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   Se requirieron 240 horas de helicópteros y la participación de 11 aeronaves para lograr el rescate de los cuatro menores indígenas.
Se requirieron 240 horas de helicópteros y la participación de 11 aeronaves para lograr el rescate de los cuatro menores indígenas. | Foto: foto: fuerzas militares

Crónica

Impresionante: 2.565 kilómetros de selva espesa fueron recorridos por los militares para encontrar a los cuatro niños indígenas en el Caquetá

Una increíble telaraña construyeron militares e indígenas en casi 40 días de recorrido en la búsqueda de los cuatro hermanos perdidos en la selva del Caquetá.

10 de junio de 2023

Sobrevolar la selva del Guaviare y Caquetá es mirar hacia abajo y ver un brócoli gigante, formado de muchos árboles de más de 30 metros de alto, tan tupidos que no dejan filtrar el rayo del sol. Esa era la visibilidad que tenían los organismos de rescate que acudieron a la búsqueda de la avioneta que se accidentó el pasado primero de mayo mientras cubría la ruta de Araracuara a San José de Guaviare, con siete ocupantes abordo, entre ellos cuatro menores de edad. La más grande de 13 años y el menor de 11 meses de nacido.

Pasaron 15 días de recorridos no solo aéreos, sino también terrestres y fluviales para que por primera vez miembros de las Fuerzas Militares lograran avistar la aeronave tipo Cessna HK 2803. El hallazgo fue desolador cuando encontraron los cuerpos sin vida de Hernando Murcia (piloto), Herman Mendoza (copiloto) y Magdalena Mucutuy (madre de los cuatro niños).

El no ver a los menores en el lugar generó una amalgama de sentimientos entre los rescatistas, la alegría de no reportarlos como víctimas mortales, la incertidumbre de no saber dónde estaban y la angustia de observar la imponencia de la madre tierra. Hasta a los militares más experimentados del mundo les enseñan que si se sienten perdidos en la selva lo recomendable es no avanzar, quedarse en un mismo lugar porque es inevitable que se pierdan, pero evidentemente los niños indígenas no sabían o no acataron tal recomendación. El instinto de supervivencia los había motivado a desplazarse, a esa conclusión llegaron los expertos luego de leer algunas pistas y señales.

   Wilson fue el rescatista canino que se convirtió en ficha clave dentro de la operación Esperanza.
Wilson fue el rescatista canino que se convirtió en ficha clave dentro de la operación Esperanza. | Foto: afp

Localizar a esos pequeños en los 2.656 kilómetros de selva que el equipo de rescate alcanzó a caminar se convertía en una misión semejante a la de encontrar una aguja en un pajar. La búsqueda de 39 días de los cuatro niños perdidos en la selva fue una montaña rusa a la que Colombia entera se subió. El país pocas veces ha estado frente a un sube y baja de esperanza de esta magnitud. Un tetero en el suelo, un pañal, unos maracuyás, tijeras, un falso hallazgo, historias de supuestos duendes y demás se sumaron a la tensión que hizo que miles de personas oraran en el mundo entero para que se diera un milagro.

Ciento diecinueve comandos de las Fuerzas Militares fueron enviados como ángeles para lograr lo que parecía imposible, la operación se llamó Esperanza. “Los comandos siempre mantenemos la fe intacta, cuando nos asignan una misión es para cumplirla”, dijo el general Pedro Sánchez, comandante de operaciones especiales, a revista SEMANA.

Los comandos son aquellos militares que se preparan para las misiones más extremas. Son expertos en asalto aéreo, supervivencia, rastreos, camuflaje, entre muchos otros talentos. Pero aun así necesitaron refuerzos de 72 líderes de comunidades indígenas que acompañaron con sus conocimientos ancestrales el recorrido. Perros de rescate también reforzaron el equipo. Se formaron células de búsqueda para tener varios frentes.

Se utilizaron diferentes estrategias para encontrar a Lesly, Soleiny Jacobombaire Mucutuy, Tien Noriel y Cristin Neriman Ranoque Mucutuy, nativos de la comunidad indígena muinane, considerados como uitoto y que habitan cerca del río Cahuinarí y de la Araracuara, en Caquetá. El abuelo de los pequeños siempre supo en su corazón que los niños aparecerían con vida, pues la mayor tiene conocimientos para sobrevivir en la selva. Sobre ella prácticamente recayó la responsabilidad de proteger a sus hermanitos mientras eran encontrados por el equipo de búsqueda.

Gracias a varias pruebas que se recolectaron por el camino se logró encontrar a los niños con vida. | Foto: afp

Quienes estaban en terreno tenían un dispositivo de comunicación satelital, ahí iban reportando al comando central, que se encontraba en San José del Guaviare, todo lo que sucedía de día y de noche.

Las autoridades localizaron una huella sobre el terreno fangoso que, por su tamaño, al parecer, pertenecería a Lesly. Para llegar a esa conclusión, uno de los uniformados que calza 40 realizó la pisada e hicieron la comparación. Esas huellas eran claves para fortalecer la esperanza. En la base de operaciones iban llevando los trazos del recorrido, lo que empezó con un punto, terminó siendo una increíble telaraña que recorrieron los comandos en 35 días.

Uno de los indicios más fuertes fue el realizado el pasado 23 de mayo, cuando fueron localizados en dos lugares diferentes dos pañales, una tapa de tetero y una carcasa de celular. Los militares y los indígenas empezaron a lanzar por toda la selva volantes y kits de supervivencia para que los menores los pudieran encontrar. Mientras tanto, lo que se desconocía era que los comandos e indígenas estaban pasando por momentos críticos, la alimentación se les estaba acabando. Las condiciones climáticas no favorecían la búsqueda, durante las semanas llovía constantemente y no había manera de que más tropas llegaran a abastecerlos.

Incluso, por el radio se escuchó varias veces la pregunta de los comandantes: “¿desean continuar?”, la respuesta siempre fue positiva, y es que para un comando la palabra imposible no existe, estaban convencidos por lo que lograban ver en el terreno que la esperanza cada vez estaba más viva. Esa selva en particular está llena de frutos, como borojós y mangos, se fijaban si alrededor había rastro de que los frutos de ese árbol hubieran servido de alimento para alguien más, de ser así era una señal de que quizás los niños habían pasado por allí. En varias oportunidades sintieron que estaban a tan solo 100 metros de distancia de los pequeños, según las evidencias que corroboraron con los GPS.

El equipo de militares fue escogido con precisión. Para esta misión, entre el centenar de hombres uniformados iban tres militares indígenas, enfermeros de combate y pediatras, para poder brindar la atención adecuada a los menores en el momento de encontrarlos. Los retos en un terreno tan agreste eran muchos, empezando porque colinda con Ecuador, y los animales de la zona son salvajes como serpientes y depredadores.

Las aeronaves que se destinaron para una de las operaciones humanitarias más importantes del último año tienen la capacidad de detectar calor y tomar fotografías a 30 centímetros a nivel del suelo y también cuentan con satélites, lo cual contribuye a contar con información precisa, de calidad y de primera mano.

Aunque en el extenso recorrido realizado por los uniformados se descubrió un campamento ilegal a 2,8 kilómetros del lugar en que ocurrió el accidente de la aeronave, el cual pertenecía a una estructura vinculada al frente disidente de alias Iván Mordisco, el comandante de la operación descartó que los menores estuvieran en manos de un grupo criminal, pues, al parecer, por el análisis realizado con expertos en inteligencia, este había dejado de ser usado hacía más de un año.

Grupo de rescatistas junto a los cuatro niños en la selva del Guaviare.
Grupo de rescatistas junto a los cuatro niños en la selva del Guaviare. | Foto: Suministrada a SEMANA.

Uno de los rescatistas que más pistas encontró fue Wilson, un pastor belga de año y medio, que estuvo desde el primer día involucrado con la búsqueda. El canino fue entrenado como en las películas para detectar con el aroma a los menores, lo dejaban olfatear los elementos encontrados. Pero este héroe de cuatro patas un día desapareció.

La sorpresa para los rescatistas fue cuando, mirando detenidamente al piso para seguir los rastros de las ramas quebradas, vieron los pasos de un perro junto a las pequeñas huellas de un niño. La llama de la esperanza volvió a soplar con fuerza, lo que muchos creen es que los niños estuvieron acompañados por Wilson durante varios días.

Era 9 de junio mientras la tarde caía cuando en la vereda Palma Rosa del municipio de Solano, Caquetá, los militares e indígenas vieron a los menores, débiles, pero con vida. En ese momento el corazón de todos se sintió como tambores que vibraban al ritmo de un coro: “¡milagro, milagro, milagro!”, esos fueron los primeros gritos que se escucharon por el radioteléfono de los militares. El general Helber Giraldo, comandante de las Fuerzas Militares, tenía la confirmación de la noticia que le entregaban sus tropas, mientras les prestaban los primeros auxilios a los sobrevivientes. Inmediatamente le informó a su jefe, el presidente de la república, Gustavo Petro, para que fuera él quien comunicara la noticia.

El primer mandatario, una vez aterrizó en Catam este viernes, tras estar en Cuba en los diálogos con el ELN, dijo: “La madre selva los devolvió”, retomando la sabiduría del abuelo de los niños, que fueron sacados de la zona en un helicóptero de la Fuerza Aérea en horas de la noche, para ser atendidos por personal médico. La escena de los niños en el helicóptero envueltos en mantas térmicas y alimentándolos le da la vuelta al mundo, el mismo que quiere saber de boca de ellos qué pasó en esos 39 días para que sucediera lo que parecía imposible.