Home

Nación

Artículo

François Hollande, presidente de Francia, estuvo dos horas en el Cauca | Foto: Rodrigo Urrego B.

PAZ

Un presidente de Francia en Caldono, Cauca

De corbata, traje negro y finos zapatos, François Hollande caminó por la polvorienta cancha de fútbol de la vereda La Venta, donde hoy conviven 24 horas, bajo el techo de una misma carpa, personas de la ONU, las FARC y el Gobierno.

25 de enero de 2017

Un presidente de Francia paseándose por Colombia no deja de ser un auténtico acontecimiento. En 28 años, no hubo noticias de la presencia de un mandatario francés en el país. Desde aquella escala de dos horas y media de François Miterrand en Bogotá, en octubre de 1989, para entrevistarse con el presidente Virgilio Barco. “Mitterrand promete a Colombia la ayuda europea en la guerra contra los narcotraficantes”, se leía en un titular de prensa.

Mitterrand ya conocía Bogotá. Una semana antes de la toma del Palacio de Justicia, en octubre de 1985, había estado con el presidente Belisario Betancur, y también en Envigado, donde inspeccionó, de corbata y casco, la planta de Sofasa Renault, desde donde se había inundado las calles y carreteras del país con los vehículos de la firma francesa, especialmente el Renault 4, que enamoraba a los colombianos de clase media con el sugestivo eslogan de ser el “amigo fiel”.


Soldados del Ejército custodian las montañas del Cauca que conoció el presidente francés. El verde camuflado parece ser el uniforme del pasado. 

Jacques Chirac, en sus 12 años de gobierno, y Nicolás Sarkozy, ambos del conservador Unión por un Movimiento Popular, nunca tuvieron en mente visitar el país. Ni siquiera Sarkozy con los asuntos tan delicados que le ataron a Colombia: el secuestro de las ciudadana colombo-francesa Íngrid Betancourt. No necesitó cruzar el Atlántico. Le bastó telefonear a Álvaro Uribe para ayudar a su liberación, como para sugerirle (junto a España y Suiza) el despeje de una zona en el Valle del Cauca para un intercambio humanitario, y para proponerle la liberación de Rodrigo Granda, el canciller de las FARC. Uribe sólo se dejó convencer de lo segundo.

Le puede interesar: Hollande visita zona de concentración en medio de críticas del uribismo

Otro François, Hollande, socialista como Miterrand, se convirtió en el tercer presidente en visitar el país. El primero había sido el general Charles De Gaulle, en 1964. El actual mandatario francés no vino por invitación o gestión diplomática del gobierno colombiano, que desde agosto del 2010 ha traído a Colombia a todo tiopo de líderes mundiales, desde los más poderosos como Barack Obama, o los más ‘exóticos’ como el príncipe Carlos. A Hollande lo había motivado cruzar el Atlántico para verificar el sistema de monitoreo tripartito del cese al fuego, y de paso, cómo avanzaba la instalación de las zonas veredales, donde se concentrarán las FARC para dejar las armas. No en vano Francia firmó las dos resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que autorizó el despliegue de esta misión en el país. 


Álvaro Torres, oficial español de las Naciones Unidas.   

Por eso, la presencia de Hollande fue muy cuestionada por los dirigentes políticos de oposición. Puede que la tormenta de críticas que recibió desde el domingo condujo al mandatario francés a sostener un desayuno con víctimas del conflicto y algunos de sus representantes. Luego, cerca de 40 minutos de vuelo desde Bogotá a Cali, a la base aérea Marco Fidel Suárez. Otra media hora en helicóptero, bordeando la Cordillera Central hasta inmediaciones de Caldono, ese pueblo de Cauca que en 20 años contabilizó hasta 67 hostigamientos del Sexto Frente y de la columna Jacobo Arenas. Finalmente un trayecto de cinco minutos en una carretera bien pavimentada hasta la vereda Los Monos, donde se instaló la sede local de la Zona Veredal Transitoria de Normalización de Caldono.  

Guayos de fútbol, botas, tenis, chancletas, el calzado de un observador boliviano 

Mientras el presidente francés hacía ese itinerario, Pablo Catatumbo y Marcos Calarcá llegaron a la sede local para preparar el recibimiento al presidente francés. Catatumbo saludó, inspeccionó los campamentos y aprovechó micrófonos para responder a quienes han criticado la presencia de Hollande. “Es una visita histórica”, aseguró.


Pablo Catatumbo, del secretariado de las FARC

Hollande apareció al medio día, de corbata, traje negro y zapatos lujosos, y así caminó por un terreno mitad polvoriento y mitad embarrado. Formados en una larga hilera los oficiales de Naciones Unidas de la sede, con su chaleco azul, y los verificadores del gobierno y las FARC, vestidos con el mismo uniforme caqui. Marcos Calarcá se mantuvo en esa formación y saludó de mano al presidente francés y hasta tuvo tiempo de cruzar palabras con el presidente Santos. Todo a muy pocos metros de dos casas a la orilla de la carretera, donde sus habitantes, dos mujeres y varios niños copn rasgos indígenas, miraban en silencio el despliegue de personalidades: Federico Renjifo, embajador en París, María Emma Mejía, la ministra Clara López.  


Dormitorio de un observador del gobierno colombiano. 

La nutrida comitiva colombiana y la delegación francesa, casi todos de corbata bajo el fuerte sol de las 12 del medio día, y algunas mujeres de falda larga y tacones en un terreno para botas pantaneras o guayos de taco alto, procedieron a pasar revista a la sede local. Hollande entró en la primera de las seis carpas, y cuando volvió a salir por la última, casi una hora después, nada podía borrarle la sonrisa de la cara.

“Quién habría podido imaginar que el presidente de Colombia, el presidente de Francia estén aquí en un campo de desarme con representantes de las FARC”, dijo con visible emoción. También dio por hecho, más que con optimismo, con cierto tono de certeza, que el desarme de la guerrilla será irreversible. Pero señaló que la paz no es el desarme de los guerrilleros, por lo que dijo que quiso venir a Cauca para hablar del desarrollo de la región. “No puede haber paz simplemente desmovilizando o desarmando guerrilleros…”.

Lo que más le impresionó a Hollande  fue que 30 personas, de los más diversos orígenes, convivan bajo el techo de la misma carpa. Quince oficiales de la ONU, diez observadores del Gobierno y diez de las FARC. “Verlos, en el mismo espacio, con los mismos uniformes, comiendo lo mismo, en el mismo lugar", dijo visiblemente emocionado, y se declaró “muy orgulloso”, de que un francés, Jean Arnault, sea el jefe de la misión de la ONU desplegada en Caldono.


Dormitorio de un observador de las FARC

En la primera carpa, la oficina, Hollande vio la forma como el grupo se va organizando. En un tablero están desplegados mapas de Colombia, Cauca y en concreto de la zona verdal de normalización en Caldono. Se leía entre los pendientes inmediatos comprar una malla para jugar voleibol, la instalación de Direct TV, dos duchas eléctricas, y la cuota que cada uno de los observadores y oficiales de la ONU deben aportar al propósito común.

Le recomendamos: “La misión de Francia es actuar en todo el mundo por la paz”: François Hollande

La segunda carpa era la primera de dormitorios. A la izquierda, el del oficial de la ONU que viene de Bolivia, tenía varios pares de zapatos, botas chanclas y unos guayos muy embarrados, como si hace pocos días hubiera sido el partido de fútbol. Unos guayos naranjas, marca Joma, delataban el dormitorio de Álvaro Torres, el oficial español. En la de un observador del Gobierno, la cama muy bien tendida y custodiada por un mico de peluche depositado entre el sleeping  que tenía sobre la cama. No tenía libros en la mesa de noche, pero sí nuna voluminosa carpeta con logos del gobierno. Al frente, el dormitorio de un observador de las FARC con una bandera larga del América de Cali y con camisetas de equipos de fútbol colgadas, una de ellas la del Ral Madrid. Cada dormitorio cuenta con ventilador, una cama, una mesa de noche y un estante con cajones.


La agenda revolucionaria

En los dormitorios de las mujeres de las FARC, como la comandante Mireya, el principal estante es la improvisada mesa de noche. Junto a los artículos de aseo personal, una agenda revolucionaria con el rostro de Alfonso Cano en la carátula, y el libro ‘Paz, amigos y enemigos‘ de Jacobo Arenas, nombre que seguramente les dirá mucho a los habitantes de Caldono.

La vida en esta sede local, desde hace unas semanas, arranca pasadas las 6:00 a.m. Debajo de cinco tanues de agua se instalaron los baños, y empiezan a turnarse el lugar para asearse. A las 8:30 es la hora del desayuno, que ellos mismo hacen, turnándose la responsabilidad. En la mañana se concentra la mayor parte de su actividad. Un oficial centroamericano le dijo a Semana.com que van hasta donde se están preagrupando los miembros de las FARC. Dice tener muy buen trato copn ellos, está seguro de que la guerrilla tomó la decisión de abandonar la guerra, y a pesar de la incertidumbre sobre el futuro, está seguro que no tendrá reversa. Van a la zona, revisan, hablan con ellos, y se ocupan de las necesidades; traen los alimentos, los enseres, los elementos de aseo, y sobre todo, las medicinas. Las que más están escaseando. "Son muchas las secuelas de la guerra", dice el oficial. 

En la tarde, cuentan, se daban cita para jugar fútbol, pero el campeonato que llevaban a diario tuvo que ser suspendido, pues en la cancha terminó por instalarse todas las carpas. La única explanada, va a ser utilizada para instalar la cancha de voleibol.   

También puede ver: El uribismo quiere convertir visita de Hollande en una nueva polémica


Paz, amigos y enemigos de Jacobo Arenas

Allí fue donde estuvo Hollande. Hace 28 años, la que hasta ahora fue la última vez que un presidente de Francia había venido a Colombia, sólo por un par de horas, fue cuando François Miterrand pronunció frases de optimismo y prometió traer la cooperación europea en la lucha contra el narcotráfico. Veintiocho años después, Hollande, que no estuvo más de dos horas pisando suelo caucano, se comprometió a pasar de las palabras a los hechos.

Texto y fotos
Rodrigo Urrego B. 

Caldono, Cauca.