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EN LA OLLA

Por cuenta de su esposa chilena, un ex diplomático colombiano terminó tras las rejas, acusado de narco.

19 de agosto de 1996

Desde la renuncia de Jorge Mario Eastman, en la embajada de Colombia en Chile no había tanta conmoción como la que produjo la detención por narcotráfico del ex tercer secretario Armando Botero Londoño el pasado 8 de julio. Botero Londoño es un abogado manizaleño de 58 años que llegó a Chile en 1992 como tercer secretario, cargo que ejerció hasta agosto de 1995, cuando se retiró para dedicarse a los negocios de exportación de su esposa, la chilena María Teresa Delgado Arriagada, y de Constanza Botero, su hermana. El día de su captura Botero iba a nacionalizar tres contenedores que habían llegado de Buenaventura en un barco de la Flota Mercante Grancolombiana. Pero para el Departamento de Aduanas fue muy sospechoso que el cargamento estuviera a nombre de un chileno muerto cinco años atrás. De inmediato la Aduana informó a la Policía, que esperó a los verdaderos importadores de las cuatro ollas esterilizadoras que escondían la droga. En la diligencia fueron detenidos Botero, su esposa, sus dos hijas colombianas -posteriormente liberadas sin cargos- y su hermana Constanza Botero Londoño. Igual suerte corrieron dos chilenos. Sin embargo, lo que parecería ser una diligencia policial de mediana importancia adquirió categoría de primera página por la condición de ex diplomático de Botero y por el volumen de droga incautada. Entre las paredes aislantes de las ollas había 480 kilos de cocaína. Como si fuera poco, días después la Policía descubrió 13 kilos más de droga en un quinto contenedor, que al parecer llegó en un avión de Avianca, y detuvo a otros dos chilenos. Según la Policía, Botero y su grupo habrían ingresado tres cargamentos entre diciembre de 1995 y abril de este año. Aparentemente desde Chile los contenedores eran reenviados a Estados Unidos con documentación chilena. Pero Botero, a pesar de la magnitud de los negocios en que estaba involucrado, no poseía ningún bien a su nombre o al de su familia. Vivía en un lujoso apartamento arrendado, el automóvil es propiedad de una empresa de leasing, su oficina también es arrendada y está pagando un préstamo a una entidad financiera. Colombianos residentes en Santiago coinciden en decir que Alberto Botero era un hombre muy simpático y colaborador, muy apreciado en la embajada, pero que terminó metido en este lío gracias a su esposa, que era el contacto con los narcos colombianos. El actual embajador, Samuel Salazar Echeverri, dijo que Botero gozaba de magnífica reputación y señaló que no era bueno condenar a una persona antes de que la justicia fallara en su contra. Refiriéndose al daño en la imagen del país dijo que "Colombia no se ve afectada por este hecho, ya que hay otras personas involucradas aparte del colombiano". Y, en tono casi molesto, el diplomático declaró que "sólo se ha nombrado al ex tercer secretario de la embajada de Colombia en Chile y no se ha dicho que la dueña del negocio era una chilena, la esposa de Botero". Las fuentes judiciales afirman que el futuro de Botero no es nada prometedor, ya que por el delito de tráfico de drogas le esperaría una pena de cinco a 15 años, que se podría duplicar si prospera una acusación que pesa sobre él y sus cómplices por asociación para delinquir. Para completar el panorama, su detención se produce cuando la clase política chilena enfrenta un nuevo momento de politización de la discusión sobre la droga y los parlamentarios y el gobierno rivalizan en proponer medidas de control y prevención, llegando al extremo de exigir pruebas de detección de drogas a los funcionarios públicos. Culpable o no, lo cierto es que en esta coyuntura Botero no ha encontrado quien lo defienda, por lo cual su única esperanza es un abogado de la familia que viajó en secreto desde Bogotá para tratar de conseguirle asesoría jurídica.