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El último tango

Cada semana entre tres y cinco personas intentan suicidarse en el viaducto de Pereira. Más de 50 ya lo han logrado. La versión moderna del Salto de Tequendama.

9 de septiembre de 2002

Eran las 3:45 de la tarde cuando Alvaro Augusto Henao intentó poner fin a su vida. Cruzó la baranda del viaducto que une a Pereira con Dosquebradas y se detuvo al borde de la estructura. Una pena de amor lo llevó a pararse a 55 metros de altura, el equivalente a un edificio de 20 pisos. Estaba con el corazón roto y los ojos clavados sobre las casas del barrio San Judas, el mismo desde donde sale el melancólico sonido de los tangos que acompañan la caída de quienes han perdido las ganas de vivir.

El grupo de agentes de policía que todo el tiempo recorre el viaducto se percató de las intenciones de Henao y corrió hacia él. En minutos acudieron refuerzos, ambulancias y la unidad de rescate de los bomberos de Pereira. Decenas de curiosos comenzaron a agolparse. Policías, bomberos y hasta un sacerdote buscaron durante largos minutos persuadirlo. Pero ningún argumento era suficiente.

Como en una película surrealista, también llegó al lugar un hombre con disfraz de mimo y un sombrero en forma de cebra. El personaje atrajo la atención de Henao y, sin pensarlo dos veces, un subteniente de la Policía se amarró un lazo a la cintura, cruzó la baranda, agarró a Henao y lo llevó al andén. Acababa de salvarle la vida.

La acción del oficial fue transmitida en la noche por los noticieros de televisión y, aunque tuvo un final feliz, revivió la historia y la polémica acerca de una sofisticada obra de ingeniería que por azar del destino se ha convertido en el cadalso autoimpuesto de aquellos que no pueden lidiar más el cansancio de vivir.

Desde que fue inaugurado, el 19 de noviembre de 1997, el viaducto se ha transformado en el nuevo Salto de Tequendama. La primera víctima fue un indigente que vivió en la galería y decidió terminar con su existencia desde el puente sólo tres semanas después de haber sido inaugurado. Desde ese momento el César Gaviria Trujillo, como se llama la obra en honor al ex presidente pereirano que la impulsó, se convirtió en el escenario ideal para los suicidas de la región.

Un ex soldado a quien la novia abandonó por irse con otro, varias amas de casa, algunos desempleados y un enfermo mental son tan sólo algunos de quienes han visto en la muerte desde el viaducto la solución a sus problemas. "Las edades oscilan entre los 15 y los 50 años. En el caso de las mujeres se trata de amas de casa que son víctimas frecuentes de violencia familiar por parte de sus compañeros. En el caso de los hombres por lo general se trata de solteros, viudos o separados. Es como si a las mujeres las matara la compañía y a los hombres la soledad", dijo a SEMANA Rafael Alarcón, médico siquiatra del Instituto del Sistema Nervioso de Risaralda, quien desde hace 12 años investiga el tema del suicidio en ese departamento. Alarcón es uno de los mayores expertos en el tema de los suicidas del viaducto ya que ha participado en las autopsias sicológicas de todas las personas que se han lanzado desde el puente. Ese procedimiento forense se basa en el estudio del entorno de las víctimas, lo que permite establecer un patrón y un perfil sicológico de quienes se quitan la vida en el César Gaviria Trujillo.

En los cafés cercanos al Parque Bolívar, en Pereira, y, especialmente, en el barrio San Judas, no es difícil encontrar quien reconstruya los últimos minutos de los hombres y mujeres que han decidido saltar . Allí dicen que en el puente la muerte sólo trabaja de día porque todos los que han decidido terminar con su vida lo han hecho a plena luz.

"La mayoría de quienes saltan o lo intentan escogen el día para hacerlo porque es cuando más personas los pueden ver y cuando generalmente hay prensa de por medio. Entre 88 y 92 por ciento son personas con problemas de autoestima que acuden al suicidio como una forma de encontrar un reconocimiento social. Les interesa saber que la gente hable de ellos así sea después de muertos. El único que ha sobrevivido me dijo que lo volvería a hacer porque apareció en las primeras páginas de los periódicos y en los noticieros", afirmó Alarcón.

Algunas historias, tal vez por lo escabrosas, están más grabadas en la memoria de los testigos que otras. Muchos recuerdan diciembre de 2000, cuando poco antes del año nuevo un lustrabotas subió a lo más alto del puente, se roció con gasolina, se prendió fuego y se lanzó. Tampoco olvidan que de todos los que han saltado sólo un hombre ha sobrevivido a la caída porque aterrizó sobre unas plantas de bambú. Aunque nadie recuerda su nombre saben que por su intento de morir terminó condenado a pasar el resto de su vida en una silla de ruedas.

La historia de los suicidas del viaducto ha dado paso a situaciones inauditas. Cada vez que alguien se arroja desde el puente la Fiscalía y Medicina Legal deben entrar a determinar el lugar exacto en donde cayó la víctima antes de realizar el levantamiento del cadáver. Si el cuerpo está en el lado sur del río Otún, el cual pasa por debajo del viaducto, las autoridades de Pereira asumen el caso. Si, por el contrario, es en el norte del río, la jurisdicción corresponde al municipio de Dosquebradas. No menos irónico resulta el hecho de que en el lugar en donde hasta el año 2000 caía la mayor cantidad de cuerpos fue construido un parque que fue bautizado con el nombre 'Parque de la Vida', en un infructuoso intento por persuadir a los suicidas de no arrojarse sobre ese lugar.

Para Alarcón es claro que el tema de los suicidas del viaducto puede tener algo de mito urbano ya que, según sus investigaciones, quitarse la vida saltando al vacío desde el puente es el cuarto método utilizado por los suicidas, después del envenenamiento, las armas de fuego y las armas blancas. Aunque esa es una realidad nadie duda que las estadísticas demuestran que el viaducto ha reemplazado al célebre Salto de Tequendama como símbolo del suicidio. De acuerdo con los registros de prensa durante la época más álgida de suicidios en el Salto de Tequendama (entre 1935 y 1945) se contabilizaron 41 muertes, una cada tres meses. Según los datos de la seccional de Medicina Legal en los casi cinco años de existencia del viaducto César Gaviria Trujillo 59 personas han perdido la vida lanzándose desde allí, lo que da un promedio de un suicidio por mes.

En un intento por controlar la situación desde hace varios años la Policía de Pereira destinó en forma permanente una patrulla y un grupo de agentes para vigilar el puente y tratar de impedir, entre otras situaciones, que la gente se lance. "El problema con el suicida es que escoge el sector más solo y de un momento a otro se lanza sin darle oportunidad de reacción a nadie y no se puede tener a un agente cada dos metros para cubrir los 600 metros de longitud que tiene el viaducto", dijo a SEMANA el coronel Hernando Arciniegas, comandante de Policía de Risaralda.

Tanto la Policía como siquiatras, e incluso la Alcaldía de Pereira, han expuesto varias veces la necesidad de instalar mallas o protectores de seguridad que impidan a la gente saltar, o por lo menos le den tiempo a los policías de llegar hasta ellos. Lo sorprendente es que esas iniciativas nunca han prosperado ya que cuenta con algunos enemigos, que afirman que la propuesta va en contra de las normas urbanísticas del viaducto y de la ciudad.