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HELMS PARA RATO

Tras el debate en el Senado de Estados Unidos, el presidente Ernesto Samper reclamó una victoria. Pero más que un triunfo lo que resultó ser fue una tregua.

8 de mayo de 1995

POR FIN SALIO EL PAIS DEL tan anunciado debate en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos. Durante meses, funcionarios del gobierno colombiano y la prensa nacional y extranjera, no hicieron otra cosa que especular sobre lo que sucedería a partir del 4 de abril en Washington. Y la verdad es que muchos esperaban lo peor. Se decía que el senador republicano Jesse Helms tenía preparado un completo montaje para desprestigiar a Colombia con toda suerte de denuncias sobre narcocorrupción al más alto nivel. Los más importantes diarios de Estados Unidos publicaron artículos hostiles hacia el país. Todo esto hizo que el ambiente, tanto en Washington como en Bogotá, se volviera cada vez más tensionante.
Pero fue tanta la expectativa y tan grave lo que se esperaba oír en la audiencia, que una vez llegado el debate, a casi todo el mundo le pareció que Helms había salido con un chorro de babas. Los colombianos que creyeron que el país iba a ser objeto de un debate similar al publicitado caso de O.J. Simpson, vieron en Helms a un viejito de 82 años bastante despistado, para quien Colombia no parecía ser digna de su atención. Ni Helms ni los funcionarios que intervinieron dijeron nada nuevo. El senador reiteró lo que ya había dicho en el pasado, mencionó los narcocasetes, habló de corrupción, se refirió al allanamiento al Hotel Intercontinental de Cali durante la primera comunión del hijo de uno de los Rodríguez Orejuela y una supuesta llamada telefónica de Rodríguez a la Casa de Nariño en la cual exigía excusas públicas.
Aunque todas estas acusaciones podían ser consideradas graves, todo lo que se dijo en la audiencia ya se había oído antes. Y en Colombia, la nueva regla en esta materia es que para que algo sea grave, tiene que ser nuevo. Y nuevo no hubo nada. Por eso, cuando terminó el tan anunciado debate, los colombianos respiraron con alivio. Y el primero en hacerlo fue el presidente Samper."Estoy convencido de que los términos de relación entre Estados Unidos y Colombia, después del debate de hoy, han salido fortalecidos", dijo a las pocas horas de terminado el debate."Estoy seguro que hoy hemos llegado altinal de un capítulo y que ahora podemos seguir trabajando con mayor ahínco en problemas que más le interesan a los colombianos", agregó.
Y en realidad, no le falta razón. Para Samper sí fue un triunfo. Por la forma como se desarrolló el debate, todo parece indicar que logró dejar atrás la ola de chismografía, de rumores y acusaciones contra él. Los narcocasetes y sus secuelas habían monopolizado la atención del país y del gobierno durante las últimas semanas. Las consecuencias de esto eran muy graves, no tanto por su validéz o legitimidad-que nunca ha sido demostrada sino porque el Presidente y sus ministros estaban dedicando su tiempo y sus energías más a defenderse que a gobernar. Ante el desenlace que tuvo el debate de Helms, el tema perdió vigencia.
La verdad es que no sólo el Presidente sino los colombianos están aburridos con el monotema de la financiación de la campaña electoral. Al respecto todo el mundo quiere un descanso. Ante la saturación de este tipo de murmuraciones, se ha llegado a una especie de acuerdo nacional sobre el asunto. En medio de quienes creen que hay que destapar todo lo que flota en el aire y de aquellos que sostienen que no hay que publicar nada porque le hace daño al país, ha surgido un consenso: que todo aquel que tenga una prueba definitiva la publique. Pero mientras ésta no aparezca, que dejen al Presidente gobernar. Y la verdad es que nadie ha aparecido con una prueba concluyente hasta la fecha.
Pero si bien los cuestionamientos personales quedaron atrás, no sucede lo mismo con el problema institucional, es decir, con las relaciones entre Colombia y Estados Unidos. Todos los conocedores del tema están de acuerdo con que la situación sigue siendo muy delicada. Más que el triunfo que reclama el Presidente, lo que se obtuvo fue una tregua. En esto coinciden varios funcionarios norteamericanos, dirigentes gremiales y observadores de la política internacional.
Es innegable que la situación de las relaciones entre los dos países sigue siendo delicada. Al día siguiente del debate, el senador Helms presentó un proyecto de ley que da un compás de espera de nueve meses al gobierno colombiano para dergostrar resultados contundentes en la lucha contra las drogas. Los plazos son bien definidos: Colombia tiene hasta el 6 de febrero del próximo año para cumplir las promesas de la actual administración. En otras palabras, en menos de un año debe erradicar 44.000 hectáreas de coca y amapola, y goza de un año más para la eliminación total de los cultivos ilícitos. Esto en lo que se refiere a la producción de drogas. Pero aunque no esté especificado, lo que espera Estados Unidos son resultados frente a los carteles. Concretamente, exigen que se desmantele la organización de Cali y que los Rodríguez acaben en la cárcel. Según el proyecto de ley, si las metas no son logradas, habrá sanciones económicas y comerciales que pueden llegar hasta la exclusión de Colombia de los acuerdos de libre comercio, pasando por la suspensión de las preferencias arancelarias para los productos colombianos y la eliminación de créditos de la banca multilateral. En otras palabras, Estados Unidos no le dió a Colombia una absolución, sino un ultimátum. En este sentido el embajador de Colombia ante Estados Unidos, Carlos Lleras de la Fuente, afirmó que "el gobierno no puede ni debe bajar la guardia en su lucha contra el narcotráfico, pues tendriamos problemas muy graves con los Estados Unidos en un futuro cercano".
A pesar de todo esto, las perspectivas para Colombia y para el presidente Samper son mucho mejores que las de la semana pasada. Y la razón es muy concreta: el primer mandatario ha retomado el manejo de la situación. En las últimas semanas lo estaba perdiendo por cuenta de la incógnita de lo que iba a suceder. Ahora, por lo menos, sabe que hay unas reglas del juego claras. Las metas exigidas por Estados Unidos probablemente no son realistas. Pretender que se acabe con el narcotráfico en nueve meses es como pretender acabar con la pobreza en el mismo lapso. Pero en estos procesos internacionales, todo el mundo caña un poco. Si bien es posible que Samper no logre hacer todo lo que desearían los Estados Unidos, tiene suficiente campo de maniobra para sortear la situación y es previsible que no vaya a dejar colocar al país al borde del abismo. Seguramente habrá una intensificación en la lucha contra el tráfico de droga, como se palpa ya en la actualidad. Lo que dudaban que los allanamientos contra el cartel de Cali eran en serio, han dejado atrás sus reservas ante la reciente ofensiva del gobierno. Esta ha incluido medidas definitivamente efectivas, como el estímulo a la delación, a través de la oferta de millonarias recompensas por los principales cabecillas de los carteles de la droga.
La verdad es que Colombia no es tan cómplice del narcotráfico como quieren hacerlo creer los ultraderechistas republicanos. La mayoría de los colombianos está en contra de esta actividad ilícita y ningún gobierno ha estado al servicio de los carteles. Pero dependiendo de las circunstancias políticas, a veces se les combate pasito y a veces se les combate duro. Es muy probable que ahora suceda lo segundo.
En resumen la situación no da para el exceso de optimismo que demostró el Presidente en su rueda de prensa. Sin embargo, sí se ha creado una situación donde Samper logró sacudirse de un problema que estaba paralizando su administración. Por fin puede gobernar y tener la sartén por el mango. Y no podía ser en mejor momento. Al fin y al cabo, los plazos de la tregua ya comenzaron a correr.