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La renuncia de Navarro dejó profundas heridas en el Polo y la sensación de que la línea más radical se fortaleció. El gran perdedor fue el alcalde de Bogotá, Luis Eduardo Garzón

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Frío en el Polo

El retiro de Antonio Navarro debilita las expectativas sobre la unidad de la izquierda.

5 de febrero de 2006

Todo volvió a ser como antes. Las expectativas de una izquierda nueva y unida se desplomaron cuando el precandidato a la Presidencia del Polo Democrático, Antonio Navarro, retiró su aspiración con un duro comunicado. "Se ha hecho un daño irreversible", dijo, refiriéndose a la agria disputa que sostuvieron algunos miembros del partido por el primer lugar de la lista para el Senado. Una posición simbólica, de paso, porque con el mecanismo del voto preferente el elector puede escoger a su favorito de la lista y en consecuencia, los votos por el partido no van para quien lo encabeza.

La guerra inocua dejó varias secuelas negativas. María Emma Mejía, con una de las mejores imágenes públicas en las últimas encuestas, se había retirado días antes, alegando que el pulso entre dos alas, una radical y otra moderada, se había convertido en un obstáculo para el ambicioso proyecto de construir una bancada parlamentaria sólida. La disputa revivió viejas historias sobre la vocación suicida y fratricida de la izquierda.

El acto de Navarro dejó heridas. Algunos de sus compañeros más cercanos se sintieron abandonados y no entendieron que adoptara en solitario una decisión de tantas consecuencias colectivas. La falta de una consulta popular puede desincentivar la votación hacia los candidatos del Polo al Congreso, porque la atractiva escogencia de un candidato presidencial normalmente acerca a las urnas a más votantes. La renuncia en solitario, además, implica echar para atrás una decisión institucional y colectiva adoptada en un congreso nacional en el que se definieron parámetros de acción política de largo alcance.

Al retirarse, Navarro se pronunció a favor de la candidatura de Carlos Gaviria, con quien estaba disputando la nominación conjunta de todas las fuerzas progresistas. Es decir, las del Polo y las de varios grupos tradicionales -el Moir y el Partido Comunista y la Corriente de Renovación Socialista, entre otros- hoy agrupadas en Alternativa Democrática y partidarias de la candidatura de Gaviria. Pero ni siquiera en el círculo cercano a este último la movida fue bien recibida. La interpretaron como una maniobra para ganar visibilidad. Al finalizar la semana, Navarro había dicho que estaba considerando la posibilidad de regresar a la contienda, pero Gaviria intentó consolidar su salida con un comunicado en el que expresó: "Agradezco, acepto y valoro el apoyo explícito a mi candidatura ofrecido por el senador Navarro en su comunicación de renuncia".

No es claro que un eventual retorno del ex jefe del M-19 a la competencia presidencial sea suficiente para reparar los daños. Una echada para atrás se podría justificar en una solicitud del resto de compañeros y con el argumento de que la pataleta sirvió para desbloquear el proceso de elaboración de las listas. Pero dejaría un sabor truculento a maniobra politiquera. El propio Navarro recordó que hace 15 años se hizo famoso con el lema "palabra que sí". Y lo más paradójico es que el día de la renuncia, en las horas de la mañana, ya prácticamente se había sellado un acuerdo sobre su cabeza, que no alcanzó a ser conocido por Navarro antes de la rueda de prensa en la que leyó su declaración.

Tampoco es positiva, para el Polo, la posibilidad de perder a Navarro en una posición de visibilidad. Su candidatura era valiosa, porque a pesar de una pequeña caída en las últimas encuestas, enviaba un mensaje de madurez y sensatez al proceso político. A la izquierda colombiana no propiamente le sobran figuras con credibilidad. Una hoja de vida con credenciales de compromiso con la reconciliación, Ministerio de Salud, Alcaldía de Pasto y amplias votaciones para el Congreso, no se puede subvalorar. Navarro dice que, aun si persiste en su renuncia, seguirá ejerciendo como soldado del Polo. El jueves se puso la camiseta en el lanzamiento al Senado de Jorge Rojas, director de Codhes, y el fin de semana se fue de gira por Sincelejo y Armenia. Pero a estas alturas, una izquierda viable y competitiva necesita más mariscales que tracen una estrategia, que soldados que orienten cañones.

La disputada lista finalmente quedó encabezada por Gustavo Petro. Este hecho, junto a la salida de María Emma, fue ampliamente interpretado como una victoria de la línea dura. La ex canciller significaba, en el forcejeo, la política del actual alcalde de Bogotá, Luis Eduardo Garzón, ferviente partidario de que la estrategia política de la izquierda hacia el futuro se concentre en una alianza amplia, que le permita ser competitiva en elecciones nacionales. Lo cual tiene como requisito tener puertas abiertas para figuras de centro. Lucho salió mal librado de la crisis de la semana pasada, y aunque no desempeña un papel de primer orden porque está limitado por sus responsabilidades como alcalde, es muy probable que ahora se concentrará con mayor atención en ellas, y que se convertirá en un entusiasta cumplidor de la ley de garantías que prohíbe el uso de los recursos gubernamentales para favorecer causas políticas.

La semana pasada fue muy preocupante para el futuro de la izquierda. Falta ver si sus jefes tienen la cabeza fría para volver a armar el afectado andamiaje. Lo cual necesitaría una estrategia sofisticada para permitir el regreso de Navarro y darle una presentación positiva ante la opinión pública. Y requeriría, también, cerrar brechas en dos campos fundamentales: el programático -entre el ala radical y los moderados- y el de acción política, entre los pragmáticos y los puristas.

En el primer caso, el problema de fondo consiste en que hay 'dos izquierdas', igual que en América Latina. Una, parecida a la de Chávez y Evo Morales, muy crítica de Estados Unidos, radical en su discurso y escéptica de la economía de mercado. Otra, cerca de Lula da Silva en Brasil y los socialistas de Chile, que considera que hay que evitar a toda costa el populismo de los años 60, mantener disciplina fiscal, buscar mejoras sociales a partir de un panorama macroeconómico sano, y manejar las diferencias con Estados Unidos dentro de márgenes de maniobra constructivos. La idea de que esta división está en el fondo de la izquierda colombiana es más aceptada en los seguidores de Lucho y la rechazan los amigos de Gustavo Petro y el propio Navarro.

Petro resaltó durante la semana que no hay divisiones de fondo entre moderados y radicales. Nadie está planteando nacionalizaciones, ni desafíos a la democracia, ni apoyo a la lucha armada. No hay un cisma ideológico. En general, la definición de una plataforma programática conjunta -entre el Polo y Alternativa- no ha tenido grandes dificultades y en sus puntos principales tiene incluso grandes coincidencias con las propuestas que está haciendo la mayoría de los precandidatos liberales. En un país con guerrilla, el radicalismo tiene poco espacio.

Las divergencias más profundas entre los dos grandes grupos se refieren más bien a la mecánica política. Al dilema entre aprovechar un momento en que se ha fortalecido el prestigio de la izquierda para hacer valer su discurso tradicional, o adoptar un plan de expansión mediante la vinculación de nuevos sectores. Las posiciones no son radicales: el ruidoso portazo de María Emma hizo que pasaran prácticamente inadvertidos los ingresos del ex gobernador de Nariño Parmenio Cuéllar, el ex alcalde de Bucaramanga Iván Moreno Rojas, los indígenas Floro Tunubalá (ex gobernador del Cauca) y Gerardo Jumi, y Julián Lemos, del grupo del gobernador de Valle del Cauca Angelino Garzón.

Sin embargo, no es un secreto que las dos figuras más valiosas de la izquierda, Lucho Garzón y Antonio Navarro, están quedando por fuera del escenario electoral de 2006. Desde ahora se tejen hipótesis sobre la posibilidad de un nuevo proyecto, línea moderada, en el que entrarían los dos Garzones, María Emma, Navarro y el actual alcalde de Medellín, Sergio Fajardo. Son figuras de prestigio, coincidentes en la necesidad de buscar un crecimiento por el centro del espectro político, y de reconocida química entre ellos.

Por ahora, sin embargo, el desafío está en las elecciones de este año y en la necesidad de reparar los daños de los últimos días. Se necesitarían grandes dosis de sensatez, que no es propiamente lo que ha sobrado en los últimos días. n