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Escuela de valores

SEMANA presenta en exclusiva una encuesta que mide los valores sociales de los estudiantes de Bogotá.

11 de marzo de 2002

Si una persona no puede conseguirle la droga a su esposa enferma, ¿debe robarla? Una paciente le pide a su médico que la mate porque sufre mucho dolor, ¿debe el doctor acceder a esa petición? Este es el tipo de dilema moral que los estudiantes de séptimo y noveno grados de todos los colegios de Bogotá tuvieron que enfrentar en la Evaluación de Valores y Sensibilidad Ciudadana de la Secretaría de Educación Distrital de Bogotá (SED).

Los resultados se darán a conocer esta semana en un foro internacional que contará con la presencia de expertos internacionales en moral como Georg Lind, profesor de la Universidad de Konstanz en Alemania, y destacados investigadores nacionales en temas de ética y educación como Guillermo Hoyos, Enrique Chaux, Angela Calvo y Carlos Pardo.

Además de estos dilemas, a los alumnos también se les preguntó sobre la estructura y el funcionamiento del Estado así como sus capacidades de convivencia ciudadana. No fue una prueba fácil. Estos jóvenes, entre 13 y 16 años y de todos los estratos socioeconómicos, debieron identificar a qué rama del Estado pertenece la Fiscalía; cómo tramita las leyes el Congreso y qué hace el gobierno con los impuestos que la sociedad paga. Además, la Secretaría los interrogó acerca de su confianza en instituciones como la Presidencia; la importancia de cumplir los acuerdos y sus sentimientos cuando acatan las normas de la sociedad.

Esta encuesta de valores hace parte del paquete de evaluaciones de la calidad de la educación que la Secretaría ha puesto en marcha desde 1998. De esta manera, no sólo se mide cómo las escuelas brindan herramientas para entender las matemáticas o el lenguaje sino también qué juicios morales, conocimientos cívicos y capacidad de convivir están aprendiendo los jóvenes en las aulas públicas y privadas. Cómo vivir en sociedad, respetar las normas y resolver los conflictos en paz van de la mano con los clásicos problemas de geometría y cómo la Tierra gira alrededor del Sol.

Esta prueba marca la pauta a nivel mundial dado que cubre unos 172.500 estudiantes de 1.550 colegios de la capital. Aunque varias pruebas similares se han realizado en países tan distintos como Turquía, Nueva Zelanda, Estados Unidos y Bahamas, el ejercicio bogotano está considerado el más ambicioso del mundo. Este alcance le da una mayor relevancia a sus resultados puesto que muestran un panorama muy cercano a la realidad de cómo los adolescentes están construyendo valores de convivencia ciudadana en las escuelas.

Buenos hijos, buenos amigos

Tres son los ejes de esta prueba de valores: el desarrollo y consistencia del juicio moral; los conocimientos sobre el Estado, y las capacidades de vivir en armonía con los otros. Más que la idea común de moralidad, en estos estudios el ‘juicio moral’ tiene que ver con una escala que va desde razonamientos centrados únicamente en la persona, como en los niños de 4 años que sólo pueden pensar en ellos mismos y sus necesidades, pasando por quienes pueden pensar en sus amigos o su familia, hasta terminar con quienes pueden incluir a la sociedad, a lo colectivo, en su razonamiento.

Los investigadores prefieren ser cautos en sus conclusiones acerca de los resultados de la prueba en Bogotá, pues hasta ahora han comenzado a profundizar sus análisis. No obstante, resaltan algunos hallazgos interesantes.

En la medición de ‘juicio moral’, los estudiantes bogotanos demostraron un mismo nivel de desarrollo que otros jóvenes urbanos del resto del mundo. Esto significa que consideran que “hay que vivir de acuerdo con lo que las personas cercanas esperan de ellos”. El 90 por ciento de los estudiantes del noveno grado y el 81 por ciento de los de séptimo entran en esa categoría en la que quieren ser “buenos hijos, buenos amigos y buenos hermanos”. Además, el informe de la prueba revela también que el ambiente escolar ayuda a los alumnos a desarrollar este nivel de razonamiento; es decir, a tener cada vez más una percepción más global de las normas, las leyes y la justicia en la sociedad. Estar en el colegio o la escuela favorecen que el adolescente se enfrente a dilemas éticos y los resuelva con respeto a las posiciones de los otros. Y un colegio con mejor infraestructura, acceso a libros y un ambiente familiar más comunicativo ayudan al joven a tener en cuenta a los demás aunque no sean de su familia, su ‘parche’ de amigos o sus compañeros de colegio.

Los resultados de la prueba reflejan entonces que los muchachos saben bien lo que se espera de ellos. No obstante, también muestran que a la hora de argumentar el porqué de sus actos fallan notablemente. Según Rosario Jaramillo, una de las investigadoras, estos resultados “están relacionados con los problemas en la enseñanza de las ciencias sociales. Los jóvenes necesitan desarrollar las capacidades de descentración, es decir, de poder entender al otro en su contexto particular”.

La importancia de la civica

La segunda parte de la encuesta midió los conocimientos de los alumnos de séptimo y noveno grados sobre la estructura y el funcionamiento del Estado. Los resultados son decepcionantes: más del 90 por ciento de los muchachos se ‘rajan’ en la prueba. Esta calificación deficiente concuerda con el último lugar que los estudiantes colombianos ocuparon en conocimientos cívicos dentro de los 28 países del estudio internacional de la Asociación Internacional de Educación.

Para los investigadores a los alumnos “les cuesta trabajo diferenciar hechos de opiniones, distinguir las ideas fundamentales de las superfluas, o comprender las consecuencias de las decisiones sociales”. No es de extrañar entonces que los estudiantes no conozcan la importancia de la separación de poderes y crean que los organismos de control son el Ejército y la Policía. El 52 por ciento de los jóvenes creen que “los congresistas y ministros no pagan sus impuestos porque prestan sus servicios a la patria”, y un 70 por ciento ignora que en el Congreso se decide el presupuesto nacional.

En conclusión, en los estudiantes prevalece la concepción de que políticos y grandes funcionarios del Estado son todopoderosos y gobiernan según les parece sin mayores controles.

Convivencia y participacion

Por último, la Evaluación de Valores de la SED les preguntó a los estudiantes sobre participación, convivencia y opiniones sobre la situación del país. Las conclusiones más relevantes tienen que ver con los sentimientos al cumplir la ley. Un 86 por ciento siente satisfacción al cumplir la ley y más de un 80 por ciento afirma que cumple sus acuerdos “siempre y casi siempre”. Por otro lado, los estudiantes de ambos grados identifican a la guerrilla y los paramilitares como los actores que trabajan poco por el bien del país mientras que la Policía, el Ejército y los maestros son los que trabajan mucho.

Las instituciones políticas salen mal libradas. Un 40 por ciento de los jóvenes afirman que el Presidente, el Congreso y los partidos políticos no le aportan mucho al país. Una revisión más detallada del cuestionario deja ver respuestas que invitan a la reflexión. A la pregunta de si “lo que se necesita es alguien que dirija con mano dura”, un 65 por ciento de los estudiantes estaban de acuerdo con esa idea mientras que ante la frase “yo no le doy mi voto a nadie porque los políticos sólo trabajan para ellos mismos”, fue apoyada por un 54 por ciento de los muchachos.

La encuesta de valores es una herramienta que le permite al gobierno de Bogotá entender cómo están aprendiendo los estudiantes el mundo político que los rodea y cómo están enfrentando los dilemas de la vida con una visión más social y menos individual. Como esta misma prueba se está aplicando en otros lugares, los bogotanos podrán también comparar los valores sociales y políticos que están desarrollando sus escuelas con los de otras ciudades en el país y el mundo.