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Pedro Rincón, alias Pedro Orejas, al momento de ser capturado pocos días después de ser víctima de un atentado.

JUDICIAL

La continuación de la guerra verde

Con la captura de Pedro Orejas se buscó detener el creciente conflicto entre clanes esmeralderos. Pero aún soplan vientos de guerra.

30 de noviembre de 2013

No pocos respiraron tranquilos cuando se conoció la noticia del arresto de Pedro Rincón el pasado 21 de noviembre. Conocido con el alias de Pedro Orejas, este controvertido esmeraldero sufrió, cinco días antes, un atentado cuando le lanzaron una granada que dejó cuatro muertos y diez heridos. Al momento de su captura Orejas salía de su pueblo, Maripí, Boyacá, custodiado por una caravana de 16 camionetas, rumbo a una reunión con otros jefes esmeralderos, representantes de la Iglesia y el gobierno nacional.

Orejas fue detenido por un proceso en su contra que lleva años congelado en una Fiscalía de Tunja, en donde se la sindica por los delitos de concierto para delinquir y tráfico de armas entre otros. La reactivación de ese juicio, que envió a Orejas al pabellón de máxima seguridad de la cárcel de Picaleña, también es claramente una medida de la Fiscalía y el gobierno para sacar de circulación a uno de los más belicosos protagonistas de una nueva guerra verde entre clanes de esmeralderos, que tan solo en el último año ha dejado cerca de 100 muertos en diferentes hechos.

Sin embargo, a pesar de esa captura, de haber militarizado la zona esmeraldífera del occidente de Boyacá, de la apertura de mesas de conciliación y de los esfuerzos y advertencias de los ministros a los esmeralderos, la realidad es que el clima de venganza sigue latente aún después de tener a Orejas tras las rejas.

SEMANA conoció grabaciones de las últimas dos semanas, en donde varios de sus socios y aliados, entre ellos algunos integrantes del llamado clan de los Triana, seguirían en pie de guerra.


Esencialmente ese grupo sigue con la intención de acabar por la fuerza con sus rivales representados por los herederos del zar Víctor Carranza y su socio Hernando Sánchez, quien sobrevivió el año pasado a 11 disparos que le propinó un sicario. 

Los organismos de inteligencia tienen información sobre planes para realizar asesinatos selectivos, que se adelantarían con la ayuda del hombre que se quedó con el imperio criminal del Loco Barrera, un hombre de apellido Pachón conocido con el alias de Puntilla, quien tiene un brazo sicarial liderado por un exteniente de la Policía apodado Cejas.

Aunque la Fiscalía y las agencias internacionales están tras estas estructuras –que tienen fuertes vínculos con el narcotráfico– la Justicia y el gobierno temen que, aunque hubo un par de semanas de calma chicha, solo sea cuestión de tiempo para que los muertos de la nueva guerra verde vuelvan a quedar tendidos en las calles. 

Los esfuerzos de la Iglesia por mediar en este conflicto no han rendido frutos y todo parece indicar que la única solución que podría resultar efectiva es que el aparato de Justicia opere eficazmente y descongele los múltiples procesos penales que, por ineficiencia y corrupción, han impedido que los barones de las esmeraldas con líos legales terminen tras las rejas. 

Esa dilación es la responsable de que por el contrario se hayan forjado nuevas alianzas con aspirantes a capos, generando una tormenta perfecta que en nada ayuda a apaciguar las agitadas y sangrientas aguas que han corrido en los últimos años.