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EL SUEÑO CHOCOANO

Por cuenta de un tecnicismo jurídico está a punto de llegar a su fin la carrera política de uno de los hombres más interesantes de Colombia.

3 de agosto de 1998

En 1978 los funcionarios del Icfes en Bogotá no salían de su asombro. Que un estudiante en un diminuto pueblo del Chocó llamado Andagoya hubiera obtenido el segundo puntaje más alto del país en el examen de estado parecía un imposible. Se trataba Luis Gilberto Murillo, bachiller del único colegio del pueblo, a quien la vida le cambió ese día cuando se enteró del resultado: 392 puntos sobre 400 en el Icfes. La conmoción en Andagoya fue total y de un momento a otro a Murillo le llovieron todo tipo de propuestas. Hasta el obispo de Quibdó, monseñor Posada Peláez, lo mandó a buscar para que se volviera cura. Haciendo uso de su prodigiosa inteligencia Luis Gilberto redujo sus opciones a tan solo dos becas que le habían ofrecido para estudiar en el exterior. Una de ellas a Rusia y la otra a Alemania. El problema era que la segunda cubría todos los gastos con excepción del transporte entre Quibdó y Bogotá. Como no tenía plata para el pasaje decidió irse para Rusia. Tomó un avión lleno de esperanzas y como sólo tuvo un día para estar en la capital, terminó aterrizando en Moscú antes de haber conocido a Bogotá.Inmediatamente fue enviado a Azerbayán, entonces parte de la Unión Soviética, para estudiar ruso. En un año aprendió el idioma y volvió a Moscú para ingresar a la universidad a estudiar ingeniería de minas. Pero el destino le deparaba otra sorpresa. Al poco tiempo conoció en la facultad a una estudiante rusa, Barno Khadjibaeva, y se enamoró de ella. A punta de un largo cortejo, que consistía en invitarla a comer crepés de champiñones a un café cerca de la universidad, la conquistó. Ambos hicieron estudios de especialización y finalmente se casaron a escondidas de la familia de ella, que era de origen uzbeco y no veía con buenos ojos la unión. Tuvieron un hijo y después de analizar sus posibilidades profesionales decidieron volver a Colombia.
De Moscú a Andagoya
Cuando decidieron venirse a vivir a Colombia, Luis Gilberto y su esposa lo hicieron llenos de idealismo, buscando aplicar sus conocimientos en un lugar donde faltaba todo. Khadjibaeva recuerda: "Cuando íbamos a aterrizar en Quibdó pensé que el avión se estaba cayendo. No se veía sino selva por todos lados y nunca vimos la pista hasta que de pronto aterrizó". La esposa de Luis Gilberto Murillo llegó a Andagoya, de tan solo 6.000 habitantes, sin hablar una sola palabra de español. Se consiguió una maestra chocoana para tratar de aprender el idioma a pesar de que ésta no hablara una palabra de ruso. A punta de señas y de mucho esfuerzo en menos de seis meses aprendió español. Tuvieron un segundo hijo y ella se dedicó de tiempo completo a criar a los niños mientras que Luis Gilberto entró a trabajar en la Corporación de Desarrollo Sostenible de Chocó (Codechocó). Vivieron durante un año en Andagoya, donde tuvieron que superar muchas dificultades _entre ellas el incendio de su casa en el que perdieron todas sus pertenencias_. Luis Gilberto fue promovido a director general de Codechocó y entonces se fue a vivir con su familia a la capital del departamento, Quibdó. Su labor se centró en el tema de promover la explotación minera sin alterar el medio ambiente. Allí cometió un error que lamentaría tiempo después: hacer una inversión de cinco millones de pesos para remodelar la escuelita de madera de su pueblo natal, Andagoya, donde alguna vez estudió. El objetivo era usar la escuela para organizar talleres de planeación ambiental. Según el Tribunal del Chocó, que fallaría años más tarde, este hecho se constituyó en lo que el Código Penal llama peculado técnico por destinación indebida. Remodelar una escuela no estaba dentro de sus funciones como director de Codechocó. Pero este episodio no saldría a flote sino mucho tiempo después. Gracias a sus ejecutorias en cabeza de Codechocó, Luis Gilberto fue 'descubierto' por la administración de Antanas Mockus, quien le ofreció ocupar el cargo de subdirector del Dama en Bogotá. Allí se desempeñó exitosamente durante dos años, hasta 1996, cuando recibió una oferta que no podía rehusar. Una coalición del Movimiento de Negritudes le ofreció ser candidato a la gobernación del Chocó para enfrentársele a los viejos caciques políticos de la región, los lozanistas y los cordobistas. Después de meditar con su esposa sobre la propuesta decidió lanzarse a esa aventura cuando faltaban tan solo seis meses para la elección. En una campaña relámpago, que logró por primera vez en la historia política reciente llenar la plaza de Quibdó, ganó las elecciones. No sin antes librar una batalla campal en la Registraduría, ya que el conteo inicial lo daba como perdedor por 114 votos. Sin embargo las autoridades electorales hicieron una revisión y encontraron que se habían contabilizado 1.135 votos fraudulentos en favor de su contendor. Al final de cuentas Luis Gilberto Murillo se pudo posesionar. Pero fue precisamente una semana antes de las elecciones que se presentó el fallo del Tribunal del Chocó. A pesar de que en primera instancia un juez lo había absuelto por el episodio de los cinco millones de pesos para la escuelita de Andagoya, en segunda instancia el Tribunal Departamental lo encontró culpable de peculado técnico, condenándolo a seis meses de prisión y a no poder ejercer cargos públicos durante un año. Lo que sorprendió a muchos fue que, en un hecho bastante inusual, el magistrado suspendió la ejecución de la condena en la misma sentencia. En pocas palabras, según el juez, Murillo era culpable pero no merecía la condena. De allí que el entonces candidato a la gobernación decidiera presentarse a las urnas y luego posesionarse mientras apelaba la decisión ante la Corte Suprema. Eso quedó así hasta la semana pasada, cuando la Procuraduría decidió solicitarle al presidente Ernesto Samper retirarlo inmediatamente de su cargo por considerarlo inhabilitado. De ser acogida la solicitud por parte del Presidente es probable que la meteórica carrera de una de las figuras públicas más interesantes de Colombia llegue a su fin. Pero Murillo no pierde la esperanza: "Si me sacan del cargo me pongo las pilas para buscar otra beca. Quiero hacer una especialización en desarrollo económico en Estados Unidos o Canadá, y me llevo a mi familia". Su salida de la gobernación pondría punto final a su sueño de ser el primer ministro negro de Colombia. Pero no será el fin de una singular historia de amor entre una rusa y un chocoano, una historia de superación que tuvo origen en Moscú y que fue fortalecida por la adversidad en un olvidado pueblo del Chocó