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R E L A C I O N E S    <NOBR>E X T E R I O R E S</NOBR>

Escaramuza caribeña

A pesar de la protesta de Nicaragua la ratificación por Honduras del tratado de delimitación con Colombia es irreversible.

3 de enero de 2000

La decisión tomó por sorpresa a Managua. El 30 de noviembre el Congreso de Honduras ratificó el tratado sobre delimitación marítima con Colombia, suscrito en 1986. Mientras en Tegucigalpa y Bogotá fue recibido con beneplácito en Nicaragua el presidente Arnoldo Alemán entró en santa ira. Anunció el establecimiento de “impuestos de soberanía” del 35 por ciento para las importaciones de Honduras y Colombia y que interpondría demandas ante las instancias internacionales. El jueves su colega hondureño, Carlos Flores, denunció, ante los desmentidos de Managua, el movimiento de tropas nicas en la frontera y pidió la presencia de observadores de la ONU y la OEA. Y el viernes, alarmado por el escándalo, el gobierno colombiano envió un escuadrón de aviones Kfir a San Andrés.

Semejante reacción nicaragüense se debe a dos factores: por una parte, a que el tratado Ramírez-López deja sin piso su reclamo de unos 30.000 kilómetros cuadrados de mar territorial en disputa con Honduras. Y, por la otra, porque también desconoce su reclamo sobre San Andrés y Providencia, que Nicaragua viene pidiendo desde 1980 a pesar de que el tema fue resuelto por el tratado Esguerra-Bárcenas de 1928.

Pero lo cierto es que el tratado Ramírez-López y su ratificación son el resultado de una juiciosa política exterior del Estado colombiano, sostenida consistentemente por gobiernos sucesivos, aun de diferente color político. La estrategia de delimitación, cuyo principal animador ha sido el ex canciller Julio Londoño Paredes, comenzó en el gobierno de Alfonso López Michelsen y, en el caso de Honduras, se culmina en el de Andrés Pastrana, bajo el cual se cumplirá esta semana la ratificación congresional con el apoyo no sólo de los ex presidentes sino de los ex cancilleres.

Aunque el tratado con Honduras no fue ratificado inmediatamente ambos países lo han cumplido de buena fe. Los dos iniciaron el control de las áreas en forma coordinada, con lo que se crearon precedentes muy importantes. Uno de ellos se presentó en 1997, cuando unos pescadores hondureños a la deriva fueron rescatados por la Armada Nacional. Su entrega, mediante acta formal, fue hecha a las autoridades hondureñas precisamente en las coordenadas 14:59:08, que es el punto que consta en el tratado como esquina limítrofe entre los dos países.

Esas buenas relaciones, y una gestión diplomática discreta y efectiva de Colombia, convencieron a los hondureños de que era preferible ratificar el tratado con este país antes que continuar en un diferendo interminable con Nicaragua, que insistía en aplicar una prolongación de su frontera terrestre bien por encima del paralelo 15, —que es el límite que Honduras ha venido aplicando bona fide con Colombia—.

Pero hay más. “Los hondureños prefirieron tratar con Colombia que con un país que, como Nicaragua, tiende a ser pendenciero en el manejo de sus relaciones internacionales”, dijo a SEMANA una experta que pidió reservar su nombre. Se refería a su costumbre inveterada de desconocer los tratados y mantener difíciles relaciones con sus vecinos.

La mayor expresión de esa tendencia nicaragüense es, desde 1980, el desconocimiento unilateral del tratado Esguerra-Bárcenas de 1928, que cedió a Nicaragua la Mosquitia y reconoció a Colombia la soberanía sobre San Andrés y Providencia. Su argumentación, que se basa en la presencia de marines norteamericanos en su territorio, se estrella con el hecho de que su gobierno no sólo estaba reconocido universalmente sino que cumplió con todos los trámites legales. Y con la Convención de Viena, que consagra la intangibilidad de los tratados de delimitación territorial. Si la comunidad internacional aceptara la posición de Nicaragua pondría en entredicho las fronteras del mundo entero.

Por todo ello las amenazas nicaragüenses están destinadas a perderse en el vacío, mientras la posición colombiana de respeto a las normas internacionales se consolida. Para el experto Alvaro Tirado Mejía, “la ratificación no sólo le da seguridad a Colombia sino a toda la zona del Caribe, que es muy conflictiva. A medida que se vayan delimitando las áreas desaparece la causa de los conflictos. No hay que olvidar que buenos linderos hacen buenos vecinos”.

Para la diplomacia colombiana este es un paso importante. Como dijo a SEMANA la viceministra de Relaciones Exteriores para América y Asuntos de Soberanía, Clemencia Forero, “sería deseable que este éxito sea un factor a favor de que se resuelva el mismo tema con Venezuela por la vía diplomática para que podamos terminar con lo que ha sido una espina irritante de las relaciones con ese país”.