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Encuentros del tercer tipo

La reunión de Costa Rica permitió el surgimiento de la sociedad civil como tercería clave y permitió al gobierno acercarse al ELN.

20 de noviembre de 2000

Jorge Iván Arteaga, familiar de seis secuestrados del kilómetro 18, se acercó tímidamente a Felipe Torres, uno de los comandantes del ELN, y le dijo: “Con todo respeto le pido que nos dé pruebas de supervivencia de nuestros familiares”. Perplejo, el curtido guerrillero se quedó unos segundos en silencio. Luego le susurró: “La guerra es dolorosa para todo el mundo”. Hizo una pausa y atinó a explicarle: “Voy a mirar qué puedo hacer”.

Arteaga es un modesto empleado cuyos familiares fueron secuestrados el 17 de septiembre cuando tuvieron la mala fortuna de ganarse unas boletas para un almuerzo en un restaurante de la vía al mar. Y su cara a cara con el vocero del ELN recluido en Itagüí se produjo el pasado martes 17 de octubre en San José de Costa Rica durante la Conferencia Internacional por la Paz y los Derechos Humanos, convocada por el gobierno de Andrés Pastrana y las Organizaciones No Gubernamentales que conforman Paz Colombia.

Ha habido otros encuentros en los que víctimas y victimarios se conocen en persona. Y puede que en algo ayuden a la reconciliación. Pero la reunión de Costa Rica llegó más allá, pues se comenzó a configurar con claridad el papel que podría jugar la sociedad civil en el proceso de paz y que según dicen los expertos es determinante en el éxito de una negociación. En Guatemala, por ejemplo, fue la sociedad civil la que definió la agenda de negociación entre gobierno y guerrilla y los obligó a mirar a ambos hacia el mismo lado.

Las ONG convocantes creen que la reunión de Costa Rica es un punto de inflexión en la construcción de un movimiento que aglutine a la sociedad civil. Para empezar, porque por primera vez lograron una interlocución de alto nivel con el gobierno y la comunidad internacional, representada en 34 embajadores. Demostraron que —en estos tiempos de la globalización— su capacidad para convocar es mucho mayor. Asistieron unas 300 personas de todas las tendencias ideológicas y estratos sociales. Tuvieron además la oportunidad de mostrarle de frente al gobierno y a la comunidad internacional su vehemente rechazo al Plan Colombia y también lograron que se escuchara el punto de vista de las víctimas, representadas por muchas de esas ONG.

Hay antecedentes históricos de que cuando esto ocurre las cosas pueden cambiar de rumbo. Basta recordar el caso de Suráfrica, donde la reconciliación comenzó cuando las partes abrieron sus oídos a las víctimas. “Aquí se ha dado un paso muy sólido”, resumió Anders Kompass, delegado de la ONU para los Derechos Humanos en Colombia. “Con el tiempo vamos a darnos cuenta de la trascendencia de esta cita”, agregó Jan Egeland, asesor especial del secretario general de las Naciones Unidas para Asistencia Internacional a Colombia.

Casi la totalidad de participantes llegaron con sus propuestas escritas y bien documentadas y expresaron todas la opiniones: desde aquellos que creen que el Plan Colombia es la panacea para encontrar la paz hasta los que piensan que es el desembarco militar de Estados Unidos en el país. Y comparativamente con Ginebra, en Costa Rica se avanzó más porque hubo una gran participación de gente que lidera procesos en el país real y concreto.



Primero el dialogo

“Se expusieron todas las ideas de manera combativa y respetuosa”, dijo el ministro de Desarrollo, Augusto Ramírez Ocampo. El tono de voz del Ministro fue de satisfacción. Sabía que había cumplido porque obtuvo un saldo doblemente positivo. De un lado, escuchó a variados sectores de la sociedad civil que rechazan con vehemencia el Plan Colombia, una de las exigencias de Europa, cuyos delegados vendrán el martes 24 de octubre a la cita de la Mesa de Aportantes; y tuvo un diálogo de altura con el ELN, hecho que los acercaría para iniciar las conversaciones de paz.

“Claro que destaco estos aspectos porque hubo más de una persona que nos aconsejó que no fuéramos porque nos iban a montar una encerrona”, confesó un miembro del gobierno. A priori las condiciones estaban para que esto sucediera en la apacible San José: críticos del Plan Colombia, representantes de colectividades olvidadas, víctimas del desplazamiento, familiares de desaparecidos y, para completar, el ELN y las Farc.

De carambola, el gobierno se anotó otro punto con la ausencia de las Farc, organización que se privó de exponer su rechazo al Plan Colombia en un escenario privilegiado. Su política de la silla vacía, en este caso, no sólo incomodó a los asistentes sino que los ofendió: “Bajo ninguna circunstancia aceptamos reunirnos con voceros del paramilitarismo representado allí en personas ampliamente conocidas por el pueblo”, escribieron las Farc.

La sorpresa causada por esta actitud fue superada con rapidez por los asistentes, quienes hicieron primar el diálogo como herramienta principal de la cita. Desde el primer momento se impuso la aceptación del otro no como enemigo sino como interlocutor válido. “Es un ejemplo maravilloso de cómo los colombianos pueden sentarse a resolver sus problemas”, definió Mariane Dacosta de Moraes, embajadora de Austria.

De esta manera el gobierno tomó oxígeno para el encuentro de este martes en Bogotá, pues tenía temor por la advertencia de los europeos en el sentido de que apoyaban el proceso de paz pero no el Plan Colombia. Con la cita de San José se mostró abierto a conversar.

Y esto es un buen síntoma de que pese a las heridas y a las múltiples visiones del problema el diálogo es la vía para resolver el conflicto. “Porque no hay otra salida. Todos debemos aceptar que nos equivocamos y que ahora se trata de poner nuestro granito de arena en la construcción de un país distinto”, dijo el representante Juan Manuel Corzo, a quien no le tembló la mano para saludar con dignidad a Ramiro Vargas, miembro del Comando Central (Coce) del ELN, enviado a la cita. Corzo fue uno de los secuestrados del Fokker de Avianca y quien estuvo durante año y medio entre la selva en poder del ELN.

Y aunque muchos analistas han dicho que la reunión falló porque no surgieron acuerdos concretos, el haber abierto un espacio para que víctimas, armados, gobierno y comunidad internacional soñaran conjuntamente el futuro de este país fue suficiente para satisfacer a los participantes.