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El fantasma de José Gonzalo Rodríguez Gacha, 'El Mexicano’ marcó fatalmente el destino de Millonarios, el equipo con más historia del fútbol colombiano.

REPORTAJE

El viacrucis azul

Los hinchas de Millonarios cumplen dos décadas de padecimiento: su equipo ha estado tomado por la mafia, intervenido por el Estado, herido por las barras bravas y sumido en las derrotas deportivas. ¿Cuál es su futuro? Por Armando Neira, Editor de Semana.com

8 de septiembre de 2007

¿En qué momento Millonarios quedó herido de muerte? Arnoldo Iguarán, uno de los delanteros más eficaces en su historia, da la respuesta: en la noche del 22 de abril de 1989, en Bogotá, cuando disputó el partido con Nacional de cuartos de final de la Copa Libertadores. Venía de perder en Medellín 1-0. "Teníamos un equipo magnífico para remontar y no pudimos, fracasamos".

El jugador -quien hoy tiene una vida tranquila y feliz enseñando fútbol en áridas canchas a los niños de su natal Guajira- cuenta que de los 1.000 partidos profesionales que jugó, ese fue el que más corrió y el más triste que perdió. En realidad quedó 1-1. Nacional pasó y al final ganó la Copa. El choque fue decisivo para los capos de la mafia que en ese momento eran los amos absolutos de los clubes de fútbol y marcó para siempre el destino de Millos.

Los jugadores de Nacional utilizaron toda su artillería para frenar a los delanteros azules -en especial a La Gambeta' Estrada y a Iguarán-: una patada aquí, un codazo allá y un puñado de faltas más que el árbitro Hernán Silva omitió. Hubo un visible penalti de Higuita a Iguarán, pero ocurrió una situación insólita: al juez se le cayó el pito, lo buscó en el césped, lo levantó y señaló un tiro de esquina.

Ese día los aficionados perdieron la inocencia. Tréllez marcó el gol visitante y corrió a celebrarlo a la tribuna azul. Un fanático le arrojó una pila que le rompió el rostro. Durante 10 minutos suspendieron el partido para frenarle el chorro de sangre. Y a la salida, las dos hinchadas se agredieron y se juraron eterna guerra a muerte.

Corrió la voz de que Pablo Escobar Gaviria -hincha de Medellín pero con grandes amigos en Nacional- había amenazado de muerte a la familia de Silva por el placer de mortificarle el rato y ganarle una millonaria apuesta a su socio de ilícitos negocios José Gonzalo Rodríguez Gacha, 'El Mexicano', dueño de Millonarios. Cierto o no, quedó al descubierto que el fútbol colombiano no era un juego de colores, sino un pulso entre grandes criminales.

Iguarán asegura que los jugadores estaban al margen de esa situación. "Jamás podría hablar mal de un compañero de Nacional. Era un equipo excelente, que le ganaba a cualquiera sin ayudas raras. Nos derrotaron porque nosotros no pudimos". Esa noche ninguno de los jugadores de Millonarios durmió. Iguarán recuerda que pasó las horas de desvelo recordando, una a una, las jugadas de lo que pudo haber sido y no fue. "Jamás volvimos a levantar cabeza". Millonarios quedó herido de muerte para siempre.

'El Mexicano' juró no volverse a dejar humillar y se propuso hacer de Millonarios el más grande. Nacido en una familia campesina de Pacho, Cundinamarca, se enamoró del equipo al tiempo que se hizo esmeraldero, se formó como narco y creó el ejército más temible de sicarios con suficiente poder para desafiar al Estado. El gusto por el equipo era una obsesión que le transmitió a su hijo Freddy, quien, a diferencia de cualquier adolescente fascinado por el fútbol, podía pedirle al papá que le armara el equipo a su manera. Era normal ver al hijo en los vestuarios dando instrucciones a técnicos y jugadores. Por seguridad, 'El Mexicano'recurría a los disfraces. "En muchas ocasiones, se vestía como la mascota del equipo. Salía al campo con los jugadores, la gente sin saber lo aplaudía y luego se hacía en la fila con los policías a entonar el Himno Nacional, vestido como un tierno animalito", le dijo una fuente a SEMANA.

'El Mexicano' no tuvo tiempo de realizar su sueño. Ese mismo año de 1989 -el 15 de diciembre- fue muerto por las autoridades en un escondite de Tolú, junto a su hijo. El equipo se quedó sin su más poderoso músculo financiero. La caída, de tumbo en tumbo, fue tan vertiginosa, que incluso se pensó en su disolución. Una situación que se mantiene hasta hoy. ¿Cómo ve el futuro de Millonarios? "Inquietante, muy inquietante", responde el viceministro de Justicia, Guillermo Reyes, uno de los miembros de la junta directiva del club.

En este lapso Millonarios pasó de ser propiedad de la mafia a ser controlado por la Dirección Nacional de Estupefacientes (DNE). Reyes advierte que el club debe pagar 3.000 millones de pesos el 9 de enero próximo, de su enorme deuda de 12.000 millones. Para esto se necesita vender su más valiosa propiedad -el lote de Fontanar-, pero el tiempo corre y es difícil que se logre si no se hace el avalúo del predio por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi y se aprueba el Plan de Ordenamiento Zonal. Una decisión que no parece que el alcalde Luis Eduardo Garzón quiera tomar cuando está de salida de su gobierno. "En caso de que esto no ocurra, debemos vender el lote y pagar", dice el viceministro. Hoy el precio de venta varia de 9.000 hasta 30.000 millones de pesos, de acuerdo con el evaluador. Y si Millonarios no cumple, corre el riesgo de liquidarse.

Este es apenas uno de los capítulos de trámites burocráticos en los que además la afición ha seguido la realidad del equipo. En el deportivo, ha ocupado en varias ocasiones el último puesto de la tabla -como le ocurre en la actualidad-, y el vaivén del manejo administrativo ocupa la agenda diaria.

El proceso ha sido tortuoso. Los hechos más notorios son los siguientes: la extinción de dominio de las acciones de Rodríguez Gacha, en 1999, por parte de la DNE, que tomó el control del 27 por ciento; y el acogimiento a la Ley 550 -o ley de quiebras- para evitar su disolución. Y en este escenario, el caso del lote de Fontanar. En 2006 el Tribunal Superior de Bogotá decidió liberar los derechos del predio (sede deportiva del club), en un 70 por ciento pertenecientes al equipo, para ser puesto en venta. Se trata de un magnífico espacio en la zona más costosa de Colombia por sus perspectivas de construcción: calle 220 con autopista norte. Son 12 hectáreas que, según Carlos Albornoz, director Nacional de Estupefacientes, deben ser vendidas para comprar un lote más pequeño para los entrenamientos del equipo y pagar parte de la deuda lo más pronto posible. ¿Por qué no se había hecho antes? Porque sólo hace dos meses se pudo inscribir el predio legalmente ante la oficina de instrumentos públicos.

Uno de los hombres que han estado presentes en la historia de Millonarios en las últimas dos décadas es Luis Augusto García, un técnico del fútbol conocido popularmente como el 'Chiqui'. Con él, Millonarios tocó el cielo cuando ganó los campeonatos de 1987 y 1988 y descendió al infierno ahora tras múltiples derrotas, de las cuales el 6-1 contra el Quindío, hace dos semanas, fue la más humillante. A él se le sindica de ser el hombre que mueve todos los hilos del club para su beneficio personal en condición de propietario del 14 por ciento de las 30.000 acciones de la institución.

"Juro por Dios y por mi familia que todas mis actividades de hoy son las de un hombre decente", le dijo García a SEMANA en la primera vez en su vida que aceptó, además, hablar de su pasado con 'El Mexicano'. El técnico reivindica su talento profesional -"fui campeón a los 37 años, fui tercero con la Selección Colombia en la Copa América, ganándole en esa oportunidad a Brasil que tenía todos sus titulares-, aunque también acepta la influencia de la mafia en el equipo en ese momento. Ellos eran los que mandaban", dice.

García habla de esos años de turbulencia. "La mafia se había tomado varios estamentos de la sociedad y entre ellos el fútbol, pero eso no significa que los técnicos de entonces fuéramos talentosos por esa circunstancia". Enumera a varios de ellos: Francisco Maturana, Hernán Darío Gómez y Jorge Luis Pinto. "Y también estaba yo, entre otros, éramos los técnicos ganadores".

Hoy García se muestra crítico con ese momento del fútbol colombiano. Dice que aunque era "maravilloso" traer a los mejores jugadores del continente para los grandes equipos, aquella etapa "fue como un fogonazo" en medio de la noche, que encandiló a todo el mundo y dejó muy poco. Ningún equipo trabajó en las divisiones menores, y todos -muy al estilo de la mafia- querían vivir al máximo cada día, gozarse todo sin pensar en el futuro.

Por eso reivindica hoy su papel en Millonarios. Él está encima de las siete divisiones menores del equipo, que cuenta con 50 jugadores de calidad, según su concepto, menores de 19 años. ¿De quién son los pases de los jugares? ¿Suyos? ¿Usted maneja los técnicos del primer equipo para imponerles la titularidad y valorizar los jugadores de su propiedad? García matiza la respuesta. "Claro que a mí me interesa que pongan los jugadores jóvenes, pero no sólo por mí sino por Millonarios, porque son propiedad del club del cual yo soy accionista y defiendo mis intereses. Esto es una empresa".

Y reta a cualquier técnico a decir en público que él lo presionó para imponer a alguien en la titularidad. SEMANA le dice que el profesor Juan Carlos Osorio se quejó en voz baja por esa situación. De inmediato interrumpe para decir que Osorio no es un técnico. "Es un recreacionista", asegura. Relata que en varias ocasiones lo vio con los futbolistas jugando frisby. "¿Eso qué es? Pues claro que vivían muy contentos, pero a los futbolistas hay que exigirles, no pueden ser muchachos en vacaciones". En cambio, para él, Martín Lasarte sí era "muy buen técnico". Dice que fracasó por el sistema frenético del modelo del campeonato. "Es muy corto y si se pierden dos partidos, todo mundo pierde la cabeza y la presión puede hundir al más fuerte".

Presión que salta a todos los escenarios. Por ejemplo, el de las barras bravas, en general, y de algunos fanáticos peligrosos, en particular, que ante la derrota buscan un responsable para pasarle la cuenta de cobro. Eso lo sabe el presidente del club, Juan Carlos López. Ante el asedio y el riesgo que corre su integridad, en algunas ocasiones ha llevado al estadio un sombrero, unas gafas y un bigote para pasar inadvertido a la salida. Él mismo se ha sumado a las hordas cuando gritan: "López, h. p., vete ya". Pero no se va a ir. ¿Por qué? Aunque el equipo no ha ganado nada importante, reivindica ser el artífice del saneamiento económico.

Para su defensa exhibe los balances financieros. En 2002, el equipo dio pérdidas por 4.100 millones de pesos; en 2003, 1.300; en 2004, 4.600; y por fin, en 2005, ganancias por 20 millones de pesos. Una suma mínima, pero era la primera vez en muchos años que se trataba de dinero honesto. En 2006, Millonarios obtuvo ganancias por 163 millones y este año las proyecciones también muestran una utilidad, a pesar de los pésimos resultados deportivos y de su consecuente descenso en la taquilla. López pone el énfasis en el hecho más importante: "El equipo está saneado, aquí no hay narcotráfico".

Dice que lo hace por principios y por afecto al dirigente político que lo formó: Luis Carlos Galán. Y como el fútbol en un sentimiento que no entiende razones, recuerda que la última vez que vio al dirigente liberal beber unos tragos fue precisamente celebrando un triunfo de Millonarios. "Lo peor es que el mafioso que hoy domina mi equipo va a ser el hombre que me va a matar", le auguró esa noche de 1989 el fogoso político a López. Ese año -el 18 de agosto- el cartel de Medellín, con Rodríguez Gacha y Escobar a la cabeza, lo asesinó. El año en que Millonarios quedó herido para siempre.

A Millonarios lo siguen millones de colombianos. Es el equipo que sube más el rating cuando juega. Por eso, tiene el más alto número de partidos que se le transmiten cada año, a pesar de su pobre juego y la ausencia de grandes figuras. En 2005, los canales privados transmitieron 17 encuentros; en 2006, 36, y en lo que va corrido de 2007, 22. El valor de su marca ha hecho que Petrobras, Pepsi, Tigo y Cafam, estén en su camiseta.

El equipo también ha recuperado ostensiblemente al público que se había alejado de los estadios en los tiempos duros de la violencia. En 2006, entraron por concepto de taquilla 8.678 millones de pesos. Ese año fueron al estadio 495.582 espectadores, un número altísimo comparado con los 162.653 de 2002. Un estudio de la Alcaldía Mayor de Bogotá destaca que entre ese público un alto segmento corresponde a menores de edad, y en especial niñas: una generación ajena a las épocas nefastas del narcotráfico.

No obstante, al club lo amenazan aún dos herencias de la droga que están visibles cada domingo. Una, el inmenso poder de los expendedores que alimentan con el vicio a un importante sector de las barras bravas y que desencadenó una ruptura, al punto de que ahora están divididas entre los Comandos Azules y las Blue Rain. Por la confrontación ha corrido sangre. El 10 de junio, en Neiva, integrantes de las barras se agarraron durante el partido y dejaron 23 heridos, tres de ellos con arma blanca, mientras el equipo en la cancha era derrotado por Huila, que le arrebató la oportunidad de jugar la final. El apoyo que debían darle los propios fanáticos se diluyó en una gresca que fue noticia internacional.

"Somos conscientes de los problemas y los estamos solucionando", dice Juan Díaz, vocero de los Comandos Azules. "La prueba es que a Medellín, al partido con Nacional, ambas barras viajamos juntas y celebramos unidos la victoria". Sin embargo, Díaz pide no estigmatizar todas las barras. "El problema del consumo de narcóticos no es de unos hinchas, sino de la sociedad colombiana". Y dice que es tanto como marcar a los componentes de las barras de que todos son desarrapados y criados en ambientes de violencia. "Hay de todos los estratos. Muchos niños bien", explica él, que es camarógrafo y documentalista profesional y uno de sus líderes. "Nadie representa aquí ninguna mafia", dice.

Entonces, ¿quién es el responsable de la gigantesca bandera con la cara de 'El Mexicano' que exhiben en los partidos descaradamente? López dice que no sabe y jura que ésta no volverá a entrar. El técnico García dice que Millonarios es el equipo con mayor vigilancia de todos los estamentos de justicia que tiene el Estado. "Somos socios de la Dirección de Estupefacientes, un viceministro de Justicia está en la junta, la prensa nos mira con lupa". El viceministro Reyes dice que este control le permite afirmar que la presencia del narcotráfico y de los paramilitares fue expulsada del equipo.

Pero a pesar de los esfuerzos, a Millonarios lo persigue un fantasma de corrupción y dudoso manejo administrativo difícil de dejar atrás. El gobierno ya ha hecho varias promesas de vender las acciones incautadas a Millonarios a través de Cajas de Compensación para democratizar el club, pero el tiempo pasa y las promesas se diluyen. Se pierden en el próximo partido. Que en esta ocasión será de nuevo contra Nacional y dirigido de la mano del nuevo técnico argentino Mario Vanemerak, quien promete: "Este equipo estuvo herido, pero jamás muerto. Volvió para ganar".