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Historia de una amistad

Un nuevo libro revela los detalles desconocidos sobre la amistad entre dos de los grandes protagonistas del siglo XX.

2 de febrero de 2004

Cuanto más ciertos parecían los rumores de su muerte, más vivo y autoritario se le veía aparecer en la ocasión menos pensada para imponerles nuevos rumbos imprevisibles a nuestros destinos", en esta frase de El otoño del patriarca Gabriel García Márquez podría estar hablando de cualquier dictador.

Sin embargo, para muchos detrás de esta frase -y de toda la novela- se esconde el fantasma de Fidel Castro. Y es que por más de 30 años Castro ha sido una presencia fundamental en la vida y en la obra del escritor colombiano. Ahora un libro escrito por dos periodistas españoles ha vuelto a poner esta amistad en evidencia. Gabo y Fidel: el paisaje de una amistad es un texto que pretende documentar los hechos fundamentales de la amistad de estos dos personajes míticos. Para algunos se trata de un trabajo de investigación impresionante, pero para otros no es más que un texto malintencionado en el que Gabo es retratado como un hombre ambicioso y obsesionado con el poder.

La tentación del poder

En 1998 Angel Esteban y Stéphanie Panichelli, dos periodistas europeos expertos en literatura, se conocieron en España y encontraron que los unía una misma obsesión: la amistad entre Fidel Castro y Gabriel García Márquez. Ambos decidieron iniciar una investigación detallada sobre las relaciones de estos dos personajes. Durante cinco años viajaron por el mundo en busca de información. Vinieron a Colombia, fueron a Venezuela y a Cuba y lograron reunir varios libros, testimonios y miles de artículos en los que se hacía referencia al tema. Su objetivo final era escribir un texto que fuera objetivo y rigurosamente documentado (ver entrevista).

Además de los datos históricos y de las anécdotas los autores querían encontrar las razones que explicaban esta célebre amistad. Lo primero que sostienen en ese sentido es que García Márquez se ha mantenido siempre firme en su discurso y que nunca ha traicionado sus ideas sobre la Revolución. Sin embargo, para ellos el novelista siente un interés particular por el poder y particularmente por Castro. Según el libro, más que una amistad se trata de un encantamiento por el personaje, casi literario, que es Castro: "Gabo obsesionado por el poder, los caudillos, y la mediación diplomática del más alto rango, vio en el patriarca cubano el modelo a partir del cual América Latina podría construir algún día un socialismo propio, una sociedad feliz sin clases ni diferencias", dice el prólogo. Y es que en la obra de Gabo es evidente su atracción por los patriarcas. Es como si Castro fuera la personificación de sus personajes, una suerte de Aureliano Buendía de carne y hueso. Pero el problema, para los autores, es que García Márquez ha llevado esta admiración novelesca un poco lejos y ha ignorado los errores políticos de Castro.

Otro de los argumentos que da el libro es que a García Márquez no le gusta ejercer el poder real sino estar cerca y conocer quién lo ejerce. Prueba de esto es que el presidente Belisario Betancur varias veces le ofreció embajadas pero Gabo las rechazó porque prefería ejercer el poder de una manera más sutil. "Sus nuevos amigos son casi todos presidentes, mientras que los intelectuales y escritores le interesan cada vez menos", dice el texto. En cuanto a Castro, la amistad con García Márquez le ha significado un enorme prestigio y además la posibilidad de tener un defensor a quien escuchan los hombres más poderosos del mundo y a quien admiran miles de millones de personas en todo el planeta.

La relación entre Gabo y Castro comenzó antes de que se conocieran. A finales de los años 50 el escritor colombiano viajó a los países de la Cortina de Hierro para conocer de primera mano cómo funcionaba el sistema comunista en Europa del este. Sin embargo lo que encontró lo decepcionó enormemente: se trataba de un sistema represivo y muy lejano de su ideal utópico de una sociedad comunista. A su regreso a Colombia, García Márquez escuchó hablar de un guerrillero cubano llamado Fidel Castro que luchaba por desbancar la férrea dictadura de Batista. Esta situación lo entusiasmó mucho. Más tarde, en 1959, la entrada triunfal de 'Los barbudos' a La Habana renovó su esperanza -y la de millones de latinoamericanos- y la figura de Castro empezó a interesarle. Gabo estaba tan ansioso que viajó junto con el periodista colombiano Plinio Apuleyo Mendoza para conocer cómo funcionaba el nuevo régimen que se había implantado en la isla. El primer encuentro entre Castro y Gabo fue precisamente en ese viaje el 19 de enero de 1959. Castro los recibió en el aeropuerto de Camagüey y lo primero que le dijo al escritor fue: "¿Ha comido algo?". Esta pregunta irrelevante fue muy significativa para García Márquez que sostiene que desde ese primer momento lo que lo ha unido a Castro es el gusto por la comida. De hecho Gabo asegura que durante 30 años sólo han hablado de poesía y comida. Esa primera visita duró unas semanas pero a su regreso el colombiano escribió varios artículos elogiando al régimen y la nueva actitud triunfalista del pueblo cubano.

Un par de años más tarde García Márquez se fue a vivir a Ciudad de México y continuó visitando de vez en cuando al comandante. Sin embargo, en 1968, dos hechos los distanciaron. Lo primero que molestó a Gabo fue el apoyo de Castro a la invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia. Luego García Márquez criticó al comandante por el arresto del poeta Heberto Padilla. Este famoso incidente -conocido como el 'Caso Padilla'- provocó la ira de intelectuales amigos del régimen. Muchos de ellos, entre los que se encontraban Mario Vargas Llosa, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Julio Cortázar, firmaron una carta en la que condenaban al régimen cubano por el arresto de Padilla, quien era acusado de traición. Gabo se negó a firmar la carta lo que, según el libro, enfureció a los demás, quienes acusaron al colombiano de ser cortesano de Castro. Algunos escritores como Vargas Llosa, José Donoso y Ernesto Sábato que habían sido simpatizantes de Castro sintieron que la condena de Padilla era una traición a los ideales del socialismo y se convirtieron en sus críticos más feroces. Además se distanciaron de García Márquez, quien había sido su gran amigo y compañero literario: para muchos por culpa de este caso se disolvió el llamado 'Boom', uno de los grupos literarios más importantes del siglo XX.

Pero lo que muchos no saben es que García Márquez utilizó más tarde sus influencias con el régimen para que Padilla saliera de la isla. A pesar de estos hechos Gabo mantenía la esperanza de que Castro fuera más que un dictador despiadado. En 1974 publicó El otoño del patriarca, una novela que impresionó mucho a Castro pues seguramente se veía reflejado en el personaje central. Además ese mismo año Gabo fundó Alternativa, una revista de izquierda en la que escribió varios de sus artículos más revolucionarios. Estos dos hechos hicieron que Castro olvidara el caso Padilla e invitara de nuevo al novelista a la isla. A partir de ese momento se selló una amistad entre los dos que sigue siendo inquebrantable.

Crónica de una amistad anunciada

Gabriel García Márquez regresó a Cuba una tarde de 1975 después de varios años de ausencia. Supuestamente iba a escribir un libro de reportajes, pero muchos sospechan que su verdadera intención era darle una segunda oportunidad a Castro. El regreso fue muy satisfactorio ya que Gabo se impresionó con lo que encontró. En un libro de reportajes llamado Cuba de cabo a rabo escribió: "La cruda verdad señoras y señores, es que en Cuba no hay un solo desempleado, ni un niño sin escuela, ni un solo ser humano sin zapatos, sin vivienda y sin tres comidas al día (.) ni hay nadie que no tenga la posibilidad inmediata de hacer valer estos derechos mediante mecanismos de protesta que llegan sin tropiezo hasta donde tienen que llegar". Durante esta estadía Castro lo fue a visitar a su hotel. Aunque no fue una reunión particularmente interesante fue el punto de partida para la reconciliación. Desde entonces Gabo se mantuvo en contacto permanente con Castro.

Uno de los episodios más polémicos que aborda el libro es el de la entrega del premio Nobel. Según los autores García Márquez recibió el galardón tan joven no sólo por sus innegables méritos literarios -que nadie pone en tela de juicio- sino porque su relación con Castro le hizo ganar puntos con la Academia sueca. El libro sostiene que en el año 82 el autor que estaba más opcionado para recibir el galardón era Jorge Luis Borges. Sin embargo la Academia sueca prefirió no darle el premio al argentino y en cambio dárselo al colombiano. La explicación que da el libro es que los suecos veían con mejores ojos al régimen cubano que al régimen fascista chileno, del cual supuestamente Borges era simpatizante. Como si esta afirmación no fuera bastante polémica, los autores dicen que el día de la entrega del premio, Fidel Castro envió desde Cuba 1.500 botellas de ron para la celebración. El gesto fue reseñado ampliamente por la prensa sueca y generó una protesta de la Cancillería de ese país. Ese mismo diciembre Gabo se fue a La Habana a celebrar junto con el comandante. En esa misma época el actor Anthony Quinn le ofreció un millón de dólares a Gabo por los derechos para televisión de Cien años de soledad. El colombiano le respondió, en broma, que aceptaba con la condición de que le diera otro millón para apoyar la revolución cubana.

Dice el libro que partir de 1985 Gabo arreció sus críticas al bloqueo a la isla que había impuesto el gobierno de Estados Unidos en 1961. Gabo se dedicó a satirizar los intentos de la CIA por derrocar a Castro y llegó a afirmar que tenían planeado simular una enorme cruz de luz en el cielo que les hiciera pensar a los cubanos que Dios estaba en contra del comunismo. Sin embargo la amistad de Castro con Gabo no ha dañado las relaciones de éste con Estados Unidos. De hecho se rumora que en 1997 el escritor trató de organizar una reunión entre Castro y el presidente Bill Clinton, otro de sus buenos amigos. En ese mismo sentido el libro afirma que varias veces Gabo ha contactado a Fidel para pedirle ayuda en las negociaciones con la guerrilla colombiana.

Gabo pasó largas temporadas en la isla durante la década de los 80. Es más, el libro afirma que Castro le regaló una enorme mansión al escritor, pero se ha comprobado que esto es falso. En realidad se trata de una casa de protocolo que el gobierno cubano utiliza para hospedar a sus invitados especiales. También, en 1986, Gabo creó la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano en San Antonio de los Baños en la isla. Esta escuela de cine fue financiada por él y se ha convertido en una de las más prestigiosas del mundo.

En 1999 se volvió a hablar del tema a raíz del caso del balserito Elián Fernández. En ese entonces Gabo criticó a los cubanos residentes en Miami en un artículo llamado Náufrago en tierra firme publicado en la revista Cambio. De nuevo esta actitud generó toda clase de críticas. También, el año pasado en la Feria del Libro de Bogotá Mario Vargas Llosa y la escritora estadounidense Susan Sontag volvieron a criticar a Gabo por su silencio ante unas condenas injustas por parte del régimen cubano (ver recuadro). Entre el 18 y el 21 de marzo de 2003 fueron arrestados 79 periodistas e intelectuales cubanos por supuesta conspiración (según el libro a algunos se les acusaba de crímenes tan graves como poseer grabadoras). Estos hechos provocaron la deserción de los pocos amigos intelectuales que le quedaban a Fidel: José Saramago, Günther Grass y Eduardo Galeano. García Márquez, en cambio, guardó un prudente silencio y se limitó a condenar cualquier atropello contra los derechos humanos, en cualquier lugar del mundo.

Tal vez la frase que mejor define la relación entre los dos la dijo García Márquez en una entrevista en 1975: "Soy amigo de Fidel y no soy enemigo de la revolución, eso es todo" y la verdad es que nadie está en la obligación de justificar sus amistades. Por ahora Gabo ha dicho que el tercer tomo de sus memorias, Vivir para contarla, se centrará en sus grandes amistades y muy seguramente habrá un capítulo dedicado a la suya con Fidel. Ahí tal vez estará la explicación que aunque nadie exige, todo el mundo espera.