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La política del camaleón: una campaña llena de piruetas

Como en ninguna otra contienda, las elecciones del 2018 han ratificado lo dinámica de la política colombiana. Estas son las volteretas y saltos mortales más taquilleros del debate.

12 de mayo de 2018

Que los políticos cambien de bando es cosa de todos los días en una temporada de elecciones. Más aún en un momento de debilidad tan grave de los partidos. Según las encuestas, uno de cada tres colombianos no se siente identificado con ningún partido político y más de la mitad de ellos suele cambiar su afinidad partidista elección tras elección.

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Varias reformas normativas han tratado de frenar las volteretas. En 2005 el Congreso aprobó una ley de bancadas para asegurar cierta identidad ideológica y evitar los saltos de un lugar a otro. Pero la facilidad para conformar un partido, sumada a una tradición histórica personalista y a la posibilidad de que los candidatos se inscriban por firmas, ha hecho que esa ley se haya aplicado poco.

En esta elección los actores han dado saltos particularmente grandes. El expresidente Andrés Pastrana dio uno de los más famosos en junio pasado, cuando decidió aliarse con Álvaro Uribe para impulsar una candidatura única después de tener duras confrontaciones con él. En 2002, Uribe insistía en que en el Caguán su antecesor había entregado el país a las Farc, y en 2006 Pastrana aseguró que su sucesor estaba amarrando la reelección a punta de “comprar conciencias”. En 2012, ya con redes sociales, aseguró que Uribe se había sentado con “el narcotráfico, el cartel de Medellín y los paramilitares”.

Hoy Pastrana y Uribe coinciden en rechazar a Juan Manuel Santos y al acuerdo de paz. Su alianza se concretó días previos al plebiscito de la paz, el cual reagrupó a los actores políticos, sobre todo, de derecha. Junto a los expresidentes, y contra los acuerdos, salieron en la foto Marta Lucía Ramírez, Alejandro Ordóñez y una parte importante de las Iglesias evangélicas. Todos ellos están con Iván Duque.

Con las coincidencias que generó el rechazo a lo acordado en La Habana, a la campaña uribista también se sumaron dos mujeres liberales críticas de la paz: las senadoras Sofía Gaviria y Viviane Morales. Ambas terminaron de pelea con su partido cuando el resto de los precandidatos liberales –Humberto de la Calle, Juan Fernando Cristo y Juan Manuel Galán– insistieron en que el aspirante por los rojos debería firmar un compromiso por la paz. Esa exigencia era predecible, si se considera que la mayoría de los liberales respaldaron la salida negociada al conflicto y que cabezas visibles de esa colectividad, como Guillermo Rivera, Rafael Pardo, Cristo y De la Calle, se la jugaron desde el gobierno por el acuerdo.

En días pasados, Sofía Gaviria, quien llegó a ser codirectora del liberalismo, anunció su apoyo a Iván Duque con el argumento de que el acuerdo no fue satisfactorio para las víctimas de las Farc. Su hermano Guillermo murió asesinado por el entonces grupo guerrillero cuando ejercía la Gobernación de Antioquia. Paradójicamente, Yolanda Pinto, la esposa del gobernador, aceptó el perdón que Timochenko le pidió la semana pasada. Pocos días antes, Sofía adhirió al candidato uribista argumentando que así se lo pidió la Federación de Víctimas.

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En el caso de Viviane, la voltereta supuso un rompimiento partidista, pero al mismo tiempo fue un acto de coherencia ideológica. Hay quienes dicen que la Viviane de los últimos años ya no cuadraba en las toldas rojas. Además de criticar los mecanismos del acuerdo de paz, defiende posiciones antagónicas con el espíritu liberal. De hecho, ha asumido como una de sus banderas esenciales en los últimos meses la de promover la prohibición para adoptar hijos a las parejas del mismo sexo. Durante el plebiscito también insistió en que en los acuerdos se escondía una presunta “ideología de género”. Para los jefes liberales, su salida del partido resultó consecuente y predecible.

En el Centro Democrático, en cambio, la llegada de la exfiscal generó una profunda controversia. Andrés Felipe Arias, un uribista purasangre, pidió que no la aceptaran en la campaña de Duque, argumentando que como fiscal Morales “no se ruborizó prevaricando y abriendo procesos espurios en contra de Sabas (Pretelt), Bernardo (Moreno), Diego (Palacio), Alberto (Velásquez), María del Pilar (Hurtado), Luis Carlos Retsrepo” y él mismo. Pero más allá de las decisiones judiciales tomadas en su ejercicio como fiscal, o de las coincidencias con Uribe alrededor del No, se volvió viral una entrevista de El Espectador de hace cinco años con la que quedó en evidencia que con Uribe también tenía diferencias ideológicas. “La propuesta de Uribe es la intolerancia, el odio, el fanatismo. La otra, en la que yo creo, es la reconciliación, construir nuevos caminos y no seguir repitiendo el círculo vicioso de los últimos 60 años. Pero no solo con el uso de la fuerza, sino con la construcción de condiciones diferentes para la gente. Por eso, creo que hay que enfrentar la propuesta del uribismo”, dijo Morales en la campaña pasada.

Después de esa adhesión, la ex fórmula vicepresidencial de Viviane, Jorge Leyva, dio su voltereta al anunciar su apoyo a Germán Vargas. Lo mismo hizo una parte del partido Somos, que la había inscrito a la presidencia.

Jorge Mario Eastman, otrora fórmula vicepresidencial de Juan Carlos Pinzón, tampoco le hizo caso a su jefe. Días después de que este renunció a su aspiración para convertirse en el compañero de fórmula de Vargas, Eastman decidió jugársela con Duque y Marta Lucía. Esta última, que ha coincidido con el uribismo desde hace cuatro años, en épocas pasadas perteneció a La U e hizo parte de los quíntuples con Lucho Garzón, Enrique Peñalosa, Antanas Mockus y Sergio Fajardo.

Buena parte de las volteretas visibles este año se deben a que, en esta elección, aumentó el número de candidatos inscritos por firmas. Al no contar con el aval de un solo partido, los candidatos pueden recibir a políticos de diferentes corrientes sin que estos, necesariamente, caigan en doble militancia. Por esa razón, Vargas pudo recibir el apoyo de Somos, de algunos conservadores y de La U. Con este último llegaron a su campaña dos de sus más duros contradictores: Armando Benedetti y Roy Barreras. Pero así como algunos ven en esa adhesión una contradicción personal, ellos lo consideran un acto de coherencia. Lo justifican señalando que, como la campaña de Humberto de la Calle no despegó, respaldaron a Vargas por cuenta del compromiso que este hizo de respetar los acuerdos de paz.

En el sector de los independientes, resultó llamativo el cambio de posición de Antanas Mockus. El día de la consulta liberal apoyó a Humberto de la Calle. Sin embargo, después la Alianza Verde decidió que encabezara la lista al Senado y se convirtió en el escudero mayor de Sergio Fajardo. Eso no implicó un cambio de postura política. Hasta último momento, Mockus insistió en que Fajardo y De la Calle se aliaran. “Representan valores similares”, dijo en una entrevista a SEMANA.

El plebiscito por la paz fue el punto de partida para muchas de las decisiones hoy vistas como volteretas. Si bien contribuyó a la polarización y dividió a los electores entre los defensores del Sí y el No, también ayudó a aclarar las posiciones políticas. La tradición del Frente Nacional hizo por años políticamente incorrecto definirse abiertamente como de derecha e izquierda. Pero hoy, con las visiones encontradas frente a temas como la paz y los derechos individuales, es más fácil que los políticos y los electores asuman su pertenencia a esas categorías.

Es común que en contextos de polarización política, electores y políticos deban salir del clóset. Pero no es claro cómo esas definiciones podrán con el tiempo aclarar el panorama, superar los personalismos y fortalecer el sistema de partidos.