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HERENCIA MALDITA

Una sucesión de 25.000 millones de pesos, eje de la novela de horror que causó la muerte de una niña de seis años. La verdad comenzó a destaparse la semana pasada.

13 de junio de 1994

A SUS 62 AÑOS, JOSE DEL Carmen Caldas Tunjo lo había logrado todo. De ascendencia boyacense, este campesino criado entre los cultivos de papa, maíz y yuca había llegado a ser uno de los hombres más ricos de Colombia. Tras dejar el campo para meterse en el mundo de los negocios, se convirtió en un rey Midas, pues amasó una inmensa fortuna conformada por edificios, hoteles, urbanizaciones, haciendas, lotes de engorde, casas prestamistas y grandes extensiones de tierra ubicadas en la Sabana de Bogotá.
El 2 de marzo de 1992 Caldas murió de una afección hepática. Tenía seis hijos, cinco de ellos de su matrimonio con María Sonia González, y una niña de cinco años, fruto de su unión libre con Carmen Galán Pinilla. Al momento de fallecer, su fortuna fue calculada en 25.000 millones de pesos, aunque los abogados que conocen del proceso de sucesión se atreven a decir que esta cifra es muy superior.
Ese inmenso capital le trajo, sin embargo, una horrible pesadilla a la pequeña heredera de José del Carmen Caldas -cuyo nombre no menciona SEMANA en cumplimiento del Código del Menor-, que terminó trágicamente a las 6 y 45 de la mañana del pasado 8 de abril, cuando dos hombres armados con un revólver 38 y una pistola 9 milímetros le quitaron la vida de forma salvaje e hirieron de muerte a su madre, Carmen Galán Pinilla, quien seis días después también falleció en una clínica de Bogotá. ¿Cuáles fueron exactamente los móviles de este homicidio atroz? ¿Qué hay, concretamente, detrás de semejante crimen? Esas preguntas comenzaron a formulárselas de inmediato los cuerpos de investigación.

LOS PRIMEROS PESOS
La historia empezó en los años 50, cuando José del Carmen llegó a Bogotá huyendo de la violencia. En ese momento había tenido que dejar lo que más quería: el campo. Allí laboraba como jornalero en una de las fincas que tenía su padre, Belisario Caldas. Los pocos pesos que ganaba eran suficientes para llevar una vida tranquila. El cambio del campo a la capital lo transformó para siempre. El tímido campesino desconfiado y de pocas palabras se convirtió bien pronto en un astuto comerciante. En medio de las dificultades de la ciudad, decidió lanzarse a la aventura de recorrer el país ofreciendo pequeñas joyas de oro y plata. Así lo hizo durante varios años y el puerto de Buenaventura se transformó en el centro de este negocio. Al poco tiempo, en 1955, se casó con María Sonia González, una humilde bogotana que lo acompañó en aquellos años difíciles.
Pero la muerte de don Belisario Caldas le hizo cambiar para siempre la vida a José del Carmen. El viejo le dejó una finca en Bosa, que se convirtió en el punto de partida para comenzar a amasar su fortuna. La venta de oro dejó de ser su única entrada para darles paso a otros negocios, entre ellos la compra de tierras. Gracias a su olfato pudo adquirir edificios, apartamentos, locales, bodegas, haciendas, ganado y maquinarias para el campo.
Para entonces los cinco hijos de su matrimonio habían finalizado sus estudios universitarios o estaban a las puertas de hacerlo. Iván Raúl se graduó de médico cirujano en la Universidad Javeriana, Armando culminaba sus preparatorios en derecho en la Universidad Externado de Colombia -pero no alcanzó a diplomarse-, y José Jairo, Sonia Yanet y Edgar cursaban los últimos años universitarios.
José del Carmen había olvidado sus épocas de judío errante. Manejaba sus negocios desde Bogotá y decidió, para sacar mayores dividendos de su dinero, volverse prestamista y cobrar altos intereses. Como agiotista obtuvo ganancias que invirtió en la compra de más inmuebles.

AMOR EN LA TERCERA EDAD
Si el primer gran giro en su vida se había producido con la muerte de su padre, el segundo fue provocado a mediados de 1982, cuando su hijo Armando se metió en líos con la justicia, y fue detenido y encarcelado en Bucaramanga. En ese momento, José del Carmen no tuvo más remedio que viajar a la capital santandereana en busca de un abogado. Y fue precisamente en la oficina del jurista donde lo atendió una hermosa secretaria que lo hechizó. A la vuelta de un par de meses, José del Carmen y ella, Carmen Galán, iniciaron un romance intenso. El tenía 52 años y ella tan solo 28. Cada ocho días él iba a Bucaramanga a pasar el fin de semana.
Así transcurrieron cuatro meses hasta que a finales de 1982 el dejó del todo a María Sonia González, su esposa durante 30 años. Formalizó su nueva unión y se estableció con Carmen Galán en un amplio y lujoso apartamento del barrio La Soledad, de Bogotá. Y aunque hasta aquel entonces José del Carmen había sido ambicioso, poco sentimental y más bien avaro, empezó a viajar con Carmen por Estados Unidos y Europa.
El 25 de mayo de 1987 naciò la que sería la niña de sus ojos. Caldas le puso Mercedes Benz y BMW con chofer para transportarla, le compró juguetes de todas las marcas y tamaños, le organizó varios closets con vestidos y la matriculó en uno de los más prestigiosos jardines infantiles de la ciudad. Pero esta dicha sólo le sonrió cinco años: el 2 de marzo de 1992 José del Carmen murió. La vida de su hija y la de su compañera se transformaron.

LA PESADILLA
No había pasado mucho tiempo desde el entierro, y la armonía existente entre los hijos del primer matrimonio de José del Carmen con su pequeña hermana comenzó a resquebrajarse. El monto de la herencia los movió a que iniciaran una batalla sin cuartel contra Carmen Galán y su hija.
Los primeros atropellos que soportaron ellas fueron insultos telefónicos a altas horas de la noche. Cada vez que salían de su apartamento en La Soledad un carro particular las perseguía y desde el interior del vehículo les lanzaban toda clase de amenazas. Si bien el hostigamiento les resultaba incómodo, la situación era manejable. Pero las cosas fueron cambiando de castaño a oscuro. "Algunos de los hermanos Caldas González se metieron en el apartamento y se llevaron el Mercedes Benz, el BMW y el Trooper que José del Carmen había destinado para su señora y su hija", dijo a SEMANA una de las personas más cercanas a los Galán, quien solicitó a esta revista la reserva de su nombre. Frente a esta situación, Carmen Galán denunció lo que ocurría en una inspección de Policía. Acusó a los medio hermanos de su hija de las amenazas y los atropellos que estaba padeciendo. Y de nada valieron las denuncias: de nuevo los Caldas González ingresaron al apartamento del barrio Soledad. Sustrajeron las finas colecciones de porcelana, uno de los hobbies que tenía en vida José del Carmen.
En medio de esta hostilidad, la situación económica de Carmen Galán y de su hija comenzó a complicarse. El embargo de los bienes por parte del juzgado a cargo de la sucesión impidió que la pequeña tuviera una pensión de alimentos que le permitiera subsistir. Su madre debió empezar a buscar trabajo como secretaria, pero al no lograrlo se dedicó a elaborar adornos para lámparas, oficio que había aprendido en Bucaramanga y que le significaba ingresos semanales de más o menos 7.000 pesos. Debió además retirar a la pequeña del jardín donde estudiaba y matricularla en una escuela distrital donde no le cobraban un peso. Lo poco que ganaba con su trabajo manual no le alcanzaba para alimentar y vestir a su hija.
Desesperada, entabló una demanda ante el Juzgado Tercero de Familia de Bogotá en busca de una pensión de alimentos. Pero durante cinco oportunidades la juez tercera, Celmira González de Sánchez, le negó dicha pensión argumentando que los hermanos no estaban obligados a darle alimentos a su hermana natural. Denunció entonces su situación a la Fiscalía General de la Nación, la Procuraduría, la Defensoría del Pueblo e interpuso una acción de tutela ante el Tribunal Superior de Santafé de Bogotá, que, como todas las instancias anteriores, le negó la pensión de alimentos a la menor. El argumento de las cuatro magistradas que estudiaron el caso es una verdadera joya: "(...) cabe agregar que se ha convertido en reiterado vicio el de que, personas mayores de edad, se escuden en los derechos de los niños para lograr los objetivos que por otros medios no han podido obtener".
A todas estas, el problema económico tocaba fondo. Por eso Carmen Galán debió trabajar como empleada del servicio doméstico en uno de los apartamentos del edificio donde compartió su vida con José del Carmen Caldas. A cambio de su trabajo recibía la alimentación para su hija y unos cuantos pesos que destinaba para comprarle los útiles escolares.
Entre tanto, los Caldas González se apoderaban de los bienes de la multimillonaria herencia que dejó José del Carmen. "Nadie entiende por qué el Juzgado 20 de Familia, que en reiteradas ocasiones había negado la suma de 400.000 pesos para el sustento de la menor, les había permitido a los hermanos Caldas Gonzàlez usufructuar varias propiedades que se encontraban dentro de la sucesión tramitada en ese juzgado", señaló a SEMANA uno de los abogados que conoce el proceso de sucesión.
En tanto se adelantaban las diligencias judiciales para establecer la fortuna de Caldas Tunjo, las sorpresas comenzaron a surgir. En octubre de 1991 -cuando José del Carmen hizo la separación de bienes con su esposa Sonia María González en la Notaría 41 de Bogotá-, la sociedad conyugal figuraba con un capital de 12'800.000 pesos, dinero que se repartió por partes iguales. Seis meses después -cuando se inició la sucesión-, el capital de Caldas Tunjo se disparó a 5.000 millones de pesos. En los dos años siguientes, en los que se ha continuado la indagación sobre las propiedades, esta cifra ya va por los 25.000 millones. Y de acuerdo con los abogados que siguen el proceso, todavía faltan algunas propiedades por incorporar a la sucesión. (Ver recuadro).

EL CRIMEN
El asesinato de la menor y de su madre, de acuerdo con el fiscal 87 de la Unidad de Vida, Gregorio Oviedo, que lleva a cabo la investigación, tuvo su origen en la repartición de la herencia. "Tal como fue planeado el asesinato y las investigaciones que hemos realizado de esos hechos nos han llevado a pensar que este doble homicidio no tiene nada que ver con una venganza, ni con un móvil pasional. Todo apunta hacia la disputa por la herencia que dejó Caldas Tunjo a sus seis hijos", dijo a SEMANA el fiscal Oviedo.
Hace apenas ocho días esta revista logró conocer el estado de la investigación que realizan los fiscales sobre cómo se fraguó el asesinato de la niña y de su madre, quiénes participaron en él y cuáles son las hipótesis que existen sobre las razones del doble crimen. En ella aparecen elementos nuevos y precisos en torno de los móviles y los culpables de esta novela de terror hecha realidad.
Según las averiguaciones, el asesinato tuvo dos cerebros. El primero se encargó se buscar un móvil que permitiera que la herencia sólo fuera disfrutada por los Caldas González. "En el Código Civil existe un capítulo de dicado a la repartición de la herencia. Dentro de ese capítulo se prevé la figura de la conmoriencia, que consiste en la muerte simultánea de los herederos, de suerte que la herencia no se hace extensiva a terceros", explicó uno de los abogado del caso.
Para los investigadores, la persona que planeó el crimen tenía que conocer el Código Civil al dedillo, porque al asesinar simultáneamente a la pequeña y a su madre, de inmediato se cortaba la vocación hereditaria, es decir, que ni la abuela ni la tía ni ninguno de los hermanos de Carmen Galán tenían derecho a reclamar parte de la sucesión de los bienes de José del Carmen Caldas. No obstante, en este punto el plan del homicidio fracasó: los dos sicarios que cometieron el atentado asesinaron en el acto a la niña, pero su madre sobrevivió seis días más, después de quedar gravemente herida. Por consiguiente, no existe conmoriencia y la herencia se hace extensiva a la abuela de la menor. Esta humilde anciana tuvo que ser sacada del país por las amenazas de muerte que empezó a recibir después del asesinato de su nieta y de su hija.
El segundo cerebro del asesinato contactó intermediarios para que éstos a su vez contrataran a los sicarios. Con ello buscaban que la cadena del crimen fuera mucho más larga y no dejara que las autoridades descubrieran a los autores intelectuales. Pero aquí cometieron un nuevo error. "El sicario capturado confesó que los autores intelectuales lo habían llevado en un carro particular hasta el apartamento donde vivía Carmen con su hija y además en varias oportunidades las habían seguido cuando se dirigían a la escuela donde estudiaba la niña", dijo uno de los investigadores.
De las hipótesis de los motivos de este espantoso crimen la investigación se concentra en una sola, que es la más elemental pero la más contundente: la herencia de los 25.000 millones de pesos que dejó José del Carmen Caldas.
Si este delito no queda impune, se deberá en buena parte por la acción valerosa que tuvieron dos policías bachilleres que se encontraban a una cuadra del sitio donde se cometió el asesinato. Desarmados, pero con gran valentía, los jóvenes persiguieron a los sicarios y lograron detener a uno de ellos. En su poder encontraron una de las armas utilizadas para cometer el crimen. La captura del homicida le permitió a la Fiscalía armar el rompecabezas: "El sicario Saúl Rodríguez confesó su participación y delató a Luis Crisanto Vásquez Velásquez, quien le pagó 500.000 pesos por ejecutar el atentado", dijo un investigador.
A su vez, Crisanto Vásquez confesó que el hombre que lo contactó para contratar a los sicarios había sido Iván Raúl Caldas, el médico cirujano y medio hermano de la menor asesinada. Simultáneamente, con las confesiones de los implicados otro punto que logró aclarar la Fiscalía fue la participación de Armando Caldas, hermano de Iván Raúl, quien huye de las autoridades. Está sindicado de participar también en el asesinato.
Y si la Fiscalía condena a los hermanos Caldas González como los responsables del crimen, la herencia que les dejó su padre la perderán como consecuencia de la figura jurídica de la indignidad, prevista en el Código Civil, y la única benefactora será la humilde abuela que hoy se encuentra escondida en algún lugar del mundo llorando a su nieta y a su hija sin entender por qué fueron asesinadas a sangre fría.

LOS BIENES
En el Juzgado 20 de familia de Santafe de Bogotá cursa el proceso de sucesión de José del Carmen Caldas Tunjo. SEMANA conoció el avalúo de los 51 bienes inventariados y relaciona algunos de los de mayor cuantía.

1. Predio Caldas, ubicado en el municipio de Bosa. Valor del avaluúo $2.278.000.000.

2. Predio urbano "Las Vegas de Santana", ubicado en el municipio de Bosa. Valor del avalúo $1.338.000.000.

3. Inmueble de la Calle Valencia 8-08 de Buenaventura. Valor del avalúo $450.000.000.

4. Inmueble de la calle 4a. #5-02 de Buenaventura. Valor del avalúo $330.000.000.

5. Bodega de la calle 11 #68C-37 de Bogotá. Valor del avalúo $66.000.000.

6. Bodega de la Calle 11 #68C-09 de Bogotá. Valor del avalúo $55.000.000.