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GOLPES BAJOS

AL CONTESTAR LOS ATAUES DE SAMPER, EL FISCAL LOGRO QUEDAR TAN MAL COMO EL PRESIDENTE.

17 de junio de 1996

Sin duda alguna los dos trenes más poderosos que se enfrentaron la semana pasada fueron el del Presidente y el del Fiscal. Los otros organismos, como la Corte Suprema, el Consejo de Estado y el Congreso, entre otros, que posteriormente se sumaron a la guerra abierta de poderes que acaba de explotar, son igual de importantes pero menos protagónicos para la opinión pública. El mano a mano entre Ernesto Samper y Alfonso Valdivieso es el que entusiasma a las barras.El origen de este episodio fue una entrevista concedida a la revista Cromos por el vicefiscal Adolfo Salamanca. Este personaje nunca ha tenido pelos en la lengua, pero en ese reportaje la soltó más que nunca. Después de afirmar que la persecución del gobierno de Ernesto Samper contra el narcotráfico en 1995 no fue más que una farsa montada para engañar a la opinión pública y a la Fiscalía, Salamanca procedió a hacer la siguiente declaración: "Es anormal esa ausencia de autoridad del gobierno, el manejo de los organismos de control, la actitud del Parlamento. Son tantas las deformaciones que ha resultado la justicia haciendo el papel de la oposición". Más adelante agregó que el gobierno no tenía ninguna legitimidad ni credibilidad como tampoco el Parlamento, donde había "delincuentes que se han enriquecido". Y como si todo esto fuera poco, también dejó claro que "todos los que debieran ser aliados de la justicia, empezando por el Estado, son quienes más han entorpecido y han procurado buscar su ineficiencia".La entrevista de Salamanca fue muy buena periodísticamente pero constituyó un acto monumental de imprudencia para una persona en su posición. Confesar que la justicia está haciendo el papel de la oposición es reconocer lo que afirman los detractores de la Fiscalía. Sus comentarios sobre la legitimidad y credibilidad del gobierno y del Congreso, aunque sean verdad, desde el momento en que se expresan en público pueden ser interpretados como prueba de parcialidad. Hay cosas que pueden decir todos los colombianos sobre el gobierno menos uno: el que tiene que fiscalizarlo. Al cierre de esta edición la Presidencia de la República estaba considerando la posibilidad de recusar al vicefiscal Adolfo Salamanca, iniciativa que, de llegar a prosperar, lo sacaría del proceso 8000.A todas estas la soltada de lengua de Salamanca hizo que el Presidente también soltara la suya. En una ceremonia en la Casa de Nariño pronunció un discurso en el cual decidió abrir fuego contra la Fiscalía. En relación con sus ministros acusados afirmo: "No existen documentos, testimonios, indicios o pruebas de alguna naturaleza que comprometan a los ministros del Interior, Relaciones Exteriores y Comunicaciones, pues los presuntos delitos han tenido existencia más en los medios de comunicación que en el rigor propio de las investigaciones penales". Criticó también a Valdivieso y sus muchachos por basarse en los testimonios de su ex ministro y principal acusador, Fernando Botero, con el argumento de que "quien miente una vez miente 100 veces. Agregó que "por pasiones políticas o supuestas o reales campañas de moralización no se puede colocar en la situación de transgresores de leyes penales inexistentes a ciudadanos inocentes".El Presidente tampoco quedó muy bien parado con sus declaraciones. Se le acusó de no respetar la separación de poderes y de interferir en el debido proceso. Samper se defendió alegando que no estaba interfiriendo en el proceso sino defendiendo a su gobierno y a sus ministros, lo cual era su obligación. Lo que estaba haciendo en realidad era política. Politizando el caso para presentarse como la víctima. Su raciocinio es que no tenía nada que perder ya que la Fiscalía estaba a punto de dictarle medida de aseguramiento a tres de sus ministros, y ante un hecho de esta gravedad prefirió un grito de rebelión que un silencio respetuoso.No había terminado de leer Samper su discurso cuando le contestó el fiscal Alfonso Valdivieso. "Es un lamentable espectáculo que cuestiona de manera injusta a la Fiscalía". A juicio del Fiscal, Samper está "incurriendo en una gran equivocación y ha actuado de una manera que, sin duda alguna, no corresponde a la dignidad de su cargo". Calificó al Presidente como "un defensor de oficio que no se merecen los ministros". Luego criticó la actitud de Samper con Botero: "Una persona que el Presidente descalifica en su declaración poco tiempo después de cuando él mismo la alababa y ponderaba".Las declaraciones de Valdivieso fueron un error. Acusó el golpe y, en lugar de quedar como el juez imparcial por encima de todo este bochornoso episodio, acabó posicionado como la contraparte del Presidente. Eso era precisamente lo que buscaba Samper. Valdivieso, quien siempre había logrado distanciarse de las actitudes desafiantes de Salamanca, se bajó del pedestal durante su improvisada rueda de prensa. Mucho más elegante hubiera sido responderle a los periodistas que en su condición de juez del Presidente se consideraba impedido para dar cualquier declaración. Así hubiera dejado a Samper bailando solo en la mitad del ring en lugar de enfrentarlo con los guantes puestos.El balance de todo este episodio es muy melancólico para las instituciones colombianas. La Fiscalía y la Presidencia son dos trenes que van el uno hacia el otro a toda velocidad y están al borde de una catástrofe. Los conductores de las locomotoras en vez de halar el cordón del freno de emergencia le están echando más carbón a la caldera. Durante la primera etapa del proceso 8000 se decidió judicializar lo que no era más que un proceso político. Ahora, al acercarse el final, las dos partes están politizando lo que ya se convirtió en un proceso jurídico. Lo cierto es que, en este caso, los colombianos no ven un faro de dignidad y prudencia ni en el Presidente ni en el Fiscal.