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Soldados secuestrados: a la izquierda Andrés Felipe Pérez y a la derecha Antonio Rodríguez Clayder. | Foto: Ejército Nacional

CONFLICTO

“Le pido al ELN que por favor entienda el dolor de una madre”

Marlen Rodríguez, madre de uno de los militares secuestrados por el ELN en Boyacá, pide a gritos que le ayuden a recuperarlo.

27 de octubre de 2015

Andrés Felipe Pérez y Antonio Rodríguez Clayder son dos jóvenes soldados que fueron secuestrados por el ELN en zona rural de Boyacá, mientras acompañaban una comisión de la Registraduría que transportaba 130 votos de una comunidad indígena hacia Tunja.

En la emboscada del grupo guerrillero fueron asesinados 11 soldados y un miembro de la Policía. También habían sido reportados desaparecidos dos delegados de la Registraduría que, por fortuna, fueron hallados este martes cerca del lugar del ataque.

Según las autoridades, alias ‘Pablito’, uno de los temidos jefes del ELN, habría sido el responsable del ataque de la guerrilla y del secuestro de estos dos uniformados a quienes sus familias esperan de vuelta.

Por ahora, como lo informó el comando del Ejército, las tropas de la zona adelantan operaciones militares para ubicar a los dos soldados. Mientras tanto, sus familiares los esperan en medio de una dolorosa incertidumbre que no se reduce aunque el ELN haya aceptado que los dos uniformados están en sus manos y que están recibiendo un buen trato.

Para las dos familias el viacrucis empezó el pasado domingo cuando supieron que el grupo armado atacó a la comisión de la Registraduría. Desde ese momento no han tenido un minuto de paz, la información que tienen es incipiente y solo saben lo que oyen por los medios de comunicación.

Marlen Rodríguez, madre de Antonio Rodríguez Clayder, de 25 años, le dijo a Semana.com que el Ejército no se ha comunicado con ella. Mientras esperaban noticias sobre su paradero, su padre, desesperado, fue a la base militar de Paz de Ariporo, Casanare, a preguntar por él, pero no obtuvo una respuesta alentadora. Lady, una de sus hermanas, llamó a militares de distintos rangos pero tampoco consiguió información.

Antonio nació en Agua Azul, Casanare, es el segundo de cuatro hermanos, no tiene hijos ni está casado y desde hace cinco años le sirve a su patria como soldado profesional. “Es una persona muy alegre que no se mete con nadie, a veces parece un niño porque es muy ‘recochero’”, asegura su hermana.

Ella, acongojada, afirma que el soldado decidió alistarse en el Ejército porque representaba un trabajo seguro para mantener a buena parte de la familia, cuyos integrantes son de muy bajos recursos.

La última vez que la familia vio al soldado fue el 11 de septiembre, cuando pasó unos días de descanso en su casa materna de Casanare. Desde entonces se comunicaba por teléfono para contar detalles de su permanencia en la dura zona donde cumplía como soldado profesional.

Su madre recuerda que habló con él hace diez días por celular. “Ese día la comunicación fue difícil debido a la mala señal telefónica de la zona”, asegura.

Según Marlen, de 43 años, Antonio había trabajado en la Sierra Nevada del Cocuy desde que cumplía labores de soldado profesional. Advierte que aunque Antonio sabía que en la zona había presencia guerrillera, siempre decía que era un lugar tranquilo.

“Él me había dicho: ‘Mami por aquí es tranquilo, no se preocupe, sí nos han dicho que por aquí hay guerrilla, pero nos dicen que no podemos defendernos hasta que no nos ataquen, porque hay cese al fuego’”, señala Marlen Rodríguez.

Se trata de un dato revelador en medio del cese del fuego entre la guerrilla de las FARC y las Fuerzas Militares. Como está pactado, esa guerrilla no ataca y los militares tampoco. Pero con lo que no contaban era con el acecho permanente del ELN, que busca afanosamente generar hechos de impacto para, quizá, presionar un pronto diálogo de paz con el Gobierno.

Pero la madre de Antonio no está pendiente de esos cálculos de la guerra y solo pide que le respeten la vida a su joven ‘muchacho’. “Le pido al ELN que por favor me le respeten la vida, que me lo devuelvan, que entiendan el dolor de una madre. Yo creo que ellos también tienen hijos, hermanos, mamá y se sentirían igual”.

Marlen pide a gritos al presidente Santos, a la Cruz Roja y al Ejército que le ayuden a saber sobre la suerte de su hijo y que lo liberen.

Ella está enferma y dice que con lo que gana su hijo en el Ejército le ayuda con su ‘droguita’ y con lo que hiciera falta en la casa. “Ahora, ¿quién nos va a ayudar? Los demás no pueden, mi esposo está desempleado porque la situación económica en el pueblo está difícil, no sale casi trabajo”, dice con un dolor que parte el alma.

“Tengo a cargo dos niños, él siempre nos ayudaba porque sabe que los niños pequeños no dan espera”. En medio del dolor recuerda que a Antonio sus compañeros le dicen ‘Loco Rodríguez’, pues él “les quitaba el aburrimiento, el estrés de estar por allá en el monte, les alegraba el rato con las locuras”, dice.

“Cuando me visitaba, él cocinaba y me decía: ‘Yo sé atenderla, mamá’”. Un recuerdo lindo en medio de su tragedia.