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EN EL NOMBRE DEL PADRE

No se sabe si el arresto de los hijos de Gilberto Rodríguez Orejuela fue un oso o una apretada de tuercas.

10 de abril de 1995

POR ESTOS DIAS EL APEllido Rodríguez aparece asociado cada vez con más frecuencia a nombres desconocidos. La semana antepasada los colombianos descubrieron la existencia de Jorge Eliécer Rodríguez Orejuela, quien hoy está tras las rejas. La semana pasada conocieron los nombres de María Alexandra y Humberto Rodríguez Mondragón, dos de los siete hijos de Gilberto Rodríguez Orejuela, quienes fueron detenidos el viernes durante unas pocas horas.
En compañía de su hermano Jaime, María Alexandra y Humberto Rodríguez habían sido objeto en 1992 de una investigación por enriquecimiento ilícito por parte de las autoridades. Con base en esta diligencia había sido dictada una orden de captura contra ellos. El Bloque de Búsqueda, apoyado por esta orden de captura, llevó a cabo un allanamiento a la compañía Migil de Cali en el que participó un representante de la Fiscalía Regional del Valle. Migil, cuyo nombre es una combinación de las primeras sílabas de los nombres Miguel y Gilberto, es una sociedad que hoy pertenece a los hijos de los dos hermanos Rodríguez Orejuela.
Tan pronto Maria Alexandra, quien tiene seis meses de embarazo y Humberto fueron detenidos, sus abogados se desplazaron rápidamente al cuartel del Bloque de Búsqueda y presentaron una certificación del 18 de octubre de 1994 por medio de la cual la Fiscalía había revocado la orden de captura. En ese momento tuvieron que ser liberados y fue ahí donde empezó la polémica.


CHAMBONEANDO
La detención de los delfines demostraba una gran chambonería. Se dijo que la razón por la cual fueron detenidos fue por una falta de coordinación de información entre la Fiscalía General, la Fiscalía Regional del Valle y el Bloque de Búsqueda. Todo indica que cuando se revocó la orden de captura la Fiscalía le informó a la Sijin, pero a nadie más. Ni siquiera el fiscal de Cali, quien ingenuamente mandó un representante al allanamiento, tenía conocimiento de la decisión de sus jefes.
Semejante descoordinación no suena muy lógica en el caso de la familia más perseguida del país en la actualidad. Aunque ninguna de las cabezas de las altas autoridades se pronunció oficialmente, SEMANA ha podido establecer que casi todas estaban disgustadas. El primer sorprendido fue el ministro de Defensa, Fernando Botero, quien no tenía conocimiento de los operativos del Bloque contra los hijos de los Rodríguez. Como la mayoría de los colombianos, el Ministro se sorprendió tanto por su captura como por su rápida liberación. Pero si Botero estaba sorprendido, el comandante de la Policía, el general Rosso José Serrano, aunque hermético, estaba indignado. Arrestar personas para tener que liberarlas inmediatamente puede dejar en ridículo al que las arresta. Y ante la opinión pública esas contradicciones dejan un mal sabor.
Por su parte, el fiscal Alfonso Valdivieso tampoco estaba contento. En su opinión era absolutamente claro que no había orden de captura vigente contra los jóvenes Rodríguez Mondragón y que el año pasado esto le había sido notificado tanto al Ejército como a la Policía. Por tanto o hay serios problemas de comunicación en esos organismos o había una clara intención de hostigar a los Rodríguez Mondragón.
De todas estas versiones contradictorias es difícil establecer quién tiene la razón. El Bloque de Búsqueda en Cali está actuando en forma autónoma sin consultar con Bogotá. Por lo cual sus operativos no están sujetos ni al conocimiento ni a la aprobación de ninguna autoridad en la capital. Por otra parte la Policía y el Ejército se tienen celos y desconfianza entre sí. Cuando cayó Jorge Eliécer Rodríguez Orejuela cada uno pretendía ser el autor del golpe y en declaraciones privadas descalificaba al otro.
Y por último siempre está el temor de las filtraciones. Los Rodríguez Orejuela han infiltrado a través de estos años diversos niveles de la fuerza pública, no sólo en Cali sino en Bogotá. Existe, por tanto, la preocupación permanente de que los operativos se sepan con antelación. Por eso la información es muy restringida como se vio en el caso del narcojet en Cali cuando la Sijin llegó 15 minutos antes que el Bloque de Búsqueda y dejó libres a los pilotos por no tener los datos completos. La sombra de este fantasma es tan grande que para arrestar a Jorge Eliécer Rodríguez Orejuela se llegó al ridículo de tener que acuartelar a la Policía en Cali y cortarle los teléfonos al Ejército para que los infiltrados del cartel en esas fuerzas no fueran a alertar a sus jefes.


JUGANDO CON CANDELA
Pero así como había mucha falta de coordinación en la información, es un hecho que alguien quería hostigar a los jefes de ese cartel. Nada mortifica más a un delincuente importante que el impacto de las actividades de su familia. Pablo Escobar solamente perdió el control en su vida cuando su esposa y sus hijos fueron devueltos de Alemania e instalados en las residencias Tequendama en Bogotá. La llamada que acabó con el jefe del cartel de Medellín fue un impulso familiar que pudo más que el instinto de supervivencia. Cinco años antes su hija Manuela de cuatro años y su esposa María Victoria habían sido retenidas durante ocho horas por el comandante de la Policía de Medellín, Valdemar Franklin Quintero. En esa ocasión quien pagó con su vida fue el coronel, el cual fue asesinado por órdenes de Escobar al enterarse de que a su hija no le habían dado tetero durante esas horas. Esta es la única confesión concreta que Escobar hizo en su larga carrera de asesinatos.
Todo esto indica que meterse con las familias es peligroso para cualquiera de las partes. Los hombres fríos se desmoronan cuando les tocan a los suyos. Esto produce que cometan errores o que reaccionen violentamente. Gonzalo Rodríguez Gacha murió pocos días después de que su hijo fue liberado de la cárcel, pues las autoridades le montaron a éste un seguimiento que permitió encontrar al padre.
Los hijos de los Rodríguez Orejuela no están metidos en los negocios de la familia. Esto es de conocimiento público en Cali y es motivo de orgullo para los capos quienes una y otra vez reiteran este punto a todo el que va a visitarlos. Gilberto Rodríguez se ufana siempre de los grados universitarios de sus retoños, varios de los cuales tienen máster en universidades de Estados Unidos. Humberto y María Alexandra, los dos detenidos la semana pasada, tienen especialización en ingeniería y sistemas de importantes universidades en el exterior.
Sin embargo ellos están comenzando a sufrir en carne propia el acoso de que están siendo objeto sus padres. Hace pocos días les quitaron las visas para entrar a Estados Unidos, lugar donde entraban y salían sin limitaciones durante muchos años. La semana pasada conocieron la humillación de ser esposados, filmados y arrestados como cualquier delincuente común. Colombia es un país de leyes y el hostigamiento duró pocas horas y no pasó de ahí. Pero el cerco contra sus padres se sigue cerrando.