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FUENTES Y MEDIOS QUE DAN LECCIONES

22 de octubre de 2001

Editorial del periódico El Colombiano del 17 de septiembre de 2001



Las informaciones emitidas desde los medios de comunicación estadounidenses sobre el atentado terrorista del pasado martes, han brillado por el respeto a las familias de las víctimas y por la responsabilidad informativa de las fuentes oficiales. Una lección pendiente en países como el nuestro, mil veces golpeado por actos de terror.

A las 7:45 de la mañana del pasado martes las Torres Gemelas de Nueva York estaban en pie y a las 9:28 de la misma mañana eran una montaña de hierro retorcido y polvo. Fueron 123 minutos, lo mismo que dura una película, en que todo el mundo pudo ver la tragedia en directo por la televisión estadounidense. Era la primera vez que el mundo asistía en vivo a otro giro de la historia. Los principales símbolos de Nueva York caían víctimas de un devastador acto terrorista que le ha causado a Estados Unidos más muertes que el ataque japonés a Pearl Harbor, el único que habían sentido los americanos en su territorio.

El hecho noticioso estaba servido para que los medios de comunicación de todo el mundo cumplieran a cabalidad con su ejercicio de informar: fue muy temprano, las agencias generaron más contenido que nunca y los colaboradores desde Nueva York y Washington fueron muy eficientes. Las imágenes de televisión, profesionales y aficionadas, abundaron otorgándoles una riqueza sin igual a todos los medios. El avión secuestrado, impactando en una de las Torres Gemelas, se repitió en todos los diarios y los noticieros, pero el tratamiento no fue el mismo. Mientras muchos indagaban insistentemente, -como si fuera el número ganador de un sorteo millonario-, por el número de víctimas, la prudencia de las fuentes oficiales de Estados Unidos fue intachable.

La constante en el tratamiento noticioso de los norteamericanos fue el respeto por las familias de las víctimas, por los empresarios que tenían sus despachos en el World Trade Center y por la esperanza de que la vida es más grande que el temor a la muerte. En Colombia, donde estos sucesos son más frecuentes, los medios siempre inician una carrera desenfrenada por quién da una cifra más o menos ajustada, o quién es capaz de sacarle una palabra acalorada a una víctima o a algún bombero agitado en medio de una conflagración.

Esa misma irresponsabilidad periodística se hace evidente, no sólo cuando se cubren los demenciales actos terroristas, sino cuando las autoridades económicas dan las cifras de inflación, desempleo o tasas de interés. También sucede con los resultados electorales, en los que los estadounidenses también nos dieron una lección; en las pasadas votaciones presidenciales. Sólo después de 36 días se supo el nombre del Presidente, en una ajustada puja entre Al Gore y George Bush.

Pero donde quizá la diferencia es más pronunciada es en el manejo de las fuentes de información. En Estados Unidos sólo hablan los voceros oficiales, y en Colombia se apropia de la información oficial cualquier agente de seguridad, bombero o empleado público con ganas de salir en los periódicos o en la pantalla del televisor. Y lo más lamentable es que todo acto terrorista en nuestro país se convierte en "caballito de batalla" del político de turno. Al Gore, el candidato demócrata derrotado por Bush, no ha salido en los medios a criticar a su vencedor, ni mucho menos ha asistido al escenario de los hechos a darse protagonismo. Bush sólo fue a Manhattan cuando hubo seguridad y cuando el trabajo de los cuerpos de rescate se había adelantado eficientemente. Mientras tanto, los medios nacionales siguen dando cifras -como en un bingo- para ver quién es el más cercano a la realidad.