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EN EL NOMBRE DE DIOS

Quién está detrás del supuesto complot para asesinar al arzobispo de Bogotá, monseñor Pedro Rubiano Sáenz.

25 de diciembre de 1995

AUNQUE SUENE ABSURDO, un sicario terminó convertido en el ángel de la guarda del arzobispo de Santafé de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Pedro Rubiano Sáenz. Si no es por el arrepentimiento del sicario, quien fue hasta una iglesia del sur de la capital y le contó al sacerdote de la parroquia que había recibido una cuantiosa suma de dinero para asesinar al arzobispo, quizás el país estaría hoy nuevamente conmovido por un magnicidio que atizaría aun más la hoguera de la crisis que vive Colombia.
La noticia la dio a conocer el propio arzobispo el pasado jueves, cuando sin mayores detalles contó a los medios de comunicación el episodio. Monseñor Rubiano se abstuvo de dar el nombre tanto del párroco que le informó cómo el sicario arrepentido para proteger la vida de los dos. El hecho cayó de sorpresa para el prelado y sus colaboradores, quienes no tenían ningún tipo de conocimiento de la existencia de amenazas de muerte en su contra. Sin embargo, monseñor Rubiano se mostró tranquilo y a la salida de una reunión que sostuvo en la Casa de Nariño con el presidente Ernesto Samper, con el fin de discutir aspectos relacionados con la política de paz del gobierno y sobre las nuevas medidas para su seguridad personal, le dijo a los medios de comunicación que no sentía temor por su vida "porque la vida está en manos de Dios. Ya tengo la seguridad suficiente. Siempre ando acompañado de Jesucristo y del brazo del ángel de la guarda".
Después de conocida la noticia del frustrado atentado, políticos, dirigentes religiosos, funcionarios oficiales y distintos sectores del país rechazaron enfáticamente cualquier acción criminal contra el arzobispo. Por su parte, las autoridades dispusieron de medidas especiales de seguridad para el prelado. Aunque hasta el momento los organismos de seguridad del Estado no saben a ciencia cierta a qué grupo podría pertenecer el sicario arrepentido, hace dos semanas el nombre de monseñor Pedro Rubiano había aparecido en la lista de personalidades que podrían ser víctimas de atentados realizados por un grupo que se hace llamar 'Dignidad por Colombia', el mismo que se atribuyó el ataque contra el abogado del Presidente, Antonio José Cancino, y el asesinato del dirigente conservador Alvaro Gómez Hurtado.
La tesis de que este grupo podría ser el interesado en atentar contra la vida del jerarca de la Iglesia ha ido tomando cada día más fuerza. El jueves de la semana pasada, alrededor del mediodía, un hombre llamó a la cadena radial RCN de Medellín y después de identificarse como un miembro de Dignidad por Colombia, informó que el grupo estaba interesado en desestabilizar al país por medio de atentados y que uno de ellos podría ser el del presidente de la Conferencia Episcopal. En esa misma llamada telefónica el grupo también se atribuyó el asesinato del marcador de punta del Envigado Fútbol Club, Albeiro Pico Hernández, quien, cuando se dirigía al entrenamiento de la mañana, fue abaleado por dos sicarios en la capital antioqueña el miércoles de la semana pasada.
Pero más allá de quién esté detrás de los atentados y de estas llamadas telefónicas a los medios de comunicación, y de la indignación que causó la posible acción violenta contra el arzobispo, el viernes pasado el debate se centró más en la posibilidad de que un sacerdote viole o no el secreto de la confesión sacramental para informarle a una persona que puede ser asesinada. Este precisamente fue el tema del día en el programa radial Viva EM. Y es tal el grado de saturación con la violencia que tienen los colombianos, que la mayoría de las personas que llamaron, pese a considerarse católicas y a afirmar que la ley de Dios estaba por encima de la justicia humana, veían razonable que para estos casos el secreto de la confesión no se guardara, ya que la vida humana es superior a cualquier norma.
No obstante el tema quedó sin piso y se convirtió en lo que popularmente se llama un debate chimbo, cuando monseñor Rubiano afirmó que el sacerdote no violó el secreto de confesión, por cuanto el sicario le contó sus siniestros planes por fuera de la confesión sacramental. Y por encima de todo lo anterior, el posible atentado contra el jerarca de la Iglesia demuestra una vez más que los violentos de este país están dispuestos a desafiar con sus balas no sólo la ley penal sino la ley divina.