FELIX CORREA DOS AÑOS DESPUES
Desde la cárcel, el ex magnate antioqueño ofrece su interpretación de la crisis financiera y de su experiencia personal
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Mucho ha cambiado desde cuando entrevistar a Félix Correa requería visitarlo en sus elegantes oficinas del edificio Furatena en Medellín o en el pent-house de la torre de Seguros Colombia en Bogotá. Hoy en día es necesario someterse a una larga fila en el portón de la cárcel Modelo, en medio de guardias, abogados y familiares de los reclusos. Después de cruzar un patio en donde cuelga un letrero que dice "Aquí entra el hombre no el delito", se atraviesa un largo corredor con rejas cada 50 metros, antes de llegar al pabellón de sanidad en donde se encuentra recluido el ex financista e industrial antioqueño. El pabellón de sanidad es conocido como el "pabellón de los banqueros". Es una especie de apartamento diminuto con colores de hospital, donde conviven cuatro ex financistas acusados de diversos delitos relacionados con la pasada crisis financiera: Félix Correa y Eduardo Uribe Uribe del Grupo Colombia, Jaime Mosquera del grupo del Banco del Estado y Eduardo Uribe de Narváez de grupo Central. La distribución de los cuartos es por grupos, Correa y Uribe Uribe comparten uno mientras que los otros dos tienen cuarto propio. El lugar carece de cualquier comodidad pero es aseado y decoroso. En total no debe pasar de los treinta y cinco metros cuadrados y fuera de las alcobas no hay ningún estadero. El cuarto de uno de ellos, que es un poco más amplio, hace las veces de sala. Fuera de esto lo único que hay es una cocina, donde pasan gran parte del día preparando, delantal al cinto, las comidas.
El día es largo y se llena con lectura, radio y televisión. Las mañanas comienzan con 6 a.m. 9 a.m. y para Don Félix invariablemente El Colombiano y El Mundo de Medellín, antes de pasar a la prensa nacional. Después del desayuno comienza la lectura, actividad interrumpida solamente por el almuerzo, hasta la noche cuando llega la hora de la televisión. La telenovela es sagrada, aunque hay diferencias de gustos. La favorita era El Rey, a excepción de Félix Correa quien prefería El Taita.
La mayor limitación que tiene esta vida es la falta de movilidad y aire fresco. Aun cuando el "apartamento" tiene buena iluminación, por voluntad propia, los banqueros no participan de ninguna de las actividades colectivas de la institución, ni van a ninguna de las áreas comunes como los patios.
No obstante todas estas circunstancias Félix Correa luce sorprendentemente bien, fuera de haber perdido unos pocos kilos se mantiene en un estado físico no muy distante del de sus días de gloria. Su estado de ánimo no es menos bueno. Agil, con sentido de humor y muchos dichos paisas, parece tomar filosóficamente su suerte.
Como en pocos días se cumplen los dos años de su retención y en Colombia mucho ha cambiado desde ese entonces, SEMANA ha considerado oportuno entrevistarlo para poner en perspectiva lo que fue la "crisis financiera" dé los últimos años, vista por quien fuera uno de sus principales protagonistas.
SEMANA: Señor Correa, usted está cumpliendo dos años de detención y en este lapso ha tenido lugar el fenómeno conocido como la "crisis financiera", que hoy parece estar superándose. Como primer protagonista de esa crisis, ¿cómo ve usted lo que ha pasado en este tiempo?
FELIX CORREA: Yo creo que en todo este proceso hubo dos etapas. Una de error y una de rectificación. Inicialmente se creó el mito de que los grupos financieros eran peligrosos de por sí y se vinieron contra ellos, con mucho entusiasmo, los entes fiscalizadores del Estado, la prensa, todos los medios de comunicación y la opinión pública en general, a ver cómo acababan con esos grupos. Sin embargo, cuando se dieron cuenta de que para llevar a cabo ese propósito era necesario acabar con todo el sistema financiero, vino un silencio que podría llamarse cómplice, que no era más que el reconocimiento de un error inicial. Se dieron cuenta de que los grupos financieros eran una realidad social y económica demasiado arraigada en el país y comprendieron que no se podía cambiar de una vez por todas sus procedimientos y su estructura.
S.: En otras palabras, ¿usted cree que hubo una aplicación selectiva de la ley basada en una moral que rigió sólo al principio y que luego fue ajustada a una nueva realidad que se descubrió a la mitad del camino?
F.C.: Exactamente, es eso lo que estamos viviendo. Cuando el doctor Lleras Restrepo, quien indudablemente es una autoridad moral y económica en el país, dice, en su Nueva Frontera, que los grupos Bolívar y Sarmiento cometieron un gran error al intentar apoderarse del Banco de Bogotá, pero que el gobierno hizo bien en ayudarlos porque estaba de por medio el perjuicio a muchos ahorradores colombianos, él estaba simplemente reconociendo una realidad. Lo único que yo le critico a esta presentación es que el doctor Lleras circunscribe la categoría de ahorradores colombianos a los de los grupos Sarmiento y Bolívar, como si los ahorradores del Grupo Colombia fueran marcianos. No de otra forma se entiende que se les diera el mismo tratamiento para proteger sus intereses que el que nosotros, desde un principio, estábamos luchando por obtener para los ahorradores del Grupo Correa y del Grupo Colombia.
S.: ¿Cree usted que ha habido un criterio clasista en esto?
F.C.: Yo no diría propiamente clasista, sino de intereses. Ha habido una mezcla de esos intereses y de personalidades que yo no entiendo muy bien cómo se mueven, pero que en todo caso han salido más favorecidos que otros. No creo que se haya tratado de un criterio clasista, pero sí ciertamente de un criterio selectivo, en el cual unos fueron rescatados y otros fueron dejados al garete.
S.: ¿Nos podría dar algunos ejemplos?
F.C.: En cuanto a cuáles grupos resultaron favorecidos y cuáles no, la respuesta es demasiado obvia. Más bien hablemos de selectividad en la aplicación de mecanismos. Cuando nosotros sugerimos una fiducia de 5 años para poner en orden las cuentas del Grupo Colombia, el Superintendente Francisco Morris consideró ese plazo excesivo y, sugirió que en dos meses liquidáramos todos los negocios relativos a nuestro grupo, cosa imposible y ajena a la situación económica que estaba entonces viviendo el país. Ahora resulta que la fiducia que para el caso nuestro no funcionaba, se vuelve el mecanismo aceptado para ayudar al Grupo Grancolombiano y se le extiende el plazo a 20 años. Otro caso igual de claro es el de fondo de democratización. Si a nosotros nos hubieran dados los 5 mil millones o más que le fueron prestados a los grupos que intervinieron el la toma del Banco de Bogotá, hubiera resultado más que suficiente para sacar adelante todo el Grupo Colombiano y evitar el traumatismo que sufrió no sólo este grupo sino sus accionistas el país entero.
S.: Don Félix, oyéndolo a usted se tiene la impresión de que es una víctima de una serie de circunstancias ante las cuales usted aparece como un ente pasivo...
F.C.: Yo dirigía una organización que súbitamente se enfrentó a un proceso de insolvencia. Esa es una realidad. Pero eso no se puede tratar en términos de si una persona quebró o no, porque de por medio había una gran cantidad de personas y de empresas cuya supervivencia dependía de una adecuada intervención del Estado, como más tarde se vio en otros casos. Ahora, por ejemplo, el gobierno se alegra con la noticia de que se mantendrán a flote las operaciones del Dr. Roberto Soto en Tumaco, para evitar que queden cesantes más de 200 empleados. Yo me pregunto, ¿dónde estaban los funcionarios del gobierno, dónde estaban los dirigentes de las entidades gremiales cuando se estaban despidiendo 700 empleados de un sólo manotazo, como sucedió en una de las empresas del Grupo Colombia, y no se pensaba en el costo social que eso representaba para el país? Es que crear un empleo es un problema de 20 o 30 años, pero echar un trabajador a la calle es un problema de dos minutos.
S.: Perdón, pero parece un poco simplista su interpretación según la cual usted no es más que un dirigente industrial que se enfrentó a problemas de iliquidez. Sobre usted pesan acusaciones serísimas del orden de estafa, falsedad en documentos, abuso de confianza y otras.
F.C.: Es que en todo esto hay una moral de vencedores y otra de vencidos. Ante unas situaciones de emergencia, se toman unas decisiones sobre la marcha que son las únicas que permiten la coyuntura del momento para salvar a un grupo financiero. Todo esto no tiene ningún otro propósito que el de superar dificilísimas situaciones financieras y evitar un colapso. Si uno sale adelante, todas las acciones que se hicieron en el camino de la victoria quedan justificadas. Si uno se hunde, esas mismas acciones pasan a configurar toda suerte de irregularidades y uno que otro delito. A esto se suma que una vez que uno cae, le pueden encontrar lo que quieran pues a la luz de una intervención, muchas prácticas toleradas y generalizadas se pueden convertir en delitos.
S.: Sí, pero se podría arguir que usted no tiene autoridad moral para opinar sobre este tipo de situaciones...
F.C.: En eso de la autoridad moral, yo creo que Cristo ya resolvió el problema cuando dijo: "El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra". En esto hay que ser realistas: el mundo no es un lugar habitado por ángeles, y menos el mundo financiero. Todos tienen sus problemas. Lo injusto es que a unos se les cobran en una forma y a otros en otra.
S.: Entonces hagamos un recuento: ¿su posición es que una situación de iliquidez lo llevó a tomar una serie de decisiones de emergencia no muy santas?
F.C.: Antes de discutir si son o no santas, lo que hay que ver es de dónde surgió el problema de la iliquidez y a quién le corresponde la responsabilidad. A nosotros no nos intervinieron por ilíquidos, ni tampoco porque estuviésemos incumpliendo algún compromiso. No, nos intervinieron porque a juicio del Superintendente Morris se estaban dando ciertas anomalías que hacían necesaria la intervención. Sin embargo, cuando nosotros garantizamos que todas esas anomalías se podían resolver bajo su vigilancia, no fuímos escuchados. No obstante habernos citado para el 23 de junio con el fin de que se resolviera la situación definitivamente y se consolidaran los requisitos de la fiducia, el día 21 intervinieron a Financiera Furatena y la situación se nos salió de las manos. Entonces, todas las irregularidades, todas las anormalidades que pudieron presentarse por la iliquidez, hay que ver de dónde vinieron. Como decía antes, haciendo una analogía con la guerra, los perdedores siempre serán criminales de guerra y a los vencedores cualquier acción se les justificará porque tenían que ganar.
S.: Si, según usted, lo han presentado como el malo de la película, entonces, ¿cuál es el verdadero malo de la película? "En esto hay que ser realistas: el mundo no es un lugar habitado por ángeles, y menos el financiero"
F.C.: No pueden hacerse divisiones entre buenos y malos, porque el mundo es eso precisamente: un revoltijo de buenos y malos. Y eso es también cada ser humano. Es el ángel tentado por el demonio, como decía Fernando González. De manera que todo el problema se reduce a qué tratamiento o enfoque correspondía darle a determinada situación de la vida nacional.
S.: Entonces, cambiemos un poco la pregunta: ¿quiénes fueron las personas que tuvieron errores de criterio o de enfoque?
F.C.: Yo creo que desafortunadamente nos toca a dos personas asumir esa responsabilidad: a mí, como director del Grupo, y al doctor Francisco Morris, como director de la Super intendencia Bancaria. Por ahí están todos los documentos donde una y otra vez se le propusieron fórmulas salvadoras para los problemas que estábamos atravesando. Esas mismas fórmulas son las que el gobierno está aplicando hoy, cada vez que una empresa está en dificultades.
S.: Y en todo esto, ¿cuál cree usted que fue su mayor error?
F.C.: Es difícil de decirlo. He oído que dicen que fue falta de profesionalismo en el manejo del sistema económico. Pero yo le pregunto al país: ¿quién le prestó a las empresas nacionales 120 mil millones de pesos que hoy aparecen como de dudoso recaudo? ¿Los recién llegados --como me tildaron a mí-- o la banca tradicional? Y hago una pregunta más allá: ¿quién le prestó a Latinoamérica 350 mil millones de dólares que ahora, tienen al continente en crisis? ¿No fueron acaso los sabios de las finanzas mundiales? De manera que lo que tratan de presentar como mis errores individuales, para mí son circuntancias de una epoca.
S.: Bueno, pero usted tiene que reconocer que en alguna parte se equivocó...
F.C.: Se podría decir que hubo una combinación de factores: ambición mía, confianza en otros y la envidia que suscité en algunos sectores. Metan ustedes todos estos elementos en una licuadora y le dan como resultado un jugo de arracacha.
S.: ¿Cuál es en estos momentos su situación jurídica?
F.C.: Hasta el momento, no hay ninguna condena. Pero haciendo cálculos creo no equivocarme si le digo que, por el hecho de que cada uno de los muchos procesos está en un juzgado diferente, es posible que, si hay un abogado por cuenta de la Superintendencia que tiene 60 demandas contra mí y le ponemos a cada demanda dos años, yo llegue a cumplir unos 120 años de cárcel, después de una detención preventiva de 20 meses, que es lo que llevo.
S.: Hablemos ahora de otras cosas:
¿cómo ve usted desde aquí el proceso de paz iniciado por el Presidente Betancur?
F.C.: Yo creo que en eso él ha sido consecuente. Cuando tuve la oportunidad de reunirme con él en las oficinas del Grupo Colombia en Medellín en plena campaña electoral, me contó que su gran preocupación sería la de ser el nuevo presidente de la paz, tal como lo había sido Guillermo León Valencia, a quien admiraba mucho.
S.: Bien, ¿pero qué posibilidades le ve a la tregua?
F.C.: Pues por lo menos la veo con mucha esperanza y Dios quiera y que en eso le vaya bien al doctor Betancur.
S.: Y fuera de la paz, ¿qué opinión tiene usted del Presidente?
F.C.: Yo creo que él es un poco como yo: con muy buenas intenciones, pero inepto.
S.: Y sobre el problema de la mafia y lo que ha pasado últimamente, ¿qué piensa?
F.C.: Pues, ése es un asunto bastante espinoso. Pero creo que vale la pena observar cómo cambian, de un día para otro, las cosas en este país. La mafia había sido tolerada por el sistema. Ahora, por cuenta de una tragedia como el asesinato del ministro Lara Bonilla, de la noche a la mañana se transformó la actitud del país hacia un fenómeno con el cual se había aceptado convivir.
S.: ¿Maneja usted algún negocio desde la cárcel?
F.C.: ¿Qué negocios voy a tener yo a estas horas de la vida? Los que tuve, inicialmente los ofrecía en forma voluntaria en fiducia. Y luego, por la fuerza de las circunstancias se me salieron de las manos.
S.: ¿Qué aspira a hacer cuando salga de aquí?
F.C.: Yo aspiro que para ese tiempo ya mis hijos estén trabajando y puedan mantenerme.
S.: ¿Podría usted decir que en algo le ha servido esta experiencia?
F.C.: Lógico. Uno aprende y aprende mucho. Yo he aprendido mucho sobre la naturaleza humana y también he aprendido a comer cebolla.
S.: ¿Con eso de la naturaleza humana quiere usted significar que se ha quedado sin amigos?
F.C.: No. Me refiero a que uno aprende a valorar las cosas. Quisiera rendirle un tributo de afecto a mi familia que, desafiando todas las circunstancias, todos los peligros, todos los malos tratos, han permanecido fieles, permanentemente al lado mío. Quiero aprovechar ésta, mi única entrevista en todo este tiempo, para dejar esto bien claro. También quiero expresarle a los amigos que me han acompañado, a quienes no quiero mencionar para no perjudicarlos ya que hasta ser amigo mío se convirtió en un delito, mis agradecimientos.
S.: Bueno don Félix, le hemos tomado ya bastante tiempo...
En esos momentos, Félix Correa interrumpe, se pone de pie y dice: "Un momento. Quisiera terminar esta entrevista con un poema de San Pablo que me ha servido de inspiración en este tiempo:
"Nos vienen pruebas de toda clase pero no nos desanimamos.
Andamos en graves preocupaciones, pero no desesperamos.
Tristes pero no angustiados,
Perseguidos pero no abandonados.
Derrotados pero no destruídos."--