueda de su elección, ha comido sancocho y polvo de carretera de pueblo en pueblo, que ha pronunciado infinidad de discursos que nadie registra y que ha pedido infinidad de puestos que no le han dado, no siente una gran debilidad frente a los opinadores de eseritorio. Mestre considera que "el hecho de que Santos haya neutralizado todos estos factores negativos es la mejor muestra de su calibre político".
La aceptación de Santos por parte del Congreso obedece a que es uno de los pocos personajes nacionales que hace sentir importante a la clase política en momentos en que la mayoría de los candidatos tratan a toda costa de no dejarse identificar con ésta.
El senador Fernando Botero, quien fue compañero de estudios de Santos en Harvard y lo conoce como pocos, afirma que "la característica que más admiro en Santos es su tenacidad y su disciplina. Tiene sus metas trazadas desde la adolescencia y con gran perseverancia las ha ido alcanzando una a una ".
Todos los que lo han tratado de cerca coinciden con la descripción que hace Botero de la personalidad del nuevo designado. Su propia madre afirma que desde los 20 años ya echaba discursos en voz alta en la ducha y que lo que le interesaba realmente era la política. Su carrera académica (dos masters), y su carrera profesional (cafetero y periodista) no eran más que peldaños para el lanzamiento. Y según Germán Santamaría, su asesor de comunicaciones en el ministerio, cuando se retiró de El Tiempo quemó las naves con el periodismo. "El no va a volver al periódico, su carrera política está en un punto de no retorno "
LA VIDA PUBLICA
El Ministerio de Comercio Exterior fue su debut en la vida pública. Su desempeño ha sido exitoso. Según el presidente de Analdex, Jorge Ramírez Ocampo, "la gestión en términos generales es excelente, pero su principal logro ha sido la consolidación de las relaciones comerciales de Colombia con Venezuela y Ecuador". Crear un ministerio nuevo es un arma de doble filo.Por un lado tiene la ventaja de que al arranear de cero no hay términos de comparación y todo lo que se hace es un logro. Por otro lado, como el comercio exterior no tenía ministerio propio y varias entidades tenían injerencia en la materia, la delimitación de linderos lo ha expuesto a fricciones y, en algunos casos, a enfrentamientos, con algunos de sus colegas. Con el ministerio con que más forcejeos ha tenido es con el de Desarrollo que en el pasado era el mayor responsable del comercio exterior. El actual jefe de esa cartera, Luis Alberto Moreno, sobre este aspecto comenta graciosamente: "El Ministerio de Comercio Exterior es hijo del Ministerio de Desarrollo. Pero a Juan Manuel no le gusta ser el hijo sino el papá. Yo interpreto que eso debe ser por lo que me ve tan chiquito" .
Esa misma pelea por el espacio lo ha llevado a algo que en Colombia todo el mundo consideraba imposible: enfrentarse con Noemí Sanín. La ministra con su tradicional diplomacia minimiza lo anterior, al afirmar que "es apenas el resultado normal del nacimiento de una entidad que surge de recoger funciones que estaban dispersas en el sector público. Yo le admiro a Juan Manuel la franqueza con que siempre ha planteado su posición ".
Pero si Juan Manuel Santos no descuida en ningún momento su ministerio, tampoco descuida la política. Cultiva permanentemente los tres frentes de los cuales depende el éxito en la vida pública: los gremios, el Congreso y los medios de comunicación. En todo esto le han servido mucho sus relaciones personales. Su trato con la gente es siempre cálido pero mantiene una distancia cordial. Se proyecta invariablemente como una persona seria con dominio de los temas, que refleja mucha convicción sobre lo que dice.
Le atribuye una singular importancia al manejo de los medios de comunicación. Sobre esto Fernando Botero afirma: "El sabe que en política es más importante ser conocido que ser bueno y le trabaja 24 horas diarias a que lo conozcan ". Este trabajo se ha traducido en que en las encuestas su grado de reconocimiento ha pasado de cero a 30 por ciento en dos años. Lo cual es un resultado satisfactorio, pero al mismo tiempo demuestra que hay mucho trecho por recorrer. Sin embargo, lo que es un hecho es que su imagen ante la opinión pública ganó mucho como consecuencia de su victoria la semana pasada.
Para algunos la buena imagen del Ministro obedece no tanto a sus ejeeutorias sino al tratamiento que recibe en las páginas del periódico El Tiempo. El supuesto apoyo que recibe del diario de su familia es tema obligado entre admiradores y detractores. En realidad aunque su figuración en el periódico ha sido abundante nunca lo han apoyado editorialmente. En el propio seno de El Tiempo se han presentado serias fisuras alrededor de su partipación en política que desembocaron en un distanciamiento transitorio entre el director Hernando Santos Castillo y su hermano Enrique, el editor. Tal vez con la excepción de éste último, cuya condición de padre le impide ser neutral, nadie en El Tiempo simpatiza con la idea de un miembro de la familia en política. Juan Manuel, más que el candidato de los Santos, es el problema de los Santos. Un medio de la importancia de El Tiempo no puede darse el lujo de tener patrocinios familiares, pues la gradual despolitización del periódico en los últimos años ha sido la principal causa del enorme ascendiente del diario en la vida nacional. El Tiempo hace muchos años fue Santista. Después fue solamente liberal. Más tarde dejó de ser liberal para convertirse en frentenacionalista. Y con el final del Frente Nacional se convirtió simplemente en el símbolo del establecimiento. Volver ahora al santismo sería un retroceso enorme y el director Hernando Santos es el primero en estar decidido a evitarlo.
En todo caso lo sucedido la semana pasada tiene implicaciones de diversas clases. En términos personales para Juan Manuel Santos representa, sin duda alguna, el hito más importante de su carrera hasta ahora. Siempre había sido considerado un tecnócrata con aspiraciones políticas. Ahora pasa a ser considerado como un político con formación técnica.
En términos políticos, la discusión de los últimos días se ha centrado en el alcance de la elección. Hasta dónde llegará el nuevo designado ha sido objeto de mucha especulación. Eduardo Mestre afirma que es enemigo a la tendencia colombiana de siempre meterle fechas a la futurología presidencial, pero "lo que sí no se discute es que es el mejor comienzo al que pueda aspirar cualquier futuro candidato". Por su parte, el representante Rodrigo Garavito. uno de los hombres que más trabajó en el Congreso por la causa de Santos y a quien se le puede atribuír buena parte de la responsabilidad del triunfo, afirma: "Yo creo que Juan Manuel Santos ha pasado en la fila india del número 20 a uno de los primeros puestos".
Lo que cs seguro es que el camino de ahora en adelante no va a ser tan fácil como había sido hasta hoy. Una cosa es una aspiración hipotética que no despierta mayores envidias ni rivalidades. Otra bien diferente es una aspiraeión real enfrentada a las de otros contendores de peso pesado en un mismo cuadrilátero, donde no caben todos. El combate va a ser a 15 rounds y hasta ahora apenas ha terminado el primero. -
Seis preguntas al Designado
¿El poder para qué?
Para ejercerlo. Lo malo es cuando no se ejerce en beneficio general
¿Es usted uno de los privilegiados del país?
Recuerdo mucho que Ortega y Gasset afirmó que no había nada más difícil que llevar un apellido. Tiene toda la razón, porque a mí, por el que llevo, me ha tocado trabajar el doble y estudiar el triple.En cuanto a privilegio, lo que si he hecho siempre es aprovechar al máximo las oportunidades que me ha ofrecido la vida.
¿Cómo han sido sus relaciones con El Tiempo?
Muy diferentes a lo que la gente cree. De absoluto respeto por su independencia y a sabiendas que por decoro ellos van a asumir siempre una posición distante frente a mí. Ese es otro precio que hay que pagar por llevar el apellido Santos.
¿Se siente ranqueado para 1998?
No puedo negar que la Designatura es un empujón en mi carrera pública. Pero hablar de candidatos para el 98 es demasiado prematuro.
¿Qué significado le da usted a su elección?
Me remito a lo que afirmó Yolima Espinosa, una de mis jefes de debate: "Fue el triunfo de la juventud, la renovación y de una nueva forma de hacer política".
¿Cuál es su candidato liberal para 1994?
Voy a plagiar a un ex presidente liberal que admiro mucho: mi candidato es el que obtenga las mayorías en la consulta liberal.