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Juan Manuel y Timochenko | Foto: EFE

ANÁLISIS

Gobernantes para la posguerra

Los alcaldes y gobernadores que se eligieron el domingo en zonas de conflicto tienen la tarea de profundizar la democracia en sus regiones.

25 de octubre de 2015

Si se cumple la promesa que Juan Manuel Santos y Timochenko le hicieron al país el mes pasado en La Habana, el 23 de marzo del 2016 se firmará el acuerdo para ponerle fin a la guerra en Colombia. Pero este será apenas el comienzo. El día después de la firma, viene una tarea titánica y riesgosa para la que francamente el país no está aún preparado: implementar los acuerdos y empezar a construir la paz. En esa tarea serán cruciales los gobernadores y alcaldes que se elijan este domingo, especialmente en las zonas donde hay fuerte influencia de la guerrilla.

La tarea principal que tendrán no será, como se piensa a veces, construir puentes y carreteras, sino liderar el proceso de reconciliación y convivencia en las regiones. Alcaldes y gobernadores, más que gerentes o ejecutores tendrán que actuar como verdaderos líderes políticos del país profundo que empezará a cambiar, y que tendrá que hacerlo bien y rápido. Esos cambios vendrán, con o sin la voluntad de quienes sean elegidos, y representan grandes retos.  

El primer reto que tendrán los gobiernos cuando entre en vigencia el cese bilateral del fuego y comience el desarme de las FARC, será evitar que sus espacios sean copados por otros grupos armados, y en particular por las Banda Criminales. Estamos hablando del 2016, que es el año más crítico.

La respuesta fácil que pueden dar alcaldes y gobernadores es que evitar que eso ocurra es responsabilidad del Ejército y la Policía. Pero eso es apenas parcialmente cierto. La proliferación y persistencia de las Bandas Criminales, no se debe solo a un “abandono” del territorio por parte del Estado, ni es sólo un problema de seguridad, ni de la vigencia de la economía ilegal. Se debe también a los vínculos estrechos que existe entre este mundo criminal, y la política y el poder local. Regiones críticas como el Pacífico, el Bajo Cauca, Urabá, el Catatumbo o Montes de María no han dado muestras de superación del fenómeno de la para-política y el riesgo de que vuelvan a caer en la violencia es muy alto.  

El segundo reto será recibir a las FARC como un nuevo actor político. En regiones donde esta guerrilla ha mantenido un control social y militar por años, como El Caguán, la Macarena, o zonas del Tolima, el reto será incorporar la participación de ellos y sus redes sociales y políticas en un clima de democracia y pluralismo. Para las FARC, la democracia será un aprendizaje de largo plazo, así como la adaptación a los rituales institucionales que no siempre son eficientes o transparentes.

Esto alcaldes tendrán que apostar abiertamente por la reconciliación, pues las heridas de la guerra seguirán abiertas por mucho tiempo. El rencor, la desconfianza, y el miedo tienen que superarse si es que se quiere construir la paz, y eso requiere un amplio diálogo social. De lo contrario se verán abocados a una polarización extrema que haga inviable la implementación de los acuerdos.

Un tercer reto, será recrear la relación con el gobierno nacional y con la institucionalidad de transición y excepcional que se creará, seguramente, para implementar los acuerdos. Aunque muchos alcaldes y gobernadores esperan que el posconflicto sea un cheque girado a sus arcas, para invertir en lo que consideran sus mayores necesidades, este será un proceso más complejo. Habrá que escuchar más voces, concertar más intereses y negociar todo el tiempo.

Un cuarto reto será reinventar la relación con los ciudadanos. El posconflicto sin ninguna duda va a empoderar a sectores sociales que habían estado oprimidos por la violencia. Estas nuevas voces van a entrar a la escena política sea como protesta, como veeduría o como competidores. Por eso tendrán que profundizar esa apertura democrática, sin temores.

En últimas, los alcaldes y gobernantes de las regiones más afectadas por el conflicto que sean elegidos el domingo necesitarán de mucha imaginación política. Construir la paz les exigirá gobernar de manera diferente a como lo han hecho las elites locales en el pasado. De manera más incluyente y democrática. De lo contrario, en cuatro años tendrán regiones con mayores y quizá más grave conflictos que los actuales.