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Frank Pearl y 'Antonio García' | Foto: AFP

PERFIL

El hombre detrás de las negociaciones con el ELN

Frank Pearl estableció los primeros contactos tanto con las FARC como con los “elenos”. Así fue la fase secreta que llevó al anuncio que hizo el presidente el miércoles al mediodía.

30 de marzo de 2016

Para Juan Manuel Santos era imposible cumplir su promesa de ‘paz completa’ si no iniciaba los diálogos con la guerrilla del ELN. El presidente sabía que cualquier éxito en el proceso de paz con las FARC en Cuba siempre tendría el revés de que la guerra continuaría a manos de este otro grupo guerrillero.

En el 2014, cuando el proceso con las FARC ya llevaba 17 meses funcionando, el presidente Santos eligió a uno de sus funcionarios de confianza para que comenzara a explorar la posibilidad de sentarse en una mesa también con el ELN. El elegido fue el exministro de Ambiente Frank Pearl.

El economista venía de una carrera destacada en el mundo del sector privado. Había sido presidente de Valorem y fundador del Consejo Privado de Competitividad hasta que en el 2006, Álvaro Uribe lo nombró alto consejero Presidencial para la Reinserción. Como Pearl era el encargado de la desmovilización de cientos de guerrilleros, se ha dicho que desde ese momento el funcionario logró tener contactos clave dentro de los grupos insurgentes.

Con muy bajo perfil, Pearl comenzó la tarea de buscar algunos contactos exploratorios para un eventual proceso de paz. Las negociaciones secretas con las FARC comenzaron en el primer semestre del 2009, luego de la liberación varios soldados.

Ese vínculo sembró la semilla para la primera reunión del Gobierno con los delegados de ese grupo guerrillero, Mauricio Jaramillo, el ‘Médico’, y Rodrigo Granda, con la que se dio inicio a la fase secreta. Seis meses después el presidente anunció oficialmente el inicio de la fase pública del proceso en agosto del 2012.

La fase secreta con el ELN fue sin embargo mucho más larga. Cuando los diálogos con las FARC llevaban ya varios meses, Pearl comenzó a buscar un enlace para lograr un acuerdo general –similar a lo que se hizo con las FARC– sobre el cual se discutiera en una fase pública del proceso.

Los diálogos

Los contactos iniciales los consiguió Pearl siendo Comisionado de Paz en el gobierno anterior. La primera reunión se hizo en agosto de 2009 en la carcel de Bellavista, con Juan Carlos Cuellar, miembro de la dirección nacional. Desde esa fecha Pearl ha mantenido contactos permanente con Cuellar y ambos han sido el hilo conductor del proceso. Algo similar sucedió con las negociaciones de paz con las Farc en el que este también fue la persona clave en las primeros contactos con Henry Acosta, el empresario que medió con ese grupo guerrillero.

El problema inicial con el ELN era encontrar un lugar fuera del país en el cual se pudieran tener unas reuniones exploratorias. Las primeras se dieron en Brasil y luego se alternaron entre Venezuela y Ecuador, países que facilitaron la logística para esos encuentros. Había algunos inconvenientes para que las cosas no avanzaran más rápido.

El ELN tenía cierto malestar pues se sentía relegado al segundo lugar, ya que toda la atención se la estaban llevando las FARC. Por otro lado, los momentos de tensión con Venezuela impidieron que algunas reuniones se realizaran en los momentos que estaban planeadas.

Así, la respuesta a la carta que el ELN envió anunciando su disposición de iniciar acercamientos con el Gobierno se demoró casi un año. Pearl, de la mano de Jaime Avendaño y el exgeneral Eduardo Herrera Berbel, lideró esa fase secreta al tiempo que viajaba regularmente a La Habana para participar de las negociaciones con las FARC.

Se necesitaron 19 rondas y varias reuniones adicionales para concluir esa fase. Por parte del Gobierno, el grupo inicial de negociadores estuvo compuesto por Frank Pearl, el general Eduardo Herrera Berbel y Jaime Avendaño –quien también hizo parte de la fase secreta con las FARC- y un año y ocho meses después entró José Noé Ríos a hacer parte del equipo, semanas antes de que la crisis en la frontera Colombo-venezolana contribuyera a retrasos por temas logísticos de algunas de las rondas.

Las elecciones en Venezuela y el resultado adverso para el presidente Maduro también fueron un traspié en estos temas, en la medida que el presidente del vecino país jugó en varias oportunidades para destrabar el proceso. Las negociaciones llegaron varias veces a puntos que parecían de no retorno.

El ELN siempre insistió, por ejemplo, en que, a diferencia de las FARC, ellos querían que la población civil tuviera una voz más activa en el proceso. Esto, que suena ideal, realmente es complicado de realizar en la práctica.

Otros inconvenientes estuvieron ligados a la dinámica propia de la negociación, cuando ambas partes no lograban avanzar en temas críticos; la situación en Venezuela, la definición de la sede, o incluso declaraciones dadas por diferentes funcionarios hasta del mismo presidente, amenazando al ELN con que los iba a dejar el ‘tren de la paz’.

Esto sin contar las numerosas veces que era necesario revisar doblemente cada frase negociada para que el grupo de negociadores del Gobierno en La Habana no lo viera como una amenaza para el proceso con las FARC.

El anuncio del presidente Santos el miércoles al medio día se realizó dos años y dos meses después de esos primeros contactos. Ambas partes lograron superar la crisis por la definición de la sede de los diálogos y la liberación –en medio de polémica– de los secuestrados en su poder, que fue una condición puesta por el propio presidente Santos.

La agenda definida en la fase secreta consta de seis puntos: Participación de la sociedad (en el proceso), Democracia para la paz, Víctimas, Transformaciones para la paz, Seguridad para la paz y dejación de las armas, Fin del Conflicto y Garantías para el ejercicio de la acción política, temas que no distan de lo ya negociado en La Habana.

El principal logro del grupo negociador del Gobierno encabezado por Pearl fue plasmar en el documento que el ELN está dispuesto a dejar las armas cuando se firme el acuerdo final, tema que durante años había sido una línea roja de la guerrilla, ya que algunos de sus integrantes se inclinaban por una veeduría armada del cumplimiento de los acuerdos.