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La autobiografía de Ingrid Betancourt se convierte en el libro más leído de Francia. Ahora viene su candidatura.

16 de abril de 2001

Ingrid Betancourt conquistó Francia. Los titulares de los artículos de prensa que sobre ella se publicaron la semana pasada lo dejan claro. Paris Match le dedicó seis páginas en un artículo titulado ‘La mujer en la mira’. El Nouvelle Observateur la llamó ‘La guerrera de los Andes’. El Figaro, ‘La Pasionaria de los Andes’. El periódico Liberación,‘ La heroína’. Otro, ‘Alicia en el país de las pesadillas’. Y así sucesivamente. Pocas veces un personaje colombiano había despertado tanta fascinación como la que produjo la senadora entre los franceses.

La razón de todo este entusiasmo es el lanzamiento de su libro, titulado La Rage au coeur, cuya traducción en español es La rabia del corazón. Originalmente el libro fue escrito en francés, idioma que Ingrid domina a la perfección pues toda su vida ha estado asociada a esta cultura. Sus estudios en Colombia fueron en el Liceo Francés Louis Pasteur; cuando pequeña su padre fue embajador ante la Unesco en París; posteriormente su madre fue nombrada funcionaria en la embajada colombiana en esa ciudad; sus estudios universitarios fueron en la prestigiosa universidad francesa Science Politiques. Y, como si algo faltara, su primer matrimonio fue con un diplomático francés y sus hijos nacieron allá.

Con todos estos antecedentes no es extraño que Ingrid pudiera escribir su autobiografía en francés sin traductor. Y lo sorprendente es que haya tenido tanto éxito en Francia. En la actualidad es el libro más vendido en todo el país, superando a todos los autores franceses y a las traducciones de todos los best sellers gringos. ¿Cómo logró esto Ingrid? Publicando una versión fascinante y heroica de su vida que la deja como la Juana de Arco de la guerra contra la corrupción y la droga y anunciando que se lanza a la Presidencia de la República.

Los medios de comunicación franceses no habían oído una historia más apasionante: según el libro Ingrid Betancourt fue una niña privilegiada que creció en París como hija de un embajador. Por su casa pasaban rutinariamente Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Miguel Angel Asturias, Fernando Botero y toda la intelectualidad latinoamericana. Era una niña burguesa, formal y estudiosa pero sin mayor conciencia social a pesar de que su madre era una benefactora de los niños pobres. Esa situación la pone en perspectiva histórica en los siguientes términos: “Hace doscientos años que un puñado de grandes familias no se interesan en lo más mínimo en el porvenir de los colombianos. Esas familias, y tengo la autoridad de decirlo porque yo misma formo parte de esos privilegiados, son descendientes de los conquistadores españoles que saquearon el país y hoy lo siguen saqueando”.

Agrega, sin embargo, que su padre le repetía una y otra vez: “Ingrid, tú le debes mucho a tu país, nunca olvides tu obligación de devolverle todo lo que éste te ha dado”. Ella creció sin pararle muchas bolas a estas palabras hasta que un día, en 1989, su vida dio un giro de 180 grados. Cuando se encontraba en la región del Loira no podía dormir, tuvo una corazonada y decidió llamar a su mamá. Esta le contestó en llanto: “Acaban de matar a Galán, acaban de matar a Galán”. El impacto emocional de su madre obedecía a que el caudillo había prácticamente muerto en sus brazos pues ella era una de las personas que lo acompañó en la ambulancia después del atentado.

En ese momento el destino de Ingrid cambió para siempre. La muerte de Luis Carlos Galán la hizo entender las palabras que siempre decía su padre y una voz interior la hizo sentir que tenía que recoger esas banderas de la lucha contra la corrupción, el clientelismo y el narcotráfico y dedicarle su vida a esa causa.

Su historia a partir de ese momento es descrita en el libro como una cruzada en una Colombia donde prácticamente todos los habitantes son malos menos ella. Esa lucha de David contra Goliath comienza con ella lanzándose a la Cámara de Representantes utilizando como símbolo de su campaña la repartición de condones en la calle. “La corrupción es el sida de nuestra sociedad. Protejámonos”, es el mensaje. Posteriormente se lanza al Senado, y consigue la votación más alta de todos los elegidos a esa corporación en el país. Ese ascenso político es logrado en contra de todos los poderes establecidos que sólo quieren atajarla.

No hay institución ni personaje que se salve del dedo señalador de la Juana de Arco colombiana. Los congresistas son narcotraficantes, los funcionarios son corruptos, los gobernantes son venales y así sucesivamente. Su lista de malos llega a incluir personajes inesperados, como el ex presidente Carlos Lleras Restrepo, a quien acusa de haber sacado del Ministerio de Educación a su padre, Gabriel Betancourt, porque no aceptó jalarle a la politiquería clientelista. Más sorprendente aún es que la viuda del ex presidente, Cecilia de la Fuente de Lleras, está también en la lista negra de Ingrid acusada de haberle robado a su madre, Yolanda Pulecio, la idea del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

Los prontuarios de algunos ‘malos’ tradicionales son llevados a dimensiones novelescas. A Ernesto Samper le atribuye complicidad con media docena de asesinatos, comenzando por el de la ‘Monita retrechera’. Del ex presidente del proceso 8.000 se refiere así: “Que Ernesto Samper, el amigo de mi madre, ese individuo superficial que nos hacía reír, fuera capaz de matar para mantenerse en el poder fue una sirena de alarma para mí”. Samper no era el único, según el libro, con licencia para matar. En esta misma categoría están Horacio Serpa y Fernando Botero, a quienes la autora involucra en una conspiración para evitar que el gobierno cayera a cualquier precio.

Su congénere Noemí Sanín tampoco sale bien librada. Textualmente la describe así: “Es una especie de caballo de Troya engendrado por la clase dirigente para mantenerse en el poder con un aspecto más agradable. Noemí es el rostro seductor que ese sistema corrupto va a tratar de venderle a los colombianos. Su responsabilidad es garantizar el mantenimiento del statu quo para perpetuar los privilegios de quienes la apoyan”.

Proporciones guardadas, al Presidente Andrés Pastrana no le fue tan mal. Sólo lo acusa de bruto y de tener un complejo frente a su hermano Juan Carlos, a quien califica de ‘brillante’.

Una constante en el libro y en todos los artículos de prensa es su valor al enfrentar diariamente amenazas de muerte. Ingrid registra dos intentos de asesinato hasta ahora desconocidos en el país. En uno es interceptada por unos sicarios pero la pericia de su conductor al frente de su carro blindado evita un desenlace fatal. En otra ocasión es notificada de que sus enemigos ya contrataron y pagaron al equipo de asesinos que tiene la misión de matarla.

¿Quiénes son esos enemigos? Ingrid no cita nombres pero da pistas. Son congresistas aliados con narcotraficantes. Todos los periódicos y revistas francesas describen cómo tiene siempre entre 10 y 12 escoltas que hacen turnos para protegerla 24 horas diarias.

La famosa entrevista de Ingrid con los hermanos Rodríguez Orejuela es despachada en forma muy breve y justificada como colaboración del cartel de Cali para acabar con Pablo Escobar.

Su vida personal también es mencionada. Afirma que es una mujer normal, que se ha casado dos veces y ha tenido otras relaciones pero que sus enemigos, como nunca han podido encontrarle nada, recurren a calumniar su honra para tratar de desprestigiarla. Como dato curioso en todo el libro no hay una sola referencia a Carlos Alonso Lucio, quien fue su compañero sentimental durante su época de ‘mosquetera’.

El lenguaje de Ingrid es a veces narcisista y mesiánico: “Detrás de esas organizaciones mafiosas poderosas está mi pueblo. Un pueblo valiente que lo único que quiere es salir de este engranaje infernal. Es por este pueblo que yo lucho. Siempre me han dicho que este esfuerzo era en vano. En 1989 el candidato a la Presidencia Luis Carlos Galán fue asesinado porque había jurado acabar con las mafias de este país. Yo soy su heredera en este combate. Es por eso que la mafia ha tratado de asesinarme dos veces. Soy consciente del peligro sobre mi vida pero asumo las consecuencias e iré hasta el final. Quiero instaurar en Colombia una democracia a la francesa”.

Con referencias tan amables al país anfitrión se entiende un poco más la inmensa popularidad de Ingrid Betancourt en Francia. Ni Indira Gandhi, ni Margaret Thatcher ni Corazón Aquino habían logrado conmover tanto a los intelectuales franceses como esta mujer que, para ellos, libra sola una guerra despiadada contra los carteles de la droga. “Lo que me lleva a continuar en esta lucha es la ingenuidad, la inocencia, la bondad y la generosidad de mi pueblo. Un pueblo que cayó en las garras de unos piratas que lo único que quieren es saquearlo”.

Varias publicaciones francesas le dan a la Betancourt la posibilidad de llegar a la Presidencia de la República. Ella, al respecto, afirma: “No tengo el apoyo de nadie salvo el del pueblo. No tengo un centavo y soy víctima de una conspiración del silencio por parte de los medios de comunicación de mi país. Pero a pesar de todo esto voy a llegar. Y voy a llegar a pesar de los políticos, esos que asesinaron a Luis Carlos Galán. A pesar de todos ellos voy a llegar”.

Los franceses siempre han tenido una particular veneración por Juana de Arco y consideran que pocas veces habían encontrado un personaje más parecido a ella que Ingrid. Como salió mucho en programas de televisión durante el lanzamiento de su libro se ha convertido en una figura reconocible en las calles parisienses. En algunos restaurantes le enviaron botellas de champaña de cortesía. Una señora en los Campos Elíseos le gritó ¡Madame Colombia! Muchos la felicitan o le piden autógrafos.

Donde el entusiasmo causó menos impacto fue en la colonia colombiana que vive en París. Nunca esa comunidad había visto tan mala prensa sobre el país. El embajador, Juan Camilo Restrepo, se tomó la molestia de enviar cartas a algunos de los medios que entrevistaban a Ingrid para tratar de aclarar que Colombia tenía muchos problemas pero que, además de Ingrid Betancourt, había otros ciudadanos honestos. “En Colombia la inmensa mayoría de la población y de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial están comprometidos en la lucha contra el narcotráfico”, señaló. Sobre la afirmación de la autora de que prácticamente todo el Congreso era narco el embajador envió una carta a la revista Elle, en la que anotaba: “Se trata no solamente de una inexactitud grave, sino de una afirmación injusta si se tiene en cuenta que proviene de un miembro del Senado colombiano”.

La verdad sea dicha, en Francia fueron mucho más taquilleras las denuncias de la senadora que las defensas del embajador. Atractiva, heroica y hablando francés sin una gota de acento, la Betancourt se llevó por delante al embajador, quien ha logrado llevar importantes misiones de inversionistas franceses al convencerlos, precisamente, de que Colombia es un país muy superior a su imagen internacional. Sin embargo la credibilidad de Ingrid Betancourt fue tan grande en los últimos 15 días que un medio tan prestigioso como el Nouvelle Observateur escribió de ella: “Si Bolívar hubiera podido escoger su sucesor hubiera escogido a Ingrid Betancourt”.

Conquistada Francia, Ingrid Betancourt enfrenta ahora un reto mucho más difícil: conquistar a Colombia. Acaba de tomar la decisión de lanzarse a la Presidencia de la República y afirma que no lo hace para posicionarse en una futura elección sino para ganar en la próxima. Su esperanza es que lo que ella denomina la “podredumbre del bipartidismo” haga que los colombianos busquen a una figura impoluta que, declarándole la guerra total a la corrupción, restaure la dignidad de la patria. Ella no duda que la Providencia la ha señalado para esa misión. Y aunque en círculos políticos tradicionales su candidatura es un chiste, ella piensa que lo mismo se decía de Hugo Chávez dos años antes de ganar. El tiempo dirá quién tiene la razón. Sin embargo, lo que es seguro desde ahora es que la candidatura de la Juana de Arco colombiana le dará un toque de color necesario al próximo debate presidencial.