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El conjuez, José Roberto Herrera, fue clave para destrabar la discusión en la Corte. Fue quien propuso aprobar la adopción de los hijos biológicos con la que se llegó a un acuerdo.

JUSTICIA

Es apenas el comienzo para la adopción de parejas gay

La Corte no permitió la adopción, salvo para los hijos biológicos. Es inevitable que esa misma corte tenga que fallar a favor de la igualdad total.

21 de febrero de 2015

El miércoles en la noche, 140 caracteres dieron por terminado uno de los debates más álgidos de los últimos tiempos. La Corte Constitucional, en un hecho sin precedentes, comunicó por Twitter su decisión sobre la adopción igualitaria: “Las parejas del mismo sexo solo pueden adoptar cuando la solicitud recaiga en el hijo biológico de su compañero o compañera permanente”. La frase, aunque parca, dio por terminada una disputa que sacó a la luz todo tipo de argumentos jurídicos y peleas personales. Y que dejó ver que en Colombia coexisten dos países: uno progresista y de avanzada, y otro en el que sobreviven los más enconados prejuicios.

Esos dos países chocaron la semana pasada. La Universidad de La Sabana tuvo que retractarse dos veces por haber dicho que la homosexualidad era una enfermedad. A un columnista de El Colombiano, Yohir Akerman, decir que “Dios se equivoca” en una columna terminó costándole el puesto. La senadora Viviane Morales, que presentó un referendo para atajar la decisión de la Corte, dijo que la única “familia óptima” es la compuesta por “hombre y mujer”. Del otro lado, por primera vez un gobierno se pronunció abiertamente a favor de la causa gay. Tanto el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, como el de Justicia, Yesid Reyes, apoyaron la adopción igualitaria. El fiscal, Eduardo Montealegre, salió a criticar a la Corte, de la que fue miembro hace algunos años, y dijo que esta “se quedó a mitad de camino”.  “Vergüenza, fallo inútil. Vendrán tiempos más modernos”, escribió Brigitte Baptiste, la directora del Instituto Von Humboldt y uno de los miembros más visibles de esa comunidad.

En ese forcejeo no hubo mucho espacio para explicar la decisión de la Corte.  A eso se sumó que la comunicación del fallo por Twitter, y el hecho de que el comunicado oficial solo saliera 24 horas después, hizo que la mayoría de las reacciones se dieran sin conocer el fallo.
La comunidad LGBTI pudo no haber alcanzado lo que quería, pero fue la gran ganadora de esta discusión. Primero porque su causa despertó la solidaridad de sectores que antes no se pronunciaban sobre el tema, en parte en rechazo al radicalismo de sus opositores. En segundo lugar, porque jurídicamente Colombia dio un salto en la historia. En el mundo, solo 19 países aceptan la adopción por parejas del mismo sexo. De estos, la mayoría ha dado ese paso por ley y solo Sudáfrica, Brasil y la Unión Europea por una decisión judicial. Con la fórmula de la Corte Constitucional, el país quedó al nivel de otros del primer mundo, como Alemania, que por ahora solo permite la adopción de los hijos biológicos, pero acepta que los homosexuales son familia y están en plena capacidad de hacerse cargo de sus hijos. SEMANA responde las tres principales preguntas que dejó este fallo.

Lo que se decidió

El tema de la adopción igualitaria había divido a la Corte Constitucional en dos posiciones que parecían irreconciliables. Hace dos semanas la votación había quedado 4-4 (pues el noveno magistrado estaba impedido) y por eso la decisión recayó en un conjuez. Esa balota de la historia le correspondió al expresidente de la Corte Suprema José Roberto Herrera, quien finalmente jugó un papel clave en destrabar el asunto.

Los magistrados analizaron unas expresiones del Código de Infancia para determinar dos temas. El primero era definir si la adopción que pueden tramitar las parejas heterosexuales violaba el derecho de las parejas del mismo sexo a no ser discriminadas y a constituir una familia. En ese punto la votación quedó 5 a 4. El conjuez Herrera se sumó a los cuatro magistrados que estaban originalmente en contra (Luis Guillermo Guerrero, Gabriel Mendoza, Martha Sáchica y Jorge Pretelt). Sin embargo, hay un detalle clave de filigrana jurídica. La Corte nunca dijo que los gais no puedan adoptar conjuntamente, sino que debe ser el Congreso quien debe regular el asunto.

A pesar de que pasó de agache, el segundo tema representa un avance enorme. La Corte también analizó los casos en los que se pide una adopción consentida de los hijos biológicos de la pareja. Este tema ya había desatado una enorme polémica el año pasado cuando dos mamás de Medellín ganaron esa lucha gracias a una tutela. En el fallo de esta semana la Corte le garantizó esa posibilidad a todos aquellos que tengan casos similares, pues consideró que prohibirlo iría en contravía del derecho constitucional de los niños “a no ser separados de su familia”. Y ahí Herrera fue clave porque logró convencer incluso a quienes estaban en desacuerdo con todas las formas de adopción.

Los efectos de la sentencia
 
En la práctica este es el primer fallo de la Corte que de manera general rompe el paradigma de que los gais no pueden adoptar. En el pasado habían salido sentencias de tutela como la del periodista del diario The New York Times, Chandler Burr, y de las dos mamás de Medellín que habían autorizado casos particulares. Sin embargo, hasta hace unas semanas para que los gais pudieran adoptar al hijo de su pareja tenían que acudir a una tutela.

Algunos juristas han señalado otros efectos del fallo. Hay quienes creen que abre la puerta para nuevas inequidades. Por ejemplo, el ex magistrado y actual rector del Externado de Colombia,  Juan Carlos Henao, señaló que “se genera una discriminación hacia los hombres homosexuales en el sentido de que ellos no se pueden inseminar como las mujeres”, y por lo tanto no podrían tan fácilmente adoptar al hijo de su pareja. La organización Colombia Diversa, por su parte, aseguró que “la Corte creó una nueva ilegitimidad entre los hijos, es decir, estableció castas de hijos entre aquellos que son biológicos y los adoptados”.

¿Qué viene a futuro?

La negativa de la Corte a la adopción de los LGBTI no es el fin de esa controversia, sino el comienzo. Por ahora hay dos escenarios abiertos. El senador Armando Benedetti ya anunció que va a presentar un proyecto de ley el 16 de marzo apenas comience la legislatura. En el Capitolio es muy difícil que este llegue a ser ley si se tiene en cuenta que en los últimos 15 años se han hundido 11 iniciativas que buscan reconocer algún tipo de derecho para esa comunidad. Ni siquiera cuando la Corte le dio al Congreso dos años de plazo para reglamentar el matrimonio gay, los parlamentarios se dieron esa pela.

Por lo tanto, lo más probable es que el debate real tenga lugar nuevamente en la Corte Constitucional. Actualmente hay otra demanda también sobre adopción interpuesta por la Universidad de Medellín, que analizará el tema no desde el argumento de la igualdad, sino del interés superior del menor. Como ese cargo no se debatió en el fallo de hace unos días, la Corte podrá retomar nuevamente el tema.

Hay unos aspectos logísticos que pueden cambiar el panorama. Como el magistrado Mauricio González tendrá que volver a declararse impedido, se nombrará otro conjuez. Estos suelen ser abogados de gran trayectoria y de diferentes ideologías, y están, a la vez, Carlos Gaviria y el sacerdote Mauricio Uribe Blanco. El tiempo que se demore la Corte en estudiar esta demanda también será clave pues hay dos magistrados conservadores que salen de sus cargos en los próximos meses. El primero es Mauricio González, quien finaliza su periodo, y la segunda es Martha Sáchica, quien está en el cargo en reemplazo de Alberto Rojas hasta que el Consejo de Estado defina una nueva terna.

Por eso, lo que tiene de curioso el fallo de la Corte Constitucional es que es seguro que, más temprano que tarde, tendrá lugar otro en sentido contrario. Así como hace una década era impensable poder abortar; hace dos, eliminar el apartheid;  hace 50 años, divorciarse y hace un siglo, la igualdad del hombre con la mujer, a la adopción por parte de los gais solo le falta tiempo. Las grandes transformaciones de la historia, al igual que la justicia, cojean pero llegan.