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| Foto: Guillermo Torres

ENTREVISTA MARÍA JIMENA DUZÁN

"En Colombia el debate sobre el periodismo se da con las vísceras"

El director de ‘El Tiempo’, Roberto Pombo, recién premiado por el CPB, habla de su carrera en los medios.

22 de febrero de 2014

MARÍA JIMENA DUZÁN: Nadie se imaginaría que usted comenzó en este oficio como un líder estudiantil revoltoso y como un periodista contestatario de izquierda.

ROBERTO POMBO:
Eso es cierto. Yo marché en 1974 contra la dictadura de Pinochet, en el paro de 1977 y contra el Estatuto de Seguridad. Cuando entré a la Universidad de los Andes estaba caminando la idea de que la iban a convertir en un politécnico y hubo un movimiento muy fuerte de gente de las facultades de Filosofía, de Ciencia Política y de Derecho –donde yo estaba– contra Fernando Cepeda, que era el subdirector de Los Andes. Esa protesta terminó en la expulsión de los dos profesores emblemas de ese movimiento, Rubén Jaramillo y Jorge Restrepo. Y es por Jorge que entro a hacer periodismo. Cuando decido no graduarme de derecho porque descubro que no quería ser abogado, me voy a estudiar Periodismo a Brasil y estando allá por intermedio de Jorge me enganchan como corresponsal de Alternativa. Llegué a esa revista cuando ya estaba muy ahogada económicamente y a punto de cerrarse. Pensé que no iba a poder hacer mucho, pero sucedió la toma de la embajada de República Dominicana por el M-19 y Enrique Santos Calderón, a quien acababa de conocer, me dijo que fuera y la cubriera.

M. J. D.: Usted era un hombre de izquierda. ¿Cuándo dejó de serlo?

R. P.:
Fui un hombre de izquierda pero, a diferencia de muchas personas de ese entonces, nunca compartí la lucha armada. Y en mi larga carrera periodística jamás me he reunido clandestinamente con ningún guerrillero. Todos los contactos que he tenido con los guerrilleros han sido en desarrollo de procesos de paz.

M. J. D.: ¿Y cuándo entra al diario ‘El Tiempo’?

R. P.:
Yo regreso a Bogotá luego de haber trabajado varios años en Barranquilla, tanto en El Heraldo como en el diario El Caribe, a trabajar como reportero en el Noticiero Nacional, el primero que era de periodistas y no de políticos, pero no duré mucho tiempo. Un día me llamó Enrique Santos Castillo, presumo que por recomendación de Enrique, que no sé si para esa época fuera una buena cosa. En la entrevista tuve una conversación que recuerdo mucho y que además les repito a los reporteros jóvenes. “No te voy a preguntar tu filiación política porque debes ser camarada: trabajaste con mi hijo Enrique”, me dijo. “Solo quiero preguntarte una cosa”, me aclaró. “¿Desprecias la política colombiana, los partidos, el Congreso, etcétera?” Le dije que no, que no la despreciaba y le pregunté la razón de esa pregunta: “Es que ese desprecio se nota cuando uno escribe y para que las noticias se lean se necesita que no se sienta ese desprecio”. Ahí arranqué en El Tiempo como editor político. Luego pasé a ser editor judicial.

M. J. D.: ¿Y dejó de escribir sin que se le notara ese desprecio por la política? O mejor, ¿usted entra a ‘El Tiempo’ y se ‘aconducta’?

R. P.:
Pues es que entre la forma de escribir de Alternativa y la de El Tiempo sí hay una diferencia fundamental. Y en cuanto a que me ‘aconducté’, depende de lo que eso signifique. Cuando yo entré a El Tiempo la información sobre la guerrilla y el gobierno era una información judicial. Di una pelea interna para que fuera la sección política la que manejara ese tema y la gané. En ese momento era normal que el tema de la guerrilla fuera judicial, porque no había habido nunca un proceso de paz. Como editor político, manejé todo el proceso de paz de Belisario y luego el de Barco. Renuncio en 1990 porque me voy a casar con Juanita Santos cuyo marido ha muerto en la bomba del avión de Avianca. Mi renuncia era obvia: Juanita era la hija del dueño y director del periódico, y no podía seguir trabajando ahí.

M. J. D.: Desde entonces usted ha sido codirector de SEMANA, hizo radio con Julio Sánchez hasta que terminó montando otro proyecto periodístico que no perduró: la revista ‘Cambio’ con Gabo y periodistas como María Elvira Samper y Patricia Lara.

R. P.:
Fue una experiencia apasionante sobre todo porque era un lujo tener a Gabo entre nosotros. Pero al final resultó un desastre económico para todos. Yo decidí irme a vivir a México para sacar Cambio en México y me fui del país tres años. Sin embargo, la revista no sobrevivió a las peleas internas en Televisa, que era nuestro socio. De esa experiencia periodística me queda la entrevista que le hicimos al subcomandante Marcos, Gabo y yo.

M. J. D.: ¿En qué se diferencia el subcomandante Marcos de un jefe guerrillero colombiano?

R.P.:
En que el subcomandante Marcos era un pacifista.

M. J. D.: Y cuando regresa otra vez a ‘El tiempo’ como editor del periódico y lo venden al Grupo Planeta, ¿se imaginó que lo iban a nombrar director?

R. P.:
No solo no se me había ocurrido sino que pensaba que el cargo de editor de El Tiempo iba a ser el fin de mi carrera. Menos se me ocurrió que el periódico se fuera a vender y que yo pudiera llegar a ser su director.

M. J. D.: El Grupo Planeta vende el periódico a Luis Carlos Sarmiento Angulo. ¿Cómo es ser director de un diario cuyo dueño es el empresario más poderoso de Colombia?

R. P.:
Digamos que desde fuera el cambio es enorme, como ha pasado con el New York Times, con el Washington Post. Ahora, desde el punto de la producción de las noticias, no ha cambiado nada.

M. J. D.: Pero sus críticos opinan lo contrario.

R. P.:
Mire, yo la invito a hacer un debate pero sobre la información que sale y no sobre la presunción. En Colombia el debate sobre el periodismo es muy pobre porque se da desde las vísceras, a partir de columnistas que pelean con otros columnistas o con otros medios. A nosotros nos falta un escenario de discusión ética que para mí debería ser la Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano. Esta conversación que estamos teniendo no se puede tener en términos de que si un banquero compra un periódico, la información es mala. Lo que hay que discutir es si la información que efectivamente estamos publicando es buena o mala.

M. J. D.: ¿Luis Carlos Sarmiento lo ha llamado alguna vez para decirle qué publicar o qué no publicar?

R. P.:
Jamás me ha llamado para que yo diga algo en una noticia, ni a criticarme un editorial ni a proponerme nada. Nunca lo ha hecho. He tenido conversaciones en las que él muy a posteriori me ha hecho comentarios, cosa que es absolutamente natural. Él no decide lo que sale en el periódico.

M. J. D.: Y cuando la información riñe con sus intereses económicos, ¿no es difícil manejar ese potro?

R. P.:
Claro que es más difícil. Pero la responsabilidad nuestra es hacerlo bien. Y si la información es mala, lo interesante es que se abra una discusión amplia sobre ética periodística y no una a caucherazos desde una trinchera.

M. J. D.: ‘El Tiempo’ siempre ha sido gobiernista…

R. P.:
Digamos que El Tiempo siempre ha sido más institucionalista que gobiernista. Hay que distinguir entre el periódico que fue herramienta de combate del Partido Liberal y el periódico más moderno de los últimos 30 años.

M. J. D.: Entonces le pregunto más concretamente: ¿no está mal que ‘El Tiempo’ se le note su santismo y que de por medio haya una cercanía familiar?

R. P.:
Mire, El Tiempo ha apoyado y apoya a Santos. Eso no quiere decir que la información que se publica sea favorable únicamente al gobierno. No estoy de acuerdo con la visión periodística de que los medios miran las cosas desde la barrera y que desde allí van disparando porque la independencia consiste en darle a todo el mundo. La independencia no se adquiere cuando uno le da a todo el mundo. La independencia se les demuestra a los lectores en la medida en que la información que se les da está libre de contaminación, pero no de concepciones. Eso es para mí una información independiente. Los periódicos gringos dicen por quién van a votar y eso no afecta su independencia periodística. Lo mismo los europeos. Y en cuanto a la cercanía tan grande de muchos dirigentes, eso de pronto habla mal de Colombia como democracia. Pero no necesariamente habla mal de la información que se publica en El Tiempo. Nosotros publicamos denuncias en su unidad investigativa de mil cosas que afectan al gobierno. Y en ese sentido le voy a decir algo que seguramente causará mucha roncha: a pesar de que tiene muchas embarradas, yo creo que el gobierno de Santos ha sido superior a muchos otros. Sus resultados objetivos en cifras lo ponen por encima del promedio general. Lo que pasa es que Santos es mejor para los resultados que para los discursos. Y si a esas cifras objetivas se le suma el proceso de paz, la verdad es que sería una ridiculez negarse a estas evidencias. Lo que pasa es que, como siempre ha dicho Gabo, aquí no hay opinión pública sino hinchas.

M. J. D.: ¿Y qué queda del Roberto Pombo de las épocas de ‘Alternativa’?

R. P.:
Mire, yo soy la construcción de todo lo que he sido. Y me parecería una falta de seriedad estar yo exactamente en lo que estaba hace 40 años. Obviamente pasar de estar en una revista antisistema a ser el director símbolo del sistema es un cambio enorme. Mire, ahora están los estudiantes de Caracas tirándole piedra al gobierno. No pretendo que esas personas dentro de 40 años estén en lo mismo. Ellos y el mundo cambian.

M. J. D.: ¿Qué cree que no ha cambiado en este país?

R. P.:
Creo que no ha cambiado una cierta indiferencia vergonzosa de muchos sectores de las clases altas con los sectores más pobres del país. Uno ve eso en la discusión del proceso de paz. Se les ve distantes y más bien poco comprometidos, a la espera de que si el resultado es bueno se meten y si es malo, no.

M. J. D.: ¿Eso es lo que piensa Luis Carlos Sarmiento?

R. P.:
A riesgo de ser infidente le puedo decir que Luis Carlos Sarmiento considera que las fallas en la Justicia son parte de las causas de la violencia y cree que hay que fortalecerla para el posconflicto. Y en términos de la impunidad de los guerrilleros, dice que si queremos firmar un acuerdo con ellos, tenemos que tragarnos unos sapos.