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GUSTAVO VASCO SE DEFIENDE

SEMANA entrevista a la eminencia gris del gobierno.

21 de diciembre de 1987

Recién desembarcado del avión que lo trajo de París a Bogotá el sábado pasado, Gustavo Vasco aceptó responder a SEMANA una entrevista que recoge los principales señalamientos y acusaciones que se le han hecho a quien se considera "el poder detrás del trono", después del reciente episodio en el que tildó al periodista Daniel Samper de "sicario moral".

MARIA ISABEL RUEDA.: ¿Se ratifica en la afirmación de que Daniel Samper es un sicario moral?
GUSTAVO VASCO.: Efectivamente, en una reunión social hice el comentario de que así como infortunadamente en Colombia existen sicarios que atentan impunemente contra la integridad física de las personas, de la misma manera existen periodistas que también impunemente destruyen la honra de las gentes.

M.I.R.: ¿No le parece que este es un juicio demasiado grave para hacerle a una persona, cuya principal actividad ha sido ejercer el periodismo con valentía y honestidad?
G. V.: Quizás hubo una imprecisión en la metáfora. Nunca he pensado que el periodista Daniel Samper, a quien se considera a justo título como el gran promotor en Colombia del periodismo inquisitorial, con cuyas prácticas y consecuencias estoy en total desacuerdo, lo haga por cuenta ajena.

M.I.R.: Usted está identificado prácticamente como el "alter ego" del presidente Barco. ¿No le impone eso la responsabilidad de ser más cauteloso, incluso con los juicios que emite en fiestas privadas?
G. V.: Me he dado cuenta, por los alcances que ha tomado una opinión emitida en una reunión social, que efectivamente en la Colombia de hoy y en razón del poderoso e implacable espíritu de cuerpo que ha adquirido el periodismo, es necesario medir el alcance de cada palabra y de cada frase que, sin constituir una declaración pública, pueden llegar a recibir un gran despliegue fuera de su contexto integral .

M.I.R.: Cuando usted dice que Daniel Samper está "bien ido", le está dando la razón a quienes amenazaron al periodista para que se fuera del país. ¿Eso no es algo inadmisible, inclusive para un particular como usted ?
G. V.: No sé quién habrá amenazado al periodista Daniel Samper. Muchas gentes de muy diversa categoría social y económica, de distintas ideologías y con diferentes niveles de responsabilidad en el país, reciben constantemente amenazas de distinta naturaleza, algunas sí constantes y precisas. Quiero contarle dos casos que conozco bien. El del doctor Fabio Echeverri Correa, presidente de la ANDI, y el de William Jaramillo, alcalde de Medellín. Sin embargo, uno y otro continúan en el país afrontando sus responsabilidades y dando el necesario ejemplo de valor civil y de coraje personal. En casos como el del periodista Daniel Samper, cuando se tienen capacidades profesionales y recursos económicos para trabajar y vivir en el exterior y son dueños legítimos de sus personales temores, pues no hay razón alguna para desearles que les vaya mal en su voluntario exilio.

M.I.R.: ¿Llama voluntario exilio a tener que salir del país, como lo hizo Daniel Samper, por amenazas concretas contra su vida?
G. V.: Casi todos los colombianos que tenemos algún género de responsabilidad o de figuración en Colombia, hemos recibido alguna suerte de amenaza. El país, sin embargo, no puede convertirse por ello en un desierto intelectual, político o empresarial por el temor a tales amenazas.

M.I.R.: ¿Le parece normal que exista un poder como el suyo en Colombia, sin cargo y sin responsabilidad ?
G. V.: Sería útil, inclusive para mi conocimiento personal, que se me precisara en qué consiste el "poder" que usted me atribuye.

M.I.R.: Por "poder como el suyo " me refiero a hechos que son de conocimiento público como que usted fue quien sugirió a José Esmeral como ministro de Educación; quien le pidió a Guillermo Perry la hoja de vida para nombrarlo ministro de Minas; quien estaba presente cuando el presidente Barco llamó al ministro Arias a Palacio a pedirle la renuncia. Eso, para referirme a casos concretos. Pero hablando en términos generales, todos los funcionarios públicos admiten en privado que usted manda. Una llamada suya normalmente es una orden, aunque se trate de un ministro. Y es de conocimiento público que en su residencia se deciden altos asuntos de estado. ¿Le parece poquito poder?
G. V.: Usted me trae unos buenos ejemplos de actuaciones que se me atribuyen, y cuyo "contenido de poder" no es tan preciso como usted lo afirma. Para comenzar, Esmeral no se llama José, sino César. En el caso del médico César Esmeral, quien fue uno de nuestros más activos compañeros de campaña electoral (brigadista de salud, y hombre convencido de la necesidad de atender prioritariamente los programas básicos de salud popular, los que integran el cuadro dramático del flagelo denominado como la pobreza absoluta), es correcto decir que yo sugerí su nombre, entre otros, para posible ministro de Salud Pública.
Estas sugerencias o insinuaciones son hechas a diario por muchas gentes y, entre otros, por los periodistas especializados en la gabinetología, sin que ello se presuma o califique como uso del poder. Por otra parte, vale la pena señalar que el doctor Esmeral está hoy fuera del gabinete.

M.I.R.: Usted parece estar muy bien enterado de las razones por las cuales Esmeral ingresó al gabinete. ¿Por qué no me cuenta las razones de su salida?
G. V.: No tengo la menor idea.

M.I.R.: Sigamos entonces con el caso Perry.
G. V.: En cuanto al caso del ministro Perry, es cierto también que el doctor Barco, antes de tomar posesión como Presidente de la República, y conocedor como era de mi amistad y de mi admiración profesional por el doctor Perry, me solicitó el favor de localizarlo horas antes del acto de transmisión del mando, para solicitarle su hoja de vida. En cuanto al caso del ministro Arias Carrizosa, es cierto también que, en razón de la amistad que siempre le he profesado, lo acompañé a una reunión privada en la casa privada del Presidente de la República en un día feriado, y que serví de testigo amistoso en uno de los momentos más duros y difíciles en la larga trayectoria de este brillante batallador público.

M.I.R.: ¿Entonces, estaba en esa reunión a título de acompañante de Arias y no de Barco?
G. V.: Fui a la casa privada en compañía del ministro Arias.

M.I.R.: De todo lo dicho hasta el momento, se deduce que su cercanía al Presidente es total...
G. V.: No estoy diciendo nada diferente.

M.I.R.: ¿Está usted dedicado a sus negocios particulares?
G. V.: Durante toda mi vida, incluso cuando estuve detenido en la Cárcel Modelo de Bogotá, en razón de mi incurable temperamento inconformista, he vivido de la actividad privada. Nunca he tenido ninguna función pública y como no soy rentista, continúo viviendo de mi actividad privada. Por varios años, unos 10, fui al mismo tiempo abogado litigante y profesor universitario. Luego trabajé durante unos 12 años en el grupo Santodomingo como empleado ejecutivo especialmente en el sector petrolero y petroquímico. Desde cuando me retiré del último cargo de ejecutivo privado en el año de 1982, que fue la presidencia de Colseguros, he trabajado como consultor de grupos privados.

M.I.R: ¿No le parece que hay una íncompatibilidad entre esos negocios particulares y las gestiones públicas que usted realiza con frecuencia en nombre del Presidente?
G. V.: Es posibe que en casos concretos y especificos puedan existir más que incompatibilidades, situaciones que podrían ser incómodas para el gobierno, pero como usted lo afirma, en razón de pretendidas gestiones públicas que yo realice para éste. Lo que sí me parece inadmisible es que mi amistad de vieja data con quien hoy ejerce el cargo de Presidente de la República, me impida seguir trabajando en Colombia, como el ciudadano particular que siempre he sido. No tengo, como es el caso del periodista Daniel Samper, las capacidades profesionales y el deseo de irme a trabajar fuera del país, porque no podría irme tan bien ido como él al exilio voluntario.

M.I.R.: ¿No cree que su posición permite suspicacias frente a cualquier beneficio que obtengan usted, o sus familiares, o sus allegados, o sus socios?
G.V.: Las suspicacias ya existen. Las ha creado la oposición, y considero que está en su derecho de hacerlo. Pero las ha tomado además en sus manos el llamado periodismo investigativo, que se ha tornado, a mi juicio, en un periodismo inquisitorial, en lugar del tradicional periodismo de información, de opinión, de crítica y de controversia. El periodismo de inquisición, como así ha ocurrido siempre a través de la historia, lo que gana en poder intimidatorio lo pierde en autoridad y respetabilidad.


M.I.R.: ¿Aunque el beneficio del negocio sea justo, legítimo o merecido, no le preocupa que, dada la ascendencia que usted tiene sobre el actúal gobierno, esto tenga mala presentación?
G.V.: Acabo de decir que el periodismo inquisitorial, a más de las suspicacias, está creando en Colombia un clima enrarecido y altamente perjudicial para el normal desenvolvimiento y creatividad de la iniciativa privada. En un país en el cual toda proyecto privado debe pasar por el tamiz y debe obtener la aprobación de incontables, imprevisibles y a veces tortuosos trámites burocráticos, le surge ahora a la iniciativa privada -que está obligada a recurrir a todas las instancias del estado donde aparecen funcionarios muchas veces prepotentes y amantes de los formalismos- el tamiz de las unidades investigativas. Esto es dañino y perjudicial para el desarrollo económico e industrial del país. Es el caso concreto del proyecto de una planta de polipropileno, cuya utilidad nadie controvierte con argumentos de peso, y el cual se proponen ejecutar en sana competencia algunos de los grupos de industriales más emprendedores, respetables y experimentados, que creen en el país y apuestan con optimismo ejemplar a su porvenir. Este proyecto está a punto de naufragar por la ignorancia sobre el tema y la consecuente irresponsabilidad en su tratamiento de un periodista, cuya única notoriedad y ascendiente sobre la opinión consiste en ser el heredero y discípulo privilegiado de la Unidad Investigativa creada y orientada por nuestro personaje, por Daniel Samper. Este hecho, diría yo, podría llegar a constituirse en una contribución más, no por inconsciente o impremeditada, al fortalecimiento de la llamada economía subterránea, frente al normal proceso de inversión y creatividad de la empresa privada colombiana.

M.I.R.: ¿No fue precisamente el tema del polipropileno lo que motivó su ira contra Daniel Samper, al presumir que el columnista tuvo que ver con el informe de la Unidad Investigativa de El Tiempo que cuestionó la vinculación de su yerno con dicho negocio?
G.V.: Esta pregunta ya quedó contestada en la respuesta anterior.

M.I.R.: Como el famoso debate que usted propuso con Daniel Samper no va a tener lugar, ¿por qué no resume los principales puntos que tenía preparados para el efecto?
G.V.: Mi posición al respecto es bastante clara y hasta simplista. Y tiene como fundamento esencial mi vieja formación jurídica. Se trata de uno de los elementos esenciales de la conquista siempre ascendente por el ejercicio de las libertades ciudadanas y el respeto a los derechos humanos. Es lo que se conoce como el derecho al "debido proceso". Nadie puede ser condenado sin haber sido oído y vencido en juicio, adelantado éste conforme a las leyes y procedimientos preexistentes. A más de la capacidad intimidatoria del nuevo poder, el poder de la prensa, que tiende a ser sacralizado y a tornarse, por consiguiente, en un poder unilateral, arbitrario y, por este camino, totalitario, todas las tutelas y cautelas del debido proceso que han venido perfeccionándose desde los tiempos inmemoriales de las enseñanzas y doctrinas del profesor Beccaria hasta nuestros días están siendo maltratadas, socavadas y tienden a ser destruidas con el llamado periodismo investigativo, cuyas reminiscencias con la Santa Inquisición saltan a la vista. La cautela de la reserva del sumario, la tutela de la doble instancia por la cual tanto clamaron los profesionales de la defensa de los derechos humanos, todo esto tiende a venirse abajo. Por este camino, y para parafrasear el lenguaje de moda, estamos llegando a la "parajusticia", que es otra forma de justicia privada. De allí al "sicariato moral" no hay muchos pasos que recorrer, si la sociedad no reacciona oportunamente. No sólo se está llegando a una "parajusticia", sino que también se pretende desconocer el papel que en el sistema democrático, en el estado de derecho, nuestra Constitución le atribuye a instituciones de tanta trascendencia como la Contraloría General de la República y la Procuraduría General de la Nación.

M.I.R.: ¿Usted, a lo que se opone es a que se haga periodismo investigativo o que se haga como se esta haciendo en la actualidad?
G. V.: El periodismo investigativo tendría la obligación de colaborar con la justicia y llevar ante ella los casos de violación de la ley que lleguen a su conocimiento. Pero no puede convertirse en fallador y justiciero de la honra de sus asociados.

M.I.R.: ¿El incidente del "sicario moral " no lo ha llevado a contemplar la posibilidad de cambiar su papel en la actual administración, o dejando de mando o mandando a través de un cargo público?
G. V.: No tengo ni vocación ni ambición de poder y, como así lo repito, nunca he ejercido un cargo público, no puedo siquiera estar cierto de poseer las cualidades y condiciones para ejercerlo.

M.I.R.: Si el presidente Barco le ofreciera un cargo, ¿ Usted lo aceptaría?
G. V.: Mi ya larga amistad con el Presidente de la República, que se remonta a antes de haber sido ministro de Obras Públicas en la administración Lleras Camargo, no significa necesariamente una identificación con todos los criterios y con el análisis de los hechos y las situaciones concretas que haga el Presidente de la República. Es bien probable que el Presidente disienta absolutamente de mis opiniones y de mi actitud en el caso que nos ocupa. La amistad, mientras ella subsiste, permite que exista en muchos casos el disentimiento. Las relaciones de poder, como son las que se desprenden de los cargos públicos, son en este sentido más rigurosas. Prefiero, mientras este privilegio me sea otorgado, el ejercicio de la amistad al de las funciones públicas, así el ejercicio de la amistad lo hayan convertido algunos medios de comunicación pública en tema de aguda controversia.

M.I.R.: Tenía la esperanza de que usted utilizara esta entrevista para ofrecerle disculpas a Daniel Samper...
G. V.: Si un comentario mio en una reunión privada, hecho público fuera de contexto por un senador conservador con intenciones que no es del caso ahora calificar, ha afectado moral y emocionalmente al periodista Daniel Samper, en similar medida en que esto ha ocurrido con muchos colombianos como consecuencia de las publicaciones de su Unidad Investigativa, considero que es mi deber hacerlo en aras del necesario proceso de reconciliación de los colombianos.

M.I.R.: Una última pregunta: ¿Usted a qué atribuye el inmenso poder que ejerce en este gobierno, a la voluntad del Presidente o a sus limitaciones?
G.V.: Me parece que es un despropósito hablar de las incapacidades de quien, después de 40 años de vida política y actividad pública al servicio del país, tuvo la más alta acogida que en la historia de Colombia, bajo un sistema de democracia representativa, haya logrado jamás cualquier otro colombiano.