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El ex alcalde de la capital no niega que le interesa la presidencia, comenta la política de paz de Uribe y habla de sus proyectos más inmediatos

4 de enero de 2004

Antanas Mockus terminó su segundo período como alcalde en medio de aplausos. Bajó los homicidios en Bogotá al menor nivel en décadas. Mantuvo un ritmo importante de inversión y, lo más importante, les devolvió a los bogotanos el sentimiento de pertenencia a su ciudad. También se liberó de su talón de Aquiles. Su buena gestión fiscal le permitió multiplicar los ingresos de la ciudad y obtener la mejor calificación de la deuda soberana en años. Con tantas cosas que mostrar nadie duda de que se lanzará a la Presidencia en 2006. En una contienda en donde la izquierda y la derecha estarán alineadas, Antanas se convertirá en la fórmula intermedia y 'original'. SEMANA habló con el ex alcalde sobre sus planes futuros y aunque no quiso aprovechar la entrevista ''para lanzarse al ruedo'', expuso su opinión sobre temas clave para el país. SEMANA: ¿Su mayor orgullo? Antanas Mockus: Le dimos enorme importancia al tema social. Otro orgullo es el proceso social del Parque Tercer Milenio, que salió muy bien. Otro es la capitalización de la ETB. Reunimos más plata que ISA en sus dos capitalizaciones. 61.000 accionistas. Se avanzó mucho en el cumplimiento voluntario de normas, pero el mayor orgullo es la protección a la vida. Es una idea elemental hobbesiana: si no nos matamos, todo lo demás se tramita más fácil. SEMANA: ¿Y su frustración? A. M.: Hay dos. A pesar de haber identificado los sitios de riesgo de crecimiento ilegal y a pesar de haber intervenido los bienes del mayor urbanizador pirata, todavía la ciudad tiene pequeños crecimientos ilegales. La otra es que sólo logramos meter a estudiar a 6.000 niños que los papás no estaban llevando al colegio. Ese programa de familias educadoras fue uno de los que sufrió recortes presupuestales por las restricciones fiscales y por mi teoría de que íbamos a ser muy tímidos con lo nuevo para no ir a lesionar las cosas que estaban en transición. SEMANA: ¿En dónde residió la clave para transformar a Bogotá? A. M.: Varias cosas. Una de ellas fue una gestión fiscal sostenible. También hubo un cambio en el comportamiento, en las creencias. En la primera administración yo argumenté a favor de los bienes colectivos. Es clarísimo que esa teoría quedó muy bien demostrada con las enormes inversiones que logró hacer Peñalosa en espacios públicos. Aunque violó la ortodoxia fiscal, su acción más responsable en el tema económico fue haber logrado que le aprobaran un esquema ambicioso de tarifas y haberlo sostenido el primer año. A mí me tocó sostenerlo tres años pese a la oposición, a veces de la población, a veces de la CRA, a veces del gobierno y de candidatos. Pero eso permitió aumentar las coberturas y la inversión orientada a sectores de bajos ingresos. También se clarificó la relación tributos-bienes colectivos y redistribución. Los ingresos tributarios pasaron de 200 millones de dólares por año en 1990 a 750 millones este año. SEMANA: ¿Qué le preocupa de Lucho? A. M.:Ustedes publicaron algo de eso, hasta dónde los estilos de los tres o cuatro últimos alcaldes correspondían a la idea de lo público. Uno esperaría que el nuevo alcalde sostenga eso. SEMANA: ¿Y qué le entusiasma? A. M.: Que su elección expresa un consenso en torno al tema social y a favor de una ciudad más equitativa. Lucho es consciente del riesgo que está corriendo, no él sino toda la sociedad, al confiar una administración a una gente que se declara de izquierda. Lucho es consciente de que de su alcaldía depende que aparezca campo para terceras y cuartas fuerzas y no regresemos a un bipartidismo bobo. SEMANA: ¿Cuáles son sus planes? A. M.: Tengo dos o tres tareas . Una es seguir ayudándoles a otras ciudades que lo quieran o al sistema multilateral a valorar la experiencia de Bogotá. La otra es validar, hasta donde interese en lo académico, algunas cosas que hicimos. Y el tercer tema, más abstracto, es la relación hedonismo-pragmatismo. ¿Cuáles son las condiciones de viabilidad del hedonismo cuando la persecución del placer se vuelve lícita? Es algo así como: busca tu placer pero responde por ti, por los vínculos con los demás y por las consecuencias materiales de tus búsquedas. SEMANA: ¿Eso lo va a hacer aquí o se va a Estados Unidos? A. M.: Voy a estar en la Universidad de Harvard hasta tres meses. SEMANA: ¿Quiere ser presidente en 2006? A. M.: Estoy dispuesto, pero no voy a hacer de eso ahora la tarea central ni voy a intentar serlo a cualquier costa. No quiero que eso debilite mis tres tareas inmediatas, aunque si las analiza a fondo ve que bien adelantadas pueden servir. Decirle que sí es bonito porque alguna gente se lo dice a uno en la calle. Pero mi respuesta, aunque tímida, es grave porque estas cosas son de mutua aproximación entre la sociedad y los que aceptan entrar en esa tarea de ser candidato. Y depende de qué va a pasar en los próximos dos años. SEMANA: Bueno, pero suponiendo que fuera presidente, ¿qué propondría para liberar a los secuestrados políticos? A. M.: Una de las cosas es entender bien la lógica que sigue Uribe. En temas como el secuestro, las Farc dicen: si toca esperar tres años yo espero. Apuestan a que el próximo gobierno será más transigente. En algún momento deberíamos generar un mensaje de: tranquilo que ninguno de nosotros va a ser más transigente. Mucha gente en Colombia juega al péndulo entre gobiernos de manera un poco oportunista. Por eso quiero trabajar todo ese tema de la droga y la cultura de la ilegalidad porque pienso que el tema no es tanto sobre el secuestro de X o Y, sino que es un tema más profundo de cómo la sociedad responde al chantaje y a la violencia. La firmeza del gobierno es una pieza. Pero la firmeza de la sociedad es una pieza mucho más difícil de conseguir y mucho más crítica. SEMANA: ¿Qué cosas cambiaría de la política de seguridad democrática? A. M.: Alguna vez le dije a un profesor norteamericano que si se tratara de una solución por la vía de la fuerza, la ayuda de Estados Unidos es comparativamente tímida. Que una ayuda así lo que iba a hacer es ponerle unas banderillas al toro. Pero entiendo la posición norteamericana de pedir que los colombianos hagan un esfuerzo. Mi diferencia sobre los informantes pagos versus los ciudadanos cumplidores del deber es profunda. El Estado no compite con el tamaño de sus recompensas, compite con su legitimidad, que es lo más importante. Pienso es que si no hay en cada colombiano claridad que se traduzca en una desautorización de la violencia, esta política no va a ser suficiente. SEMANA: ¿Recomendaría iniciar un proceso de paz con las Farc? A. M.: Argumentemos, no negociemos. En las negociaciones aparece el absurdo argumento de cuánto me das a cambio de no hacerte daño. Es inaceptable. Pero hay mucho espacio para hacer énfasis. Uno necesita un Estado capaz de darles más certeza a los ciudadanos sobre el cumplimiento de las normas y pactos ciudadanos. Y se necesita un Estado no burocrático y fiscalmente sano. SEMANA: ¿Qué le cambiaría a la negociación con los paras? A. M.: El tema es hasta qué grado se puede separar el paramilitarismo de otro tipo de delincuencia. Ahora, por ejemplo Misión Bogotá tiene un esquema de reinserción de personas pero sin la etiqueta de reinserción que han estado en situación límite: prostitución, pequeña delincuencia, extrema pobreza, y sin embargo se vuelven formadores en normas. Entonces a veces pienso que lo que necesitamos es un consenso enorme sobre qué ilegalidades son inaceptables. La sociedad se está 'zanahorizando' un poco a los totazos. SEMANA: ¿Se imagina como fórmula presidencial con Peñalosa? A. M.: Toca mirar. Yo respeto mucho lo que hizo. Me parece que generó unas condiciones mejores que las que existentes antes para apreciar lo que gana una sociedad haciendo inversión en bienes colectivos. Posiblemente la vida nos llevará a que lo que hagamos sea complementario sin necesidad de que tengamos que trabajar el uno con el otro. Por lo pronto vamos a coincidir posiblemente en auditorios en el exterior, donde la experiencia de Bogotá es atractiva. En el fondo hay una sabiduría en la diferencia.