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GUERRA TOTAL

Con la matanza de Mapiripán los grupos paramilitares atacaron el corazón de las Farc y dieron comienzo a su ofensiva contraguerrillera .

25 de agosto de 1997

La voz de Jorge Suárez Briceño, alias el 'Mono Jojoy', por primera vez en mucho tiempo sonaba nerviosa. El tono no era el mismo soberbio y altanero de otras veces. Por el contrario, el jefe militar de las Farc mostraba una alta dosis de preocupación: "No podemos hacernos los pelotones si vemos amenazadas a las regiones y no actuamos. Así no cree la gente en nosotros. Si no se quema un tiro, no cree nadie en uno. Ahorita nos llegaron en un flanco en donde no había fuerzas nuestras. Pero no quiere decir que no podamos moverlas y seguirlos hasta donde sea necesario. Hasta llegar a la sede de las divisiones y los batallones". Estas instrucciones eran impartidas por el 'Mono Jojoy' a los distintos frentes de las Farc el 21 de julio pasado, un día después de la matanza de seis personas y la desaparición de por lo menos otras 20 en el municipio de Mapiripán, Meta, en los límites con Guaviare, una de las regiones con mayor presencia guerrillera del país. Durante la conversación, que fue interceptada por los organismos de seguridad del Estado, el 'Mono Jojoy' insistió varias veces en que la acción fue realizada por grupos paramilitares que estaban operando en la zona a cuyos jefes, según él, "hay que darles pistola".La matanza de Mapiripán produjo el éxodo de por los menos 500 personas, de las 2.000 que tiene el pueblo, según lo denunció un funcionario de la Cruz Roja Internacional. El hecho se convirtió en una de las más cruentas masacres de las ocurridas en lo que va de 1997 y la más grande en el departamento del Meta desde la década de los 80 cuando Gonzalo Rodríguez Gacha, 'El Mexicano', junto con varios esmeralderos de Boyacá, compraron miles de hectáreas y crearon sus propios grupos de autodefensa para cuidar sus propiedades. La conversación del 'Mono Jojoy' con los otros jefes de los frentes de las Farc, aparte de mostrar el desconcierto del guerrillero por la incursión de los paramilitares en sus predios, deja en evidencia una verdad incuestionable: la puesta en marcha de la llamada Unión de Autodefensas de Colombia, conocida también como la Coordinadora Nacional de Autodefensas. Dicha organización había sido uno de los sueños de los hermanos Fidel y Carlos Castaño Gil. La idea comenzó a tomar cuerpo a finales de 1994 durante la celebración de una cumbre en Cimitarra (Santander) y sólo hasta ahora parece consolidarse realmente como un movimiento nacional. En Cimitarra los jefes paramilitares habrían tomado la decisión de crear un estado mayor conformado por los comandantes de las distintas regiones del país. El propósito, ahora como antes, sigue siendo el mismo: responderle a la guerrilla con las mismas armas y enviarle un mensaje al gobierno en el sentido de que cualquier negociación de paz con la subversión tiene que pasar por su resorte. En otras palabras, las autodefensas quieren una negociación política en igualdad de condiciones con la guerrilla. Para ello recurren al mismo método que ha utilizado la subversión a lo largo de la historia: el terror. Método que tampoco es ajeno a los grupos paramilitares. El país todavía recuerda con espanto las matanzas de Honduras y La Negra, Segovia, El Tomate, Coquitos y otras fincas bananeras en el Urabá antioqueño. La matanza de La Rochela es otra que está grabada con sangre en la mente de los colombianos. Las investigaciones posteriores demostraron que todas ellas contaron con la participación de miembros de los grupos paramilitares. La masacre de Mapiripán sirvió, además, para demostrar que la decisión que tomaron los líderes de la llamada Unión de Autodefensas de Colombia es la de pasar de las palabras a los hechos. De acuerdo con analistas consultados por SEMANA, los paramilitares tienen la firme intención de hacer presencia en todos aquellos lugares donde existan frentes guerrilleros. "Una vez liberada Urabá, Córdoba, Sucre y sur del César, las autodefensas han iniciado un proceso de expansión que las llevará a pelear contra la guerrilla en su propio terreno", sostiene un ex oficial del Ejército conocedor del tema. Pero mientras los paramilitares vuelven aceitar su máquina de muerte y la guerrilla de las Farc anuncia retaliaciones, la población civil sigue indefensa, sin encontrar protección por parte del Estado. Las Fuerzas Militares hasta el momento parecen impotentes para contener las acciones sangrientas de estas dos organizaciones criminales al margen de la ley. Así las cosas, nadie parece en capacidad de demostrar que la matanza de Mapiripán no tendrá una réplica en las próximas semanas y que lo que se avecina es una guerra total entre ambos bandos.