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Puestos de votación en Corferias. | Foto: Ana Vallejo

ELECCIONES 2015

Así se movió la campaña

Candidatos cuestionados, feria de avales, aspirantes de todos los colores y trasteo de votos fueron algunas de las tendencias de esta campaña.

25 de octubre de 2015

La campaña de 2015 será recordada como una de las más duras de los últimos años. La polarización entre santismo y uribismo, las tensiones internas en la Unidad Nacional, y la debilidad regional de partidos que tienen impacto en el plano nacional –los verdes y el Polo- marcaron la competencia. Los multiavales –inscripción de candidatos por coaliciones y no por un solo partido- fueron la gran innovación. Y las denuncias de siempre revivieron, muchas de ellas más preocupantes que las de años anteriores: problemas con inscripciones de cédulas, transhumancia y pujas ante el Consejo Electoral.

Los partidos diseñaron sus planes electorales sobre la base de esta nueva realidad. Los integrantes de la Unidad Nacional (Liberales, Cambio Radical y U), decían convencidos que irían juntos donde el uribismo era fuerte; el Centro Democrático acababa de salir bien librado de la elección al Congreso, y los Verdes aseguraban que no harían alianzas con partidos de maquinaria, al igual que el Polo, y los conservadores, recién salidos de la coalición santista, decían que serían la gran sorpresa de las elecciones regionales.

Pero con el paso del tiempo, como consecuencia del avance de los diálogos  entre el gobierno y Las FARC en La Habana y la caída en la imagen favorable del presidente Juan Manuel Santos, el tapete se sacudió. La Unidad Nacional poco a poco comenzó a partirse en las regiones, cada quien llevando candidatos propios; el Centro Democrático entendió que una cosa era el Congreso con lista cerrada y otra muy distinta los territorios sin bases partidistas; los verdes y el Polo intentaron pelearle a la maquinaria santista y los conservadores, lejos de ser la sorpresa, terminaron sumándose al bus de algunos candidatos favoritos en encuestas.

A mediados de 2015, los jefes de los partidos viajaban de región en región a asegurar los avales y entonces llegó la tormenta. La lista de aspirantes investigados por  organismos de control comenzó a alertar a los medios de comunicación y a poner en tela de juicio el papel de los partidos. Roy Barreras, de la U; Horacio Serpa, del Partido Liberal; David Barguil, del conservatismo; Rodrigo Lara, de Cambio Radical; María del Rosario Guerra, del Centro Democrático; Claudia López, de los Verdes, y Jorge Enrique Robledo, del Polo,  pasaron por los micrófonos de varios programas de radio para defender a sus candidatos.

Entre tanto, el Ministerio del Interior recorría las regiones para preparar al país para las urnas y se encontró con un panorama desolador. Según sus cálculos, en todos los municipios del país se anularon 1.605.109 inscripciones, más de 40 por ciento de las inscritas para este año. El trasteo de votos, que es cuando una persona vota en un lugar distinto al que vive, fue tan grave en esta oportunidad le mereció capítulo aparte a la Misión de Observación Electoral (MOE). En 608 municipios (54 por ciento del país) se presentó riesgo de trashumancia: 303 en riesgo medio, 166 en riesgo alto y 139 en riesgo extremo. Estos últimos prendieron las alarmas de las autoridades, porque son las zonas rojas de la corrupción electoral.

A medida que avanzó la campaña, también crecieron las preocupaciones en torno a la pérdida de ideología de los partidos. Como todos están pensando en cosechar terreno para las elecciones presidenciales de 2018, ganar en las regiones es el primer paso en esa carrera. Y en ese afán de ganar, a muchos candidatos no les importó tener dos o más partidos, así fueran de orillas opuestas. Mientras en 2011 los multicolor apenas fueron 32, este año, según cifras de la MOE, llegaron a ser 366 entre alcaldías y gobernaciones.

El problema de estas alianzas es que, cuando se conozcan los resultados, será imposible saber quién ganó. ¿Cómo saberlo si el candidato está avalado por tres o más partidos? ¿Qué ideología representa si tiene aval de izquierda y de derecha? ¿Quién asume la responsabilidad si eventualmente lo destituyen? El partido que más impuso la tendencia fue Cambio Radical, que llevó 154 candidatos (25 por ciento) en coalición con otras colectividades, seguido por el Partido Liberal con 130, el Partido Conservador con 96 y el Partido de la U con 76.

Ejemplos los hay por montones. Alex Char era candidato a la alcaldía de Barranquilla con el aval de Cambio Radical, pero en el camino se le sumaron el Mira, el Partido Conservador y hasta el uribismo. Angelino Garzón, aspirante a la alcaldía de Cali con el aval de la U, tuvo el apoyo del uribismo,  pero a último minuto se fueron con Maurice Armitage. Rafael Pardo tenía a la U, el Mira y la mitad del liberalismo. La otra mitad, la samperista, se fue con Clara López, quien además contó con el apoyo de una facción de los Verdes. Enrique Peñalosa que se lanzó por firmas, terminó con la maquinaria de Cambio Radical, el Partido Conservador y otros Verdes. Y así.

Otro factor que marcó esta campaña fueron las batallas ante el Consejo Nacional Electoral. Casi todas las semanas los magistrados tuvieron que resolver denuncias por doble militancia, trasteo de votos y hasta publicidad política extemporánea. Porque mucho antes de lo permitido varios los candidatos empapelaron calles y repartieron vallas invitando a votar.

También se abrió el debate sobre hasta qué punto era viable que los candidatos fueran activos en sus redes sociales antes del plazo permitido para hacer campaña. Y el CNE tuvo que sacar una resolución en la que decía que no podía meterse en las cuentas privadas de los candidatos a decirles qué publicar y qué no.

Lo cierto es que este año ha dejado muchas lecciones para las próximas elecciones regionales. Abrió los interrogantes sobre el uso de redes sociales, el papel de las encuestas en la intención de voto de los ciudadanos,  la relevancia de los debates cuando se vuelven repetitivos y el papel de los partidos tradicionales. A pocas horas de conocerse los resultados, la conclusión es que la campaña de 2015 fue una feria de avales más que una fiesta de la democracia.