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En busca de la verdad

Varios fiscales pegaron el grito en el cielo porque en razón de su oficio tienen que pasar por un detector de mentiras. No son los únicos. Cada vez más se usa este aparato en el Estado y en la sociedad. ¿Por qué es tan temido? ¿Cómo es la prueba?

25 de abril de 2004

En la Edad Media cuando una persona era acusada de algún delito para saber si mentía o decía la verdad era sometido a unas pruebas conocidas como ordalías. Eran procedimientos sencillos en los que a los acusados se les vendaban los ojos y se les hacía caminar sobre un campo cubierto de piedras al rojo vivo. Si se quemaban eso probaba que mentían, si salían indemnes, que decían la verdad. Otro procedimiento usual con mujeres acusadas de hechicería era lanzarlas al agua con las manos atadas a la espalda. Si flotaban era una señal de que decían la verdad, si se hundían y ahogaban, una prueba de que mentían.

Estas formas tortuosas de averiguar la verdad, y otras más sanguinarias como las usadas por la Inquisición, quedaron atrás hace tiempo. Fueron reemplazadas por técnicas más precisas e inocuas como el detector de mentiras, conocido también como polígrafo. De esta tecnología, que se desarrolló en Estados Unidos desde 1923, se ha hablado mucho en Colombia durante el último mes por cuenta del rechazo que suscitó su uso entre algunos fiscales especializados (quienes la calificaron de "oprobiosa y degradante") y por el anuncio que hicieron los altos mandos de la Armada de aplicárselo a los cinco sospechosos que tienen de haber introducido sustancias ilícitas en el buque escuela Gloria. Estos dos hechos revelaron que el uso del polígrafo es mucho más usual de lo que se cree (ver recuadro).

En Colombia el detector de mentiras comenzó a ser usado hace unos 10 años por el Ejército y compañías multinacionales, que traían poligrafistas estadounidenses, canadienses o israelíes para que aplicaran las pruebas. Su uso se extendió e incrementó a todas las Fuerzas Armadas a la par que aumentaba la ayuda militar y económica de Estados Unidos. Hoy ésta llegó a su cima justo cuando la desconfianza de los funcionarios de ese país hacia sus contrapartes colombianos está en su punto máximo. Un alto oficial antidrogas de la Policía le dijo a SEMANA que los estadounidenses están obsesionados con hacerles la prueba más seguido a todos los que están trabajando con ellos. Lo mismo están haciendo en la Fiscalía, y con igual propósito, con los funcionarios que manejan casos delicados. El vicefiscal Andrés Ramírez dice al respecto: "El polígrafo no es prueba de nada, pero sí es una guía que tenemos para determinar el nivel de confiabilidad de una persona". Todos los guerrilleros y paramilitares que se acogen al programa de reinserción también tienen que pasar por este examen.

Pero el uso del polígrafo no se ha limitado sólo a instituciones estatales. En los últimos ocho años han aumentado las pruebas comerciales en procesos de selección de personal y en investigaciones internas de las empresas en casos de fraude, abuso de confianza o espionaje industrial. Bernardo Ferro es un administrador de empresas, especializado en sicofisiología, pionero en este campo. Desde hace ocho años dirige una compañía especializada en la tecnología VSA (Análisis de Stress de Voz, por sus siglas en inglés). Este es un tipo de polígrafo que sólo mide los cambios de la voz, en hertz, generados por tensión o miedo. Este sistema es el mismo que tiene la Armada. Ferro tiene la mayoría de sus clientes en Colombia y Ecuador, aunque ocasionalmente también hace trabajos en Costa Rica y Perú.

Manuel Antonio Novoa también es administrador de empresas y desde hace tres años preside la Asociación Colombiana de Poligrafistas. Esta institución cuenta con más de 50 miembros afiliados y está a la vanguardia de esta tecnología en la región, como lo demuestra el hecho de que en el país está la sede de una de las 18 escuelas autorizadas por la Asociación Americana de Poligrafía para enseñar esta técnica que existe en el mundo. Novoa dirige también la empresa más grande de poligrafía que hay en Colombia: tiene siete examinadores y 14 máquinas con las que realiza más de 1.000 pruebas mensuales. Sus clientes pueden ser desde empresas de seguridad que quieren seleccionar personal nuevo, bolsas de empleo que van a colocar empleadas domésticas, compañías que quieren garantizar el grado de confianza de sus escoltas o bancos que desean hacer lo propio con sus cajeros. Novoa está convencido de las bondades de este procedimiento e insiste en que su función real "más que hallar culpables sirve es para salvar inocentes".