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Resistencia civil

En medio de la guerra

Por sexta vez se entrega el Premio Nacional de Paz. La guardia indígena del Cauca y el Comité de Cacaoteros de Remolino del Caguán son las experiencias ganadoras.

5 de diciembre de 2004

La guerrilla los acusa

de ser paramilitares y viceversa. Eso ha hecho que las comunidades indígenas del norte del Cauca, galardonadas con el Premio Nacional de Paz, sean atacadas por todos los frentes. Desde hace 60 años sus pueblos se han visto cercados por el fuego cruzado, pero en los últimos años el conflicto los quiso involucrar y ellos no lo permitieron. Así nació la guardia indígena. En 2001, más de 7.500 indígenas, guiados por la sabiduría de sus mayores y armados únicamente con bastones de mando, iniciaron un proceso organizativo para defender sus territorios y la vida de sus pueblos. "La solidaridad y el compadrazgo hacen parte de nuestro espíritu ancestral, por eso nos unimos para resistir a la violencia", dice Alfredo Acosta, líder de la Guardia.

Desde entonces han alcanzado lo inimaginable. En agosto de 2002 la guardia demostró su capacidad de resistencia al impedir que la guerrilla ingresara al municipio de Jambaló. Un año después, 2.000 miembros de la guardia se unieron para rescatar al misionero suizo Florián Arnold, que trabajaba con la comunidad y había caído en manos de las Farc. Hace sólo tres meses, cerca de 400 indígenas se internaron en las selvas del Caquetá para exigirle a la guerrilla que liberara a Arquímedes Vitoná, alcalde de Toribío. Y también lo lograron. Siempre, sin armas. "Este es un modelo único de cómo desde lo civil se puede crear seguridad totalmente desarmada. Es un ejemplo para un país que todo lo arregla con las armas", dice Martha Cárdenas, directora de Fescol, una de las convocantes al premio.

En el Caquetá, otra comunidad lucha desde hace 15 años contra la coca. El resultado de su lucha se llama Chocaguán y también recibirá el Premio Nacional de Paz.

Casi dos décadas después de que los cultivos de coca se tomaran la zona del Caguán comenzó a gestarse una iniciativa productiva para sacar de los cultivos ilícitos a muchos nativos. En 1989, con un fracaso de paz con las Farc encima y con la bonanza cocalera en auge, el padre italiano Jacinto Franzoi tuvo una idea que a muchos les pareció algo más que desatinada. Por fortuna, como dice el padre Jacinto, algunos creyeron y se le midieron a sacar adelante la propuesta. La idea fue sembrar cacao y caucho como alternativa a la coca. Las familias, que hoy suman casi 150, conformaron el comité de cacaoteros y a través de él lograron comprar la planta para la elaboración del chocolate que venden en la región y tienen un fondo de crédito para los campesinos.

Durante estos años las vicisitudes han hecho desistir a algunos. La más grande llegó con las fumigaciones para acabar la coca. Se destruyeron muchos cultivos ilícitos pero, de paso, cientos de hectáreas de cacao, lo que echó abajo la producción. Pero el padre Jacinto asegura que el obstáculo mayor ha sido otro, "la narcocultura, la plata fácil y rápida. Algunos decían que con la plata de la coca se compra hasta la mujer del vecino".

En el gobierno de Andrés Pastrana, los municipios del Caguán fueron escenario de otro intento de paz con las Farc que finalmente fracasó, y hoy son el corazón del Plan Patriota, lo que ha hecho que las batallas vuelvan a sus territorios. Sin embargo, las familias persisten y han logrado mantener a raya a las Farc, que durante mucho tiempo han tenido el control sobre todas las actividades de la zona.

El premio que se entrega el 6 de diciembre es un paso más en la lucha por mantener vivas estas experiencias. Las dificultades persisten y también los peligros, "hay muchos que siguen cultivando coca y espero que no haya una bonanza que entusiasme a los que siembran cacao", dice el padre Jacinto. Para los indígenas de la Guardia, el enemigo siempre acecha; "mientras nos quieran clasificar como parte de alguno de los actores del conflicto, la guardia estará amenazada por los que sólo entienden la lógica de la guerra", asegura el líder indígena.

Estas dos experiencias son sólo una muestra de los múltiples proyectos que las comunidades enarbolan para encontrar algo de paz en medio de la guerra. Fortalecer y hacer visibles estas iniciativas de paz es lo que busca el Premio Nacional de Paz, creado desde 1999 por Fescol, SEMANA, Caracol Radio y Televisión, El Colombiano, el sistema de Naciones Unidas y El Tiempo.