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Al sótano de la Alpujarra son trasladados los detenidos de las cárceles que tienen que ir a diligencias en los juzgados de Medellín. | Foto: Juan Esteban Mejía Upegui/SEMANA

CRISIS CARCELARIA

Infierno en los calabozos de la Alpujarra

Bajo el corazón de Medellín hay más de 120 detenidos en precarias condiciones. Algunos, con tuberculosis.

16 de mayo de 2013

En el sótano de la Alpujarra hay calabozos donde se traslada a los detenidos de las cárceles que tienen que ir a diligencias en los juzgados de Medellín. Es un lugar de paso. La idea es que permanezcan poco tiempo, mientras cumplen sus trámites. Este lugar, si bien tiene espacio para alojar varias decenas de presos, no es para vivir ahí. 

Pero a raíz de los fallos que impiden más ingresos a las hacinadas cárceles de Bellavista y El Pedregal, ahora los detenidos están yendo a dar a este sótano, donde no hay condiciones para mantenerlos dignamente. Allí, desde hace un mes vienen ingresando detenidosy ya son más de 120 los que permanecen en ese lugar día y noche.

Adentro se presentan malos olores porque los detenidos tienen que orinar en botellas. El aire se siente caliente y húmedo y las paredes, pegajosas. “Así es de día, porque está prendido el aire acondicionado, pero en la noche, cuando no hay gente en las oficinas y todo queda apagado, el calor es insoportable”, dijo a Semana.com un interno. 

Como son personas que acaban de ser detenidas, ninguna autoridad se hace responsable de su mantenimiento. Los cuidan unos cuantos policías y las familias son las encargadas de llevarles la comida. Sin embargo, no todos tienen parientes que les ayuden y algunos ni siquiera han podido llamar por teléfono. Por eso, “algunos jueces están recogiendo dinero para alimentar a los que aún no tienen quién les lleve los alimentos”, denunció Carlos Arcila, defensor de derechos humanos. La poca comida que entra la comparten entre los detenidos.

El problema empeora cada día. Solamente hay dos baños y las duchas se usan por cortos turnos. En las noches, dicen, salen ratas de los desagües. La convivencia se pone difícil porque a veces coinciden internos que son enemigos en las calles y comienzan a pelear allá adentro.

Uno de los detenidos, que está aislado en una pequeña celda, cuenta que en una ocasión, cuando lo habían dejado salir al baño, se encontró con un enemigo y se dieron golpes. Ahora intenta detener la sangre que aún sale de su nariz con un pequeño pedazo de papel higiénico.

Para los policías mantener el orden a veces cuesta mucho trabajo. Una noche uno de los internos pidió que lo dejaran salir al baño a lavarse los dientes y como hacía calor, se metió a la ducha y uno de los custodios lo castigó severamente. 

Lo que más llama la atención son los motivos por los que algunos están allí. Uno de los detenidos lleva 15 días porque intentó robarse un bolso. “Ni siquiera me lo alcancé a llevar cuando me cogieron. ¿Y sabe por qué me lo iba a robar? Porque me había quedado sin trabajo, no había podido conseguir nada y me desesperé”. Otro fue sorprendido con 3,7 gramos de bazuco y ya suma 18 días encerrado en aquel sótano. Uno más estaba peleando y le iba a pegar con una piedra a un cuñado; ya lleva dos semanas detenido. 

Las madres, afuera


Afuera las cosas no son mejores. En la entrada al sótano permanecen madres con bolsas de comida para sus hijos. Las noticias que reciben sobre ellos son escasas y lo único que se ve es la entrada de más y más gente. 

Una madre cuenta que no sabía nada de su hijo hasta que una vez lo vio salir en un bus de la Policía. Pidió que la dejaran hablar con él, pero no fue posible. El bus arrancó, ella tomó un taxi y se fue detrás, al final  llegaron al Hospital General, donde atendieron al muchacho.

Cuando salió, tampoco la dejaron acercársele y uno de los policías le entregó una fórmula médica para que se la comprara. Mientras ella iba a la farmacia, lo subieron al bus y se lo volvieron a llevar para el sótano de la Alpujarra. La mamá regresó con los medicamentos, se los entregó a un policía y todavía no sabe si se los dieron a su hijo. 

Este no es el único problema de salud que se presenta. Varios de los "retenidos" tienen tuberculosis y el pasado fin de semana uno de los enfermos fue trasladado a una clínica porque su situación se agravó. 

Tanto es el desespero, que las madres optaron por impedir que sigan ingresando vehículos con detenidos. Este jueves obstaculizaron la entrada y dos buses que venían con personas de las cárceles de Itagüí y de Bellavista para diligencias en los juzgados, se tuvieron que devolver. Definitivamente la crisis carcelaria se está saliendo de madre.