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Emboscada política

Despejar tres caseríos clave para el Plan Patriota es tan inviable como negociar por Internet.

12 de septiembre de 2004

Los soldados que combaten en el sur del país en el marco del Plan Patriota dicen que las Farc, nunca les sale a dar la pelea. Que la estrategia guerrillera es hacerles el vacío y esperar a que los precarios resultados y el cansancio acaben con la moral de las tropas. Lo que no esperaban los militares es que la guerrilla les tendiera una emboscada sin disparar un solo tiro. Una celada política que hace parte del tire y afloje en la negociación del acuerdo humanitario.

Esta vez la movida vino de parte de la insurgencia. Raúl Reyes le dijo hace una semana a un noticiero de televisión que las Farc aspiraban a que el gobierno creara una zona de seguridad de 72 horas para que tres miembros de esa organización se encontraran con el alto comisionado para la Paz Luis Carlos Restrepo y concertar cara a cara los detalles del canje de un grupo de secuestrados por 50 guerrilleros.

A primera vista, la propuesta de las Farc no parece ambiciosa: sólo tres días y en poblados que apenas son corregimientos o veredas. De hecho este tipo de despeje no es nuevo y se ha usado en el país múltiples veces. En 1996, cuando el ELN liberó a una misión de la OEA; en 1997, cuando las Farc entregaron en Cartagena del Chairá a un grupo de soldados retenidos y en diciembre pasado para liberar a los turistas europeos secuestrados en la Sierra Nevada por el ELN.

Pero la propuesta de las Farc venía con su veneno. Cuando dijo cuáles eran las poblaciones que aspiraba fueran escenario del encuentro, señaló tres caseríos estratégicos para el Plan Patriota cuyo control les han costado a las Fuerzas Armadas sangre, sudor y lágrimas: Peñas Coloradas, La Tunia y El Rosal.

Peñas Coloradas es una vereda de Cartagena del Chairá, Caquetá, que creció al calor de la bonanza de la coca y que se convirtió en un importante centro logístico de la guerrilla. En particular del Bloque Sur, comandado por Fabián Ramírez. Hoy no es más que un pueblo fantasma, donde sólo habita un perro y la Fuerza Pública. Esta es la sede actual de la Brigada Móvil 22, de un importante contingente de la Armada y un grupo especializado de la Policía.

La Tunia, departamento del Meta, es una de las puertas de entrada a los Llanos del Yarí, la más profunda, segura y antigua retaguardia del Bloque Oriental, comandado por Jorge Briceño, conocido como 'el mono Jojoy'. En esta región se encuentran varios contingentes de la Brigada Móvil 9 y se han presentado combates con el primer anillo de seguridad del Secretariado de las Farc.

El tercer caserío que menciona Reyes es El Rosal, una pequeña población en la zona que de San Vicente del Caguán conduce a Neiva y donde opera la columna móvil Teófilo Forero, comandada por 'el Paisa'.

Los tres caseríos forman un triángulo perfecto enclavado en la zona del Plan Patriota.

Los militares dicen que las Farc están buscando un poco de oxígeno a la presión que sus tropas tienen en el sur del país. Que buscan abastecerse, pues durante estos meses se les han decomisado 117 toneladas de alimentos. También, que pretenden desenterrar la coca y el dinero que guardan en caletas. Y temen que ese corto lapso sea aprovechado por la guerrilla para volver a minar un territorio cuyo control le ha costado 49 muertes y 154 heridos a la Fuerza Pública.

Pero más allá de la ventaja táctica que las Farc puedan obtener en este breve lapso, les estarían dando un golpe bajo a los militares. Con tres días de despeje, borrarían de un tajo su más importante victoria: llegar a esos remotos lugares, considerados santuarios guerrilleros, y mantenerse allí durante estos meses.

El gobierno no se pronunciará sobre la propuesta de las Farc hasta que esta no se presente oficialmente. Por el momento, la idea de una "zona de seguridad por 72 horas" es un globo de ensayo para medirle la temperatura al gobierno. Tiene un lado positivo y es que muestra que las Farc están estudiando fórmulas que le den una salida al tema del intercambio humanitario. Pero por tener detrás una jugada estratégica de guerra, es probable que de mantenerse igual, el gobierno la rechace.