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Todos los concejales viven en la zona que custodian las trincheras de la Policía. De vestido verde, Matilde Arbeláez, quien sacó a su familia y no se lanzará de nuevo. Luz Dary Morales sólo consiguió que le aprobaran una placa en un polideportivo. Plácido Barrios, de camisa amarilla, quiere repetir curul, le han matado dos hermanos. Y Luis Antonio Ballén.

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Entre la política y el miedo

En Caquetá se medirá si la democracia vencerá a las Farc. María Alejandra Villamizar recorrió el departamento que se prepara para las elecciones en medio de la guerra.

4 de agosto de 2007

Para hacer política en Caquetá, o se tiene una fe muy grande en Dios o se confía en sacar una tajada que compensa el riesgo. Nadie, en este exuberante departamento, puede dar garantías para que un político esté a salvo mientras hace lo suyo. Aun así, hombres y mujeres desafían su propio miedo y se hacen candidatos. Atribuyen su aspiración a su deseo de trabajar por la comunidad, pero en la mayoría de los casos los alienta una enorme pobreza y la ambición humana de ser algo más en la vida.

La agitación electoral aparece ante los ojos del visitante desde que se llega a Florencia, la capital. En medio del caos vehicular del medio día, el destello del sol cae justo sobre el nombre del gobernador, Juan Carlos Claros, que se repite en vallas bien pintadas a lo largo de la avenida circunvalar. Pero de Claros no se habla bien. Escandalosos porcentajes de comisión en los contratos que ha otorgado son la comidilla de la gente, que ya en campaña, empieza decidir cuál de los ocho candidatos a la Gobernación debe ser su reemplazo.

Y para el alcalde de Florencia, Arnaldo Barrera, el tiempo fue corto para cumplir con sus promesas. Huecos interminables y abundante basura en los andenes aparecen como una cuenta de cobro. Nada extraordinario en una capital alejada del centro del país, que tiene mejores condiciones de seguridad, en donde las campañas políticas van al son que toquen los parlamentarios y sus recursos. Distinto se vive en los pueblos donde la sombra de las Farc oscurece aún el panorama.

Doncello, Puerto Rico y San Vicente del Caguán son tres poblaciones unidas por una carretera. La vía por largos trayectos está en condiciones de trocha veredal. Tiene seguridad de principio a fin. Tanquetas del Ejército, camiones con soldados y con policías transitan a diario al lado del ganado y del queso, que son los dos pasajeros más frecuentes. Sin embargo, quienes viajan por Colombia y viven por ella no intentan moverse cuando el sol se oculta. Y menos en época de elecciones.

En un retén, el último de camino a San Vicente, un soldado requisa las maletas con una lista en mano. En ella se lee la descripción de una "terrorista de la ONT Farc, alias 'Ximena', acaba de entrar a la estructura central del frente 14. De pelo claro, ojos oscuros". En semanas recientes las Farc aparecieron en la vía con sus camuflados y fusiles. Ni la seguridad democrática ha podido contrarrestar la intimidación sobre esta vía vital para Caquetá. No hay candidato, gobernador o presidente que no renueve la promesa de una solución al lío de la carretera, pero la artería principal de la economía agropecuaria de esta región no se recupera.

Contra la marea

Los cementerios son pruebas del vínculo que hay entre la muerte y la actividad pública en Caquetá. Argemiro Medina, el carnicero del pueblo, ocupa la más reciente tumba en el camposanto de Doncello. El 10 de julio terminaron sus 65 años de vida, los tres últimos dedicados al Concejo, porque las balas de las Farc lo encontraron en la sala de su casa a la hora de la misa. De poco sirvieron los refuerzos de Policía que habían enviado a la estación o las advertencias que corrían de boca en boca. La concejal Ofelia y su hermana también cayeron. Las mujeres eran tan pobres, que nadie ha pagado ni una cruz para su tumba. Quedaron vivos nueve de los 11 concejales.

Y los que sobrevivieron se fueron. Algunos que aspiraban a la reelección, desistieron. Álvaro Gallego, por ejemplo, hace papeles para irse para Canadá, en donde ya viven al menos ocho familiares. El personero, Diego Giraldo, confirma que las solicitudes de certificados de amenazas aumentaron después de la matanza, y el comercio registra una baja en sus ventas.

Pero nadie para a esta gente. La campaña política en Doncello está en auge. Tres candidatos son los más opcionados para disputar la alcaldía. Un liberal, uno de la Alianza Social Indígena y otro más por Convergencia Ciudadana. Ya tienen sedes pintadas. La muerte de los concejales, hace 20 días, parece cosa del pasado, y aunque no hay listas definidas, hay candidatos dispuestos a cumplir las recomendaciones necesarias para conseguir los 200 votos que necesitan: no salir al campo, ni hacer proselitismo después de las 6 de la tarde, tampoco alejarse del centro.

El empeño por seguir adelante tiene que ver con la historia de empuje que tienen los habitantes de estas zonas de colonización. La mayoría es hijo o nieto de gentes que llegaron a probar suerte. Tienen alma de peregrinos, no tienen trazada la vida en una línea recta y sienten que su suerte está echada. O si no, ellos mismos se la echan. Como lo evidencia la importancia del programa radial del Indio Chumayoi. "El indio que les quita los maleficios a los blancos civilizados".

La amenaza de las Farc sobre los concejales, alcaldes y diputados está siempre vigente. El 14 de julio llegó la última, firmada por la columna Teófilo Forero. En ella piden la renuncia de todos estos servidores públicos de Neiva, Campoalegre, Algeciras, Gigante, Hobo, San Vicente del Caguán y Puerto Rico. Y como ninguno lo ha hecho, ya son objetivo militar.

En Puerto Rico hace unos años los habitantes vieron volar en pedazos la alcaldía y la sede de Telecom; después el asesinato de dos alcaldes consecutivos, y el 24 de mayo de 2005 vivieron la masacre de cuatro concejales en "el recinto de la democracia".

Aunque cinco nombres se pelean la Alcaldía, sólo dos tienen el aval de un partido político. Wílmer Cárdenas, liberal, y Adrián García, del Polo Democrático. Alguno tendrá que conseguir los 1.200 votos con los que alcanza a ser elegido. La baja participación en las elecciones es la regla en estos lugares en donde la población del campo muchas veces no puede votar.

Lo que no se ve por estas tierras ni pintado en la pared, literalmente, es el partido de La U. Los candidatos uribistas deben buscar un aval no tan vistoso como el del rey de la coalición de gobierno. A Cambio Radical también le va mal. Poco y nada sirve en esta zona, lo que en otras es la garantía del triunfo político, la foto en compañía del Presidente. Por esto, los partidos Convergencia Ciudadana, Colombia Democrática, Apertura Liberal, y la Alianza Social Indígena reparten avales a diestra y siniestra. Se nota el debilitado el poder del Partido Liberal tras la muerte del clan Turbay, asesinado por las Farc.

En este municipio, al que le dicen: "el pueblo de las dos mentiras" porque ni es puerto, ni es rico, mandan las mujeres. La secretaria de gobierno, María Eugenia Herrera, tiene 22 años y va que vuela para la política. Es tan entusiasta, que califica lo que pasa en Puerto Rico como producto de la magia de "Macondo". También es mujer la personera, Dos jóvenes abogadas que reemplazan al alcalde, porque éste, por seguridad, no permanece en el pueblo.

La ciudad sitiada

San Vicente del Caguán simboliza el deseo de triunfo del Estado sobre las Farc. A este pueblo grande llegaron las Fuerzas Militares a restablecer el orden, llegó el presidente Uribe a ejercer la soberanía, a las calles aledañas de la plaza central llegaron los recursos de Estados Unidos para construir una biblioteca, el Ministerio del Interior financia una nueva sede para la alcaldía, que reemplace la destrozada por una bomba, y el programa de la Presidencia, Acción Social, entrega subsidios y mercados para los más pobres. Pero la continuidad de la zozobra es tan notoria, que es inevitable pensar que esta guerra está lejos de ser ganada. Las Farc aquí siguen mandando.

Lo saben todos. Y lo saben quienes aspiran a ser elegidos en octubre, personas del pueblo que quieren gobernar este lugar que tiene una agenda por resolver que pondría en aprietos incluso a un gobernante de la más alta estatura política.

Tiene casi 50.000 habitantes y 280 veredas, de las cuales no se pueden visitar sino dos o tres. Es del tamaño del departamento del Huila y las carreteras están en mal estado y sólo en el casco urbano se mantiene un control relativo en la seguridad. Hay prohibición de la guerrilla para comercializar los más de 500.000 litros de leche que se producen al día. Tiene 14.000 millones de pesos de presupuesto y se desconoce el monto de la deuda pública.

Es sede de un batallón inmenso repleto de soldados, una estación de Policía donde se dice que hay unos 60 hombres, una brigada móvil del Ejército y un batallón de alta montaña, y un número no despreciable de personal de los organismos de inteligencia. Aun así, está azotado por la nueva realidad de la delincuencia común que asalta casas y negocios. Esto, en medio del arraigo histórico de las Farc que la rodean y merodean con los frentes 14, la columna Teófilo Forero del Bloque Sur, guerrilleros del Bloque Oriental y cientos de milicianos en el casco urbano.

Pese a este panorama, están en marcha las elecciones para que llegue 'el cambio'. Y este les va a llegar primero a las vidas de los que ganen. A los concejales y al alcalde de San Vicente les toca vivir dentro de una cuadra custodiada las 24 horas, tener escolta y usar, en lo posible, chaleco antibalas en un clima de 35 grados centígrados.

El candidato más visible es Hernán Cortés, quien trabajó en el municipio durante 14 años. Fue mensajero, tesorero, jefe de presupuesto, hasta secretario de Hacienda. Encontró el aval en Apertura Liberal. Empezó la campaña hace un año con escoltas que paga de su bolsillo y una campaña a la que se le nota el apoyo de los patrocinadores. "Hicimos una rifa de un carro, 100 boletas a un millón de pesos y de ahí, nos hemos financiado", comenta.

Y están los demás. Un teólogo, ex seminarista joven que trabajaba en el vicariato de la iglesia, levanta la bandera del Polo Democrático. Está convencido de que si "el campo vota, el Polo gana", pero aún no se confirma si habrá mesas de votación en las inspecciones de Policía. Podría dar la sorpresa porque el Polo sacó en San Vicente la más alta votación en las presidenciales.

Los demás candidatos dicen que por ahora manejan un bajo perfil. Julio César Carrillo, de la Alianza Social Indígena, espera que su estrategia de campaña le funcione y confía en el desgaste de Cortés. Y Farid Quintero, del Partido Liberal, se ve muy solitario.

Con los concejales, la historia no es distinta a la de los otros pueblos. El último asesinato fue en enero de este año y las muertes del Doncello tienen a algunos con dudas de lanzarse a la reelección. Pero muchos sí están decididos, como Eduardo Cedeño, que ha sobrevivido a dos atentados y busca un segundo período. "Uribe alborota a las Farc desde afuera. Que se iguale en condiciones de seguridad con nosotros a ver si sigue siendo tan guapo", comenta.

Y para cerrar el círculo, la corrupción campea en el departamento como la misma plaga guerrillera. Investigaciones y denuncias se tramitan sin esperanza porque dicen algunos que aquí la justicia depende de quien la pague mejor. Es verdad, llegan las elecciones y se debería respirar un nuevo aire. Pero por ahora, no parece que exista candidato capaz de vencer los designios de un pasado que no le permite dar la bienvenida al futuro.