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Hasta ahora el silencio de Germán Vargas sobre el proceso de paz le ha servido, pues ha sido bien recibido por los uribistas y no ha ofendido a los santistas. | Foto: Alejandro Acosta

POLÍTICA

Germán es el man: la victoria del vicepresidente en las urnas

Vargas Lleras fue el ganador de las elecciones de la semana pasada. Pero ha hecho demasiados enemigos y el camino hacia la Casa de Nariño no será de rosas.

31 de octubre de 2015

En política, las elecciones de corporaciones públicas, gobernaciones y alcaldías no solo definen cómo queda la gobernabilidad a nivel regional, sino que marcan una hoja de ruta sobre cómo podría quedar el tablero presidencial. En otras palabras, de acuerdo con los resultados obtenidos en los comicios de la semana pasada, hay ganadores y perdedores en la carrera por la Casa de Nariño.

Aunque el Partido Liberal y el Partido de la U obtuvieron más votos que Cambio Radical, el ganador individual fue Germán Vargas Lleras. En términos de Presidencia de la República lo importante no es en cuántas partes se gana sino qué tan importantes son. Y las regiones donde a Vargas le fue bien serán claves en 2018. Tal vez lo más importante es la costa. Cambio Radical ganó en La Guajira, Magdalena, Sucre y sobre todo la Alcaldía de Barranquilla. Esta última quedó en cabeza de Álex Char, quien obtuvo el mejor resultado del país y cuyo apoyo familiar a Vargas Lleras constituye uno de los pilares de su aspiración presidencial.

Que un cachaco triunfe en esa zona no es poca cosa. Obviamente esas victorias se basaron en uno que otro aval cuestionable y algunas transacciones poco éticas. Pero en el mundo de la política las cosas funcionan así. Y aunque los votos son más de maquinaria que de opinión, eso le da más solidez a la victoria de Vargas, pues la opinión cambia y la maquinaria, cuando está aceitada, repite.

Su otro triunfo fue en Bogotá, aunque este tiene matices. Vargas se la jugó por Peñalosa pero este se había lanzado por firmas. Además, también contó con el apoyo del Partido Conservador, el cual también reclama derechos de propiedad sobre el recién elegido alcalde.  Por otra parte la historia ha demostrado que Peñalosa no tiene dueños. Esa fue una de las razones por las cuales perdió sus dos últimas candidaturas así que es probable que haya moderado ese radicalismo. Pero así como puede ser más flexible, definitivamente no será manejable y Vargas está acostumbrado a mover sus fichas. En materia burocrática es seguro que el vicepresidente va a pedir más de lo que el alcalde está dispuesto a darle. Habrá que ver si pueden llegar a un justo punto medio, pues a ninguno le conviene pelear con el otro.

También ganó en Vaupés, Amazonas, Huila y Cundinamarca. Este último es el más importante pero hay que aclarar que al igual que el triunfo en Bogotá, tiene otros dueños. La elección de Cundinamarca fue muy curiosa. La mayoría de los partidos se dividieron y tuvieron representantes en los dos lados: en el de Nancy Patricia Gutiérrez y en el de Rey. Sin embargo, así como Cambio Radical no era el peso pesado en la coalición arcoíris de Nancy Patricia, sí pudo haber sido el factor decisorio para elegir a Rey. En cuanto a las otras tres gobernaciones, Huila es la más importante, y las otras, Amazonas y Vaupés, dejan en claro que los tentáculos de Vargas son largos.

Con Cambio Radical y el Centro Democrático pasa algo que no sucede con los partidos tradicionales. Y es que para la opinión pública tienen nombre propio. Cambio Radical con Germán Vargas y Centro Democrático con Álvaro Uribe. En el Partido Liberal, en el Conservador e incluso en los verdes no existe esa identificación personal. La U, que era de Uribe, pasó a ser de Santos y hoy no es de nadie. Esta es un arma de doble filo.

Vargas Lleras y Uribe vivieron eso la semana pasada, pues cuando los candidatos que estos jefes imponen no tienen peso propio, el arrastre de votos que sí se da en las parlamentarias y en las presidenciales no se presenta en las alcaldías y gobernaciones pues no hay capacidad de endoso. Esto quedó demostrado en el fracaso del Centro Democrático en estas votaciones, en las que solo consiguió una Gobernación luego de haber ganado la primera vuelta presidencial y elegido casi 20 senadores. El hecho de fondo, sin embargo, es que Vargas Lleras, con un partido relativamente nuevo, está compitiendo hombro a hombro con partidos centenarios y los tiene a raya.

Una de las razones por las cuales le ha ido bien es porque a muchos de sus rivales les ha ido mal. El uribismo, por ejemplo, era una amenaza latente en una elección presidencial, como lo fue en la de Juan Manuel Santos. Con el resultado catastrófico de la semana pasada, un candidato uribista asusta menos. Otro posible rival es Sergio Fajardo. Pero al igual que Uribe los candidatos que apoyó directamente no ganaron ni la Gobernación de Antioquia ni la Alcaldía de Medellín. Y ganar en casa siempre es un buen augurio para una eventual candidatura nacional. En el Partido Liberal, en el Partido Conservador, en La U y en el partido Alianza Verde  hay muchos buenos aspirantes pero en este momento ninguno compite en reconocimiento nacional ni en poder electoral con Vargas. A esto se suma que ha demostrado que no solo es un gran político, sino un excelente ejecutor que estudia los temas y se la juega por sacarlos adelante.

Germán Vargas ahora le lleva ventaja a todos sus rivales, pero el camino que tiene por delante no es de rosas. Para empezar es malgeniado y a veces trata mal a la gente. Ha hecho tantos enemigos dentro de la Unidad Nacional que prácticamente la desintegró. El Partido Liberal, de donde viene el prestigio de su apellido, no lo puede ver. Y su enfrentamiento con el expresidente César Gaviria no es del nivel del de Santos y Uribe pero se va acercando. Por ahora, la obsesión del Partido Liberal no es tanto llegar al poder como evitar que llegue Vargas. Con La U pasa algo parecido, pero con menos intensidad. En todo caso, esos dos partidos han dejado saber que piensan tener candidato propio a la Presidencia de la República. Sin embargo, eso puede cambiar pues la política es dinámica. Los grandes enemigos de Santos durante buena parte de su carrera política fueron Germán Vargas, Rafael Pardo y Juan Fernando Cristo. Hoy los tres son sus escuderos.

Paradójicamente el partido más cercano al vicepresidente es el Conservador. Su imagen de mano dura y su neutralidad aparente frente al proceso de paz son bien recibidas no solo por los godos sino por bastantes uribistas. En términos personales, el expresidente Uribe y él no se quieren, pero representan algo similar ideológicamente y por lo tanto la animadversión no se extiende a sus seguidores. Por el lado de la izquierda siempre ha habido claridad antivarguista y él nunca ha pretendido seducir a ese sector. Sin embargo, el fracaso electoral de la izquierda de la semana pasada también en cierta forma lo favorece, pues después de la firma del proceso de paz no era descartable un movimiento pendular hacia ese lado.

Un interrogante que flota en el ambiente es qué va a hacer Germán Vargas con el proceso de paz. Hasta ahora su silencio le ha servido, pues ha sido bien recibido por los uribistas y no ha ofendido a los santistas. Sin embargo, al acercarse la firma del proceso de paz le va a quedar difícil seguir eludiendo un pronunciamiento sobre ese tema. Si ese pronunciamiento es favorable los enemigos del proceso se la podrían cobrar. Por otro lado, si sigue pasando de agache los partidarios de este buscarán un candidato que les dé garantías hacia adelante. Es un hecho que en relación con el proceso de paz no es posible quedar bien con Santos y Uribe al mismo tiempo y eventualmente el vicepresidente tendrá que asumir una posición.

Hasta hace poco tiempo su más posible rival parecía ser Sergio Fajardo, quien combina el éxito de sus gestiones en Antioquia con una imagen anticontinuista pero propaz. Sin embargo, en la medida en que las negociaciones de La Habana lleguen a buen término, el nombre de Humberto de la Calle tomará cada vez más fuerza. Aunque él se hace el que esa no es su prioridad, obviamente está pensando en eso. Su candidatura no saldría de su iniciativa, sino de una nueva realidad política, y en esas circunstancias nadie se niega. Esa nueva realidad es el proceso de paz y él es el símbolo de esa causa.

Es ahí donde entra el nombre del presidente Santos. Él tiene claro que su puesto depende del éxito del proceso de paz, el cual mal que bien se vislumbra en el horizonte. Aunque se hable mucho de un distanciamiento entre él y su vicepresidente, eso hasta ahora no es verdad. Cada uno respeta y usa al otro, y esa simetría ha funcionado. Ahora, sin embargo, se presenta la posibilidad de que haya dos precandidatos cercanos al presidente, el uno enarbolando la bandera de la paz y el otro las reservas. Porque aunque llegue el momento en que Germán Vargas haga una declaración a favor del proceso, será interpretado solamente como un mero formalismo y no como un movimiento de su corazón. Eso no significa que el presidente vaya a apoyar a Humberto de la Calle si decide lanzarse. Pero sí significa que si están los dos en el ruedo no moverá un dedo por ninguno.