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GOLPE A LOS JEFES

Pocos se han dado cuenta de las verdaderas dimensiones del "golpe de estado" conservador de la semana pasada.

26 de octubre de 1992

FUE UNA REVOLUCION SIlenciosa. De manera casi inadvertida para el grueso de la opinión pública y en lo que periodistas y observadores creyeron inicialmente que sería una reunión rutinaria, 60 representantes de cerca de 30 directorios regionales del hasta ese momento Partido Social Conservador, sesionaron en Bogotá con una dacena de senadores y cerca de 20 representantes a la Cámara, en lo que se denominó la Conferencia Conjunta de Directorios Departamentales y de la Junta de Parlamentarios.
En menos de 48 horas, esta preconvención azul le dio a los jefes tradicionales de la colectividad, y en especial al ex presidente Misael Pastrana, un golpe de mano que pretende ser definitivo en la reorientación de la conducción de las huestes de Caro y Ospina.
La reunión venia siendo cuidadosamente planeada, entre otros, por Juan Diego Jaramillo, que en el pasado fuera una especie de enfant terrible del alvarismo y que ganara gran respetabilidad entre sus copartidarios por su decorosa votación como candidato a la alcaldía de Bogotá en marzo pasado. Al lado de Jaramillo y con no menos protagonismo, aparecieron el senador antioqueño Fabio Valencia, y los ex ministros Rodrigo Llorente y Carios Martínez Simahan. "Lo que nos ha venido convocando, desde la derrota en las presidenciales del 90, es la convicción de que la vieja disputa entre el ex presidente Pastrana y Alvaro Gómez había llevado al partido al borde de la tumba, tal y como lo denunció en esa campaña el candidato Rodrigo Lloreda Caicedo", le dijo a SEMANA uno de los asistentes a la reunión.
Pero ¿qué decidieron los precónvencionistas? En primer lugar algo de forma y no de fondo: que el partido, que desde 1984 adoptó el nombre de Social Conservador a instancias del ex presidente Pastrana, vuelva a llamarse Conservador a secas. En segundo lugar, que la Convención, convocada para fines de octubre, se convierta en el más amplio de los foros, con la mayor asistencia para un acto de éstos en toda la historia del partido: 300 ex alcaldes, 200 diputados, 4.000 concejales, 800 jóvenes y varios centenares más de ex ministros, mujeres y representantes de gremios y sindicatos, para un total de más de 5.000 convencionistas. La tercera decisión es la adopción de un modelo de selección popular del próximo candidato presidencial más parecido a las elecciones primarias norteamericanas que a la consulta popular de los liberales. Se trata, en efecto, de un sistema de votaciones departamentales que se irán celebrando una a una, departamento por departamento, a lo largo de un mes, para que al final de ella la Convención conservadora confirme al precandidato que más votos haya obtenido.
A la primera de las decisiones, el ex presidente Pastrana reaccionó con una virulencia inusual en el ex mandatario, que ha acostumbrado al país en sus declaraciones, a encontrarle siempre el lado bueno hasta en las peores derrotas. En un comunicado divulgado por el diario la Prensa, el ex presidente rechaza el retiro del apelativo Social, alegando que "para mí un conservatismo sin lo social es fósil para el mundo de hoy". Pero ahí no paró la carga de artillería de Pastrana: aseguró que dicha decisión está "ausente de todo valor moral" por cuánto, según él, el senador Fabio Valencia, quien propuso el cambio de nombre, está "subjudice" porque lo está investigando la Comisión de Etica del Congreso.
Pero a pesar de lo anterior, no es quizás el ex presidente Pastrana, sino su hijo Andrés, el que puede sentirse más golpeado por las decisiones de la semana pasada. En efecto, el joven senador y jefe de la Nueva Fuerza Democrática, viene aspirando a unir a todos los conservadores con un movimiento nacional al estilo de Belisario Betancur y por medio de una consulta popular parecida a la de los liberales, en la que todos dan por descontado que juzgar por las encuestasganaría por amplio margen. El hecho de que los conservadores entiendan dicha consulta como un proceso de etapas regionales en una fecha distinta a la de las elecciones parlamentarias, plantea para Andrés un desafío diferente al que posiblemente tenía en mente.
En esa especie de vuelta a Colombia electoral, es probable que los jefes municipales y departamentales del partido tengan mayor injerencia en la votación, que la que tendrían en una consulta de una sola jornada a nivel nacional, celebrada el mismo día en que los electores de todos los partidos concurren a las urnas para definir la composición del Congreso. Andrés tiene votos por fuera del conservatismo, que podrían expresarse en una jornada nacional de consulta popular, pero que quizá no aparezcan más que marginalmente en el escenario de unas elecciones conservadoras regionalizadas. La selección de este sistema de consulta es entonces un golpe para el ex alcalde, pues aunque por este medio es posible que de todos modos gane, con la consulta al estilo liberal lo que no podía era perder.