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FUEGO CRUZADO

En las denuncias y contra-denuncias de la guerrilla ya no se sabe quién es aliado de quién.

19 de agosto de 1985

La Comisión de Verificación de la Tregua se está llenando de trabajo. La semana pasada, y por primera vez, hasta las Fuerzas Armadas recurrieron a ella: el Batallón Antiaéreo Nueva Granada, con base en Barrancabermeja, le presentó a la subcomisión regional una relación de quejas sobre asaltos de las FARC y del Ricardo Franco en el Magdalena Medio. Las FARC, por su parte -y tras desviar las acusaciones sobre otros dos grupos guerrilleros, el ELN y Falco- presentaron al Procurador un memorial de agravios sobre la violación de la tregua "por parte de algunos mandos de las FF.AA." en la misma región. Docenas de muertos (más de treinta, tanto de las FARC como de la Unión Patriótica, en lo que va corrido de la tregua, según precisó a SEMANA el dirigente de la UP Braulio Herrera), bombardeos de veredas, detenciones masivas y otras provocaciones que, sugiere la UP, "buscan entorpecer el proceso de la paz y justifiar el rompimiento de la tregua".
Para complicar más las cosas, las mismas FARC han recibido en las últimas semanas un aguacero de acusaciones provenientes de otros grupos de izquierda, tanto armados como desarmados. El MOIR, por ejemplo, pago en El Tiempo un anuncio de media página (medio millón de pesos) para acusar a las FARC, "e indirectamente a la dirección del PC", del asesinato de su militante Eduardo Rolón, también en el Magdalena Medio. El EPL, en su periódico Revolución de la segunda semana de julio, denuncian que las FARC (y en especial su V Frente, que opera en Urabá) han lanzado "una ofensiva militar" contra el PCML y el EPL. El Sindicato de trabajadores de las bananeras de Urabá, Sintagro, publicó por su parte otro anuncio -esta vez en El Colombiano- denunciando a un tiempo a las autoridades militares y a las FARC por hostigamientos y amenazas contra sus dirigentes. Y en el Cauca, en el otro extremo del país donde ya se habían presentado choques armados entre frentes de las FARC y grupos del Ricardo Franco y del Quintín Lame, (ver SEMANA Nos. 152 y 156), los indígenas denuncian nuevas víctimas. "Exigimos del Sexto Frente de las FARC que termine con la ola de sangre que ha desatado en las comunidades indígenas", dice en un boletín el resguardo indígena de Corinto. Y varios cabildos indígenas del suroccidente, agrupados en "gobernadores indígenas en marcha", denuncian de un solo golpe a las FARC, al M-19 al ELN, al EPL, al Ricardo Franco e incluso al Quintín Lame por amenazas y presiones contra sus gentes.
Braulio Herrera explica a SEMANA que todo lo anterior responde a una "campaña orquestada para enlodar el nombre de las FARC", campaña que tiene su origen en la "cumbre" guerrillera celebrada (sin las FARC) hace dos meses, y cuyo "objetivo central es avalar al Ricardo Franco". "Pretenden mostrarnos como los caníbales de la izquierda" dice Herrera. Y en esa campaña, además de los grupos mencionados, participan "los terratenientes, Fedegán, el Instituto Linguístico de Verano, el Ejército y el diario El Tiempo", que en esto se ha mostrado como "el principal aliado del Ricardo Franco", cuyas provocaciones muestran, a su vez, "los vinculos estrechos de ese grupo con los servicios de inteligencia militar". Y entre estas provocaciones Herrera menciona los asesinatos de Gloria Lara y de Samuel Schneider. El EPL, apunta Braulio Herrera "ha desencadenado una campaña agresiva contra las FARC, sobre todo en Antioquia y Córdoba". El Quintín Lame "está en estrecha alianza con el Ricardo Franco". Y en lo que toca al MOIR, que es un grupo "sistemáticamente aliado con la reacción" Braulio Herrera se pregunta: "¿si Ies cobraría El Tiempo ese anuncio?".
Se trata, pues, según Herrera de un amplio complot reaccionario dirigido contra las FARC y la UP porque su prestigio popular y su acción de masas inspiran miedo. "Algunos se toman los pueblos a tiros: nosotros nos los tomamos con las masas", afirma Herrera. "Irse a echar tiros es tragarse el anzuelo de la reacción, atragantada por este proceso de paz que constituye una afrenta para el militarismo. Nosotros no vamos a hacerles ese juego".
Puede ser así. Pero puede ser también, como sostienen otros grupos armados, que la "política de paz" de Belisario Betancur empieza a dar su fruto maquiavélico: la agudización de las divergencias entre los distintos sectores de la guerrilla. Siempre estuvieron divididos, pero ahora esa división a dado paso a la lucha armada entre ellos. Lo cual, desde el punto de vista de los militaristas que Braulio Herrera denuncia, no puede ser mejor. "Ahí no hay bala perdida", decía en abril un oficial del ejército hablando de los choques entre las FARC y el Ricardo Franco. Y los "gobernadores indígenas en marcha" corroboran: "las recientes políticas de guerra de los grupos armados ...no sólo nos han colocado entre los fuegos cruzados de las distintas guerrillas, sino que han interrumpido o entrabado nuestras luchas".