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El 'torpedo'

Con la propuesta de hacer una consulta entre liberales, Horacio Serpa perdió en imagen pero mandó el mensaje de que el proceso no se puede hacer sin él.

24 de abril de 2005

La unión entre el oficialismo liberal y el gavirismo no será tan fácil como parecía. A la euforia que había generado la expectativa de una jefatura sólida en cabeza del ex presidente César Gaviria le llegó su antídoto de incertidumbre y zozobra.

El torpedo fue una declaración de Horacio Serpa, de varios puntos, que enfatizaba en la necesidad de abordar, antes que en los asuntos de la mecánica política, en la discusión de un programa. Proponía además que el liberalismo buscara más pronto que tarde coaliciones con las fuerzas políticas que se oponen a la reelección del presidente Álvaro Uribe. Y planteaba que la consulta para escoger al candidato liberal a la Presidencia se hiciera solo entre liberales.

Este último punto fue el que alborotó la política liberal. Todos a una, desde diversos sectores, le lanzaron a Serpa críticas por la falta de realismo de su propuesta. En especial, porque una elección solamente entre miembros del Partido Liberal, además de que tiene mala presentación frente a la alternativa de convocar a todos los ciudadanos, necesita requisitos previos como el registro y la carnetización de los votantes. Lo cual es prácticamente imposible de hacerse en los 11 meses que faltan para la elección.

La nueva versión del Toconser -todos contra Serpa- tiene visos de tempestad en un vaso de agua. La mayoría de las consultas internas en el mundo se limitan a los militantes de los partidos. En Estados Unidos, las primarias se definen por leyes de los estados, y cerca de la mitad son reservadas a quienes están inscritos en una de las dos colectividades, demócrata o republicana. Y el tema de la carnetización tiene otras fórmulas más sencillas y viables, como una simple manifestación de simpatía con el partido, que se puede hacer en el momento de votar. Este mecanismo ya se utilizó en la aprobación de los estatutos liberales, hace tres años, y votaron 2,5 millones de personas. En una reunión de Serpa con la Dirección Nacional Liberal, el martes pasado, quedó claro que existen opciones para hacer compatibles los conceptos de 'consulta entre liberales' y 'consulta amplia'.

Pero si bien el texto de Serpa no es ningún exabrupto, en materia de imagen lo dejó mal parado. Dio la impresión de que busca ser elegido candidato, otra vez, por la clase política liberal. La realidad es que la mayoría de ella está con Uribe, y el Congreso Nacional tiene una representación más amplia que las convenciones de antes. Pero apoyar una consulta 'cerrada' es echar mano de la desprestigiada maquinaria. Además da la sensación de que le teme a un enfrentamiento abierto con Enrique Peñalosa.

Como ha hecho muchas veces en su larga carrera política, Serpa pagó un precio mediático a cambio de una jugada política hábil. Sobre todo si se tiene en cuenta que el dos veces ex candidato oficial del liberalismo se ha consolidado durante la última década como líder natural del partido, independientemente de qué cargo ocupa en el momento y quién esté sentado en la DNL. Nadie como él tiene ascendencia tan evidente en la clase política liberal que no se ha desplazado al uribismo, y en las bases del partido. Por eso le conviene el principio, poco realizable pero teóricamente defendible, de limitar la consulta a los miembros del partido. En cambio, para posibles precandidatos como Enrique Peñalosa, quien goza de simpatías en otros sectores, su competitividad aumenta en la medida en que la participación sea mayor. La declaración de Serpa era, en consecuencia, un jab contra el ex alcalde de Bogotá.

Los golpes más contundentes iban dirigidos a otro blanco: César Gaviria. Más allá de las propuestas sobre la importancia del programa y la posibilidad de hacer coaliciones (algo sobre lo que ya han hablado López Michelsen y Samper, y que además es la esencia del sistema de elección a dos vueltas), Serpa le introdujo un frenazo a la elección del ex presidente como jefe único. Al fin y al cabo esta última tiene que formalizarse en un Congreso donde Serpa tiene una enorme influencia. El verdadero mensaje del 'torpedo' es que el proceso no es tan automático (ya se había producido una carta de parlamentarios en apoyo de la jefatura de Gaviria) ni puede hacerse tan rápido. Y sobre todo, que no puede hacerse sin él.

El rifirrafe tiene que ver con el poder que tendrá Gaviria como jefe único, si cuaja el intento. ¿Reemplazará el director institucional al jefe natural? ¿Se elegirá una dirección alterna oficialista? Pero la pregunta más relevante es si el pulso que salió a flote esta semana puede poner en tela de juicio el proceso impulsado por Gaviria y la DNL para construir -mediante la fórmula de Gaviria como jefe único y un candidato presidencial escogido por consulta- una alternativa sólida para enfrentar a Uribe.

Lo más probable es que el proyecto no se hunda. Gaviria y Serpa se necesitan mutuamente y han tenido una relación larga y de profundo respeto. Para Serpa, en la hipótesis de que decida lanzarse a la consulta, la presencia de Gaviria como director único le podría significar los cinco centavos que le faltaron para el peso en sus dos derrotas anteriores. El gavirismo genera confianza en los estratos altos, acceso a los medios y dirigentes prestigiosos. Con solo una dosis de estos elementos, Serpa le habría podido ganar a Pastrana en la elección de 1998.

Y contar con Serpa como aliado es algo necesario para Gaviria, con miras a aceptar la jefatura y contar con margen de maniobra frente a lo que hoy es el oficialismo. A ambos les conviene seguir adelante con la unión. Lo que falta ver es si esa convergencia de intereses basta para superar los escollos que aparecerán en las próximas semanas.