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Rodrigo Lara Bonilla fue asesinado en abril de 1984 | Foto: Archivo SEMANA

JUSTICIA

Fiscalía pide que magnicidio de Lara Bonilla sea declarado de lesa humanidad

Según el ente acusador, el homicidio del exmnistro de Justicia se debe seguir investigando y no prescribir.

17 de septiembre de 2012

En la mañana de este lunes, el vicefiscal general de la Nación, Jorge Fernando Perdomo, anunció que la investigación del asesinato del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, perpetrado el 30 de abril de 1984 en Bogotá, se debe mantener “porque se considera que se trata de un supuesto crimen de lesa humanidad”. Es decir, piden que el proceso no se concluya.
 
De acuerdo con el funcionario, el hecho hizo parte de una serie de ataques sistemáticos por cuenta de los carteles del narcotráfico de esa década. De hecho, Perdomo indicó que aún es tiempo de recoger testimonios de personas que en su momento hicieron parte del llamado Cartel de Medellín como Jhon Jairo Velásquez, ‘Popeye’, y el extradito Carlos Alzate Urquijo, conocido como ‘Arete’.

No obstante, el funcionario del ente acusador precisó que debe ser un juez el que determine la declaratoria del homicidio como de lesa humanidad. Para que esto se dé, Perdomo explicó que se debe “identificar un contexto delictivo que implique un ataque sistemático y generalizado contra la población civil y, segundo, debe haber un hecho concreto que esté claramente relacionado o frente al cual existe un nexo de causalidad, con ese contexto generalizado”.
 
Es de recordar que el homicidio fue por cuenta del parrillero de una moto que accionó una ametralladora Ingram, al vaciar el proveedor de 25 balas calibre 45. La Ingram es conocida como una de las armas de mayor cadencia: en solo un segundo, dispara 22 balas. De ahí que el atentado contra Lara no llegó a durar ni siquiera un segundo y medio.
 
De las 25 balas, siete dieron en el blanco: tres en el cráneo, una en el cuello, dos en el pecho y una en el brazo derecho. Ni siquiera el chaleco antibalas que Lara tenía pero no usaba, lo habría salvado.

Tan pronto el sicario disparó contra Lara, desenfundaron los revólveres y comenzaron a disparar contra la moto asesina. Se inició, en medio del tránsito de la 127, una persecución digna de Hollywood. Los asesinos y sus perseguidores se volaron el semáforo de la avenida Suba.

Cuatro cuadras más abajo, donde comienza la avenida Boyacá, el Toyota con motor de persecución estaba a menos de cien metros de su presa. El parrillero, viendo demasiado cerca a los perseguidores, arrancó el seguro de una granada que llevaba consigo y dándole media vuelta a su cuerpo, la lanzó contra el Toyota. La puntería le falló, pues la granada estalló lejos del vehículo, pero la contorsión al lanzarla y el hecho de que el pavimento se encontraba mojado hicieron que los asesinos perdieran el equilibrio y el control del aparato, cayéndose a toda velocidad, cuando intentaban virar hacia las colinas de Suba.

Iván Darío Guizado Álvarez, el asesino de Lara, murió como consecuencia de fracturas en el cráneo en el momento de la caída. Su compañero, el conductor de la moto, Byron de Jesús Velásquez Arenas, resultó herido en el brazo cuando la moto le cayó encima, momentos antes de ser capturado por la escolta.