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N A R C O T R A F I C O

Frontera al rojo vivo

El anuncio por parte de las Naciones Unidas sobre la posibilidad de un gran flujo de refugiados de Colombia aumenta la preocupación en el Ecuador.

17 de julio de 2000

Decir que la frontera colombo-ecuatoriana es una bomba de tiempo no es ninguna novedad. En la provincia de Sucumbíos todo el mundo sabe que los guerrilleros colombianos atraviesan la frontera para descansar y aprovisionarse. Pero si a nivel popular esa situación es casi tomada con naturalidad para el gobierno ecuatoriano es fuente de una gran preocupación. Sobre todo después de que la Alta Comisión para los Refugiados de las Naciones Unidas advirtiera al gobierno de Quito que ese país debe estar preparado para recibir entre 25.000 y 30.000 refugiados como consecuencia de las fumigaciones de la coca en el Putumayo contempladas en el Plan Colombia.

La impresionante revelación le fue hecha a María Cristina Caballero, de SEMANA, por el canciller ecuatoriano, Heinz Moeller, para quien el anuncio es inaceptable. Se trataría de “la extirpación exitosa de un tumor canceroso en Colombia que podría hacer metástasis en el Ecuador”. Por esa razón anunció que el Ecuador hará todo lo posible para evitar que lleguen unos refugiados que, según él, podrían dedicarse a sembrar coca en su territorio. Una situación de esa naturaleza equivaldría, en su sentir, a “tener el primer campo de concentración de América Latina”, porque tendría que haber un control permanente y estricto de entradas y salidas.

El gobierno ecuatoriano está tomando las medidas necesarias para evitar que el problema del Putumayo atraviese la frontera. Moeller se reunió a comienzos de mes en Washington con Pete Romero, subsecretario para Asuntos Andinos del Departamento de Estado, para gestionar un plan de desarrollo socioeconómico en la provincia de Sucumbíos, que requeriría una inversión de entre 150 y 250 millones de dólares, provenientes, espera Quito, de Estados Unidos y la Unión Europea. Esa ayuda se dedicaría a elevar el nivel de vida para evitar que la gente caiga en la tentación de sembrar coca o apoyar a las Farc.

Desde el punto de vista militar, el ministro confirmó que la base de Manta se utilizará para labores de inteligencia contra el narcotráfico. Pero sostiene que en el convenio con Estados Unidos “se excluye cualquier posibilidad de interdicción o intercepción de operaciones de narcotráfico”.

Las palabras del canciller ecuatoriano reflejan sobre todo una circunstancia: que la preocupación oficial por la influencia que pueda tener la existencia de una frontera tan viva y permeable como la de Colombia crece con cada día que pasa. Y dejan en claro que el problema colombiano es ya un tema de profundas ramificaciones internacionales. Para nadie es un secreto que un país que atraviesa graves problemas internos como Ecuador es una fácil presa de la desestabilización. La pregunta es hasta qué punto la comunidad interamericana, y en especial Estados Unidos, estaría dispuesta a permitir que ello ocurriera.