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ELN pica y se extiende

Con más de 5.000 hombres, la mitad de ellos en territorio venezolano, esta guerrilla aprovechó la dejación de armas de las Farc para fortalecerse y ampliar sus linderos. Esta es la radiografía que presentó la Fundación Ideas para la Paz (FIP), con el llamado a no cerrar la puerta a una salida negociada.

1 de febrero de 2020

Durante más de medio siglo de confrontaciones armadas, los colombianos en general vieron a los grupos guerrilleros como un mismo enemigo. En 2012 la negociación con las Farc hizo creer a muchos que solo habría que sumar al ELN por el camino. Con el tiempo, sin embargo, el país se dio cuenta de que los hombres comandados por Nicolás Rodríguez Bautista, Gabino, reclamaban su lugar y un diálogo autónomo. Después, cuando la posibilidad de negociar con ellos fracasó, los elenos se replegaron y mutaron hasta convertirse en el grupo armado ilegal de mayor envergadura en Colombia.

Estos guerrilleros durante muchos años parecían los hermanos menores de las Farc. También cometieron crímenes como reclutamiento forzado, desplazamiento y secuestro, y perpetraron masacres como la de Machuca (Antioquia). Pero las autoridades diezmaron a sus integrantes y se llenaron de razones para creer que podían dejar de lado esa batalla para concentrarse en vencer a las tropas de Manuel Marulanda Vélez.

Entre la primera y la segunda década del siglo, el ELN pasó de estar en 169 municipios a 85, y su cantidad de integrantes cayó por debajo de los 2.250. Incluso, en 2016 SEMANA conoció que la cifra rondaría los 1.556. Pero ese grupo guerrillero debilitado, sin mayor capacidad armada, no es el mismo que el país hoy conoce. El ‘nuevo’ ELN llegó a quedarse con las zonas de influencia fariana, mientras libra una guerra sin cuartel con el Clan del Golfo y las disidencias para ampliar sus dominios.

4.000 personas integran las estructuras del ELN. Solo en 2017, se habrían vinculado más de 1.000.

Así lo concluyó la Fundación Ideas para la Paz (FIP) en su más reciente informe ‘¿Qué hacer con el ELN?, opciones ante una derrota militar lejana y un diálogo improbable’. Con la premisa de pasar las páginas del conflicto armado, el grupo de investigadores explica el momento en que se encuentra esta organización guerrillera, sus lógicas, sus dinámicas internas y sus trayectorias, para proyectar una hoja de ruta “que pueda ayudar a no seguir dando pasos en falso y conservar la posibilidad de reactivar el diálogo”.

Por lo menos a 5.000 hombres se elevaría actualmente el pie de fuerza de este grupo insurgente que logró concentrarse en sus zonas históricas y quedarse con varias retaguardias de las Farc. Esa guerrilla se sumergió en una especie de hibernación durante la mesa de La Habana con las Farc y la suya en Quito. Eso le permitió prepararse para capitalizar el desarme y ocupar territorios abandonados por la guerrilla extinta, como ocurrió en Bajo Cauca, Catatumbo y norte de Chocó. Además, para entrar en combate cuando fuera necesario.

A diferencia de las Farc, el ELN no aspira a librar una guerra de posiciones, sino que basa su accionar en resistir activamente por medio de la guerra de guerrillas, con la táctica de golpear y desaparecer. Para ellos la confrontación armada no se reduce a obtener una victoria, sino a continuar en la guerra mientras se consolida su relevancia en el escenario político y social. Esto explica por qué su fortalecimiento no conduce necesariamente a más combates y bajas. Por eso, en su proyecto de expansión las milicias cumplen un papel clave ya que tienen baja visibilidad y alta capacidad de desestabilización.

3 enclaves históricos de las Farc: el nordeste de Antioquia, el Bajo Atrato y algunas regiones de Nariño tienen una fuerte presencia del ELN.

5 por ciento de la producción de oro diaria les exige el ELN a los mineros, especialmente de la frontera con Venezuela.

El ELN lanzó su ataque más letal desde que empezó esa transición hace un año en Bogotá, cuando detonó un carro cargado de explosivos en la Escuela de Cadetes General Francisco de Paula Santander. En el hecho murieron 22 personas y 77 más resultaron heridas. Hasta el momento, la Dirección Especializada contra el Crimen Organizado de la Fiscalía ha capturado a tres personas pero aún no ha terminado la investigación integral. No ha sido fácil, en parte porque la guerrilla logró adaptarse a las estrategias contrainsurgentes del Estado.

Hay hechos, sin embargo, que a simple vista tienen su impronta: el desplazamiento forzado aumentó en un 132 por ciento en 2018 y el ELN es uno de los mayores responsables. El mayor número de casos se concentra en Norte de Santander, Chocó y Antioquia. Pero ese no es el único flagelo que reactivó esa guerrilla. De acuerdo con el informe de la FIP, los confinamientos crecieron un 63 por ciento y los enfrentamientos han dejado más de 21.500 personas afectadas. Preocupa además, el resurgimiento de prácticas como el reclutamiento forzado y el uso de minas antipersonal.

Estos altos y bajos en los niveles de la confrontación se deben a que no han aplicado esta estrategia por igual en todas las zonas. Mientras en unas han construido alianzas estratégicas, en otras sostienen fuertes combates. Así sucedió en el Catatumbo donde libraron una guerra a muerte con las disidencias de las Farc y los Pelusos. Una vez estos últimos se replegaron, la guerrilla impuso la “paz militar elena”. Al final los hombres de Pácora, dado de baja el año pasado, no tuvieron otra opción que marcharse a Cauca en busca de oportunidades, aunque allá encontraron una situación parecida.

6 economías les sirven de combustible: el narcotráfico, la extorsión, la minería y el contrabando de gasolina, cárnicos y carbón.

Ahora bien, de acuerdo con la FIP, “es un desafío determinar la verdadera influencia territorial del ELN”. Y es que, según explica el informe, más que una estructura militar de grandes dimensiones, como las Farc en su momento, “estos están conformados por múltiples redes y estructuras que desempeñan labores de inteligencia y de pequeña escala, con conexiones con algunas bases sociales”. Por eso dicen que una “convención o asamblea nacional” resulta determinante para legitimar un eventual acuerdo. A eso se refería el aparte “democracia y paz” que aparecía en la agenda de diálogo frustrado entre el ELN y el Gobierno Santos.

Los investigadores consideran improbable que el Estado derrote militarmente al ELN, ante la lógica de una estructura armada horizontal, fortalecida, donde cada uno de sus frentes tiene total autonomía. Por el contrario, creen que esa vía podría conducir a una guerra de baja intensidad con altos costos humanitarios y ambientales prolongados. Esto plantea una difícil encrucijada. El Gobierno no ha mostrado intención de explorar el diálogo hasta que el ELN renuncie al secuestro y a los actos terroristas. Pero también en la estructura guerrillera tienen serias dudas.

Los subversivos miran el acuerdo de paz con las Farc con el espejo retrovisor. Se debaten entre la línea política abanderada por Gabino, y la militar que tiene como principal exponente a Pablito. Este curtido jefe guerrillero comanda la estructura al noriente del país y habría concebido el ataque terrorista en la capital, que llevó al rompimiento definitivo de la mesa de diálogo. Si bien es cierto que el Comando Central (Coce) imparte las directrices generales, algunas estructuras, como la de Pablito, tienen mayor poder y acceso a recursos provenientes de economías ilegales que van más allá del narcotráfico. Ese amplio portafolio financiero resulta un incentivo importante para privilegiar la resistencia armada que se mueve entre Colombia y Venezuela.

7 de los 10 municipios que concentran el 44 por ciento de las hectáreas sembradas con coca en el país, tienen una fuerte influencia de este grupo guerrillero.

Por eso, para la FIP, la confrontación con el ELN debe entenderse más allá de la frontera y sin descartar la opción de retomar el diálogo. “La posibilidad de que esa guerrilla y las disidencias de las Farc se consoliden como fuerzas binacionales dependerá, en buena medida, de la interacción con las comunidades y la construcción de bases de apoyo, de la relación con los militares venezolanos, y del resultado de las disputas que sostienen con las facciones criminales en ese país”, explica el informe. Y es que la crisis diplomática no hace más que fortalecer y posicionar a los elenos como un factor de desestabilización.

  • 750 elenos fueron capturados en 2018, una cifra que aumenta de manera constante, mientras desciende el número de guerrilleros muertos en operaciones: 52 en 2016.
  • 132 por ciento aumentaron los desplazamientos forzados en 2018 comparados con el año anterior. Esta guerrilla sería uno de las mayores responsables.
  • 1.100 miembros del ELN (el 45 por ciento de los combatientes), se refugian en Venezuela. Allí tienen presencia en 12 de los 24 estados.