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DEMOCRACIA

Juego de roles

Un debate original reveló cosas nuevas de los candidatos a la Alcaldía de Bogotá. Ahora son más visibles las diferencias entre sus propuestas.

22 de septiembre de 2003

Mucha gente sabe que las obras del escritor inglés J.R. Tolkien inspiraron los juegos de roles que hoy en día entretienen a millones de personas en el mundo. En ellos una persona asume el papel de un guerrero, de una princesa o de algún otro personaje, y toma decisiones en su lugar. Lo que nadie se había imaginado es que los candidatos a la Alcaldía de Bogotá terminaran jugando a lo mismo frente a millones de televidentes en directo. En el segundo debate organizado por Citytv, El Tiempo y SEMANA participaron Lucho Garzón, Juan Lozano y María Emma Mejía, los tres candidatos que las encuestas muestran como los más opcionados. Esa fue la regla que se puso desde antes de que se iniciara la campaña. También se estrenó un nuevo formato. Rodrigo Pardo, subdirector de El Tiempo; María Teresa Ronderos, editora general de SEMANA, y Darío Restrepo, director de Citytv, prepararon una serie de preguntas que cuestionó a los candidatos en sus puntos débiles y que permitió medirlos en situaciones reales de crisis.

El inicio del debate fue relajado. El moderador, Roberto Pombo, editor general de El Tiempo, les dio a los candidatos un par de minutos para presentarse. Después vino la primera pregunta, que terminó siendo una especie de aguijonazo. A cada candidato se le confrontó con una crítica que se ha percibido en su carácter y se le preguntó cómo la contrarrestaría de ganar las elecciones. Los tres aspirantes se sorprendieron, aunque se defendieron bien. Pero este recibimiento puso incómodo sobre todo a Garzón y les indicó a todos que este era un debate distinto y en el cual cualquier cosa podía pasar.

La segunda ronda de preguntas puso a hablar a Juan y a Lucho de sus compromisos políticos. Se les recordó que sus candidaturas están apoyadas por parlamentarios tradicionales con estructuras establecidas. Se les preguntó qué tanto juego le darían a esos congresistas si llegan a la Alcaldía. Ambos dijeron que ellos no tienen pactos ni acuerdos y que gobernarán para toda la ciudad y no para grupos políticos específicos. Cuando le tocó el turno a María Emma la pregunta fue distinta: le pidieron los nombres de los financiadores de su campaña. Contestó que tiene un crédito personal con el Banco Ganadero y que la apoyan un grupo de libreros, Cine Colombia, Davivienda y Seguros Bolívar. Ante esta respuesta el moderador les preguntó lo mismo a los otros dos candidatos. Lucho, lápiz en mano, hizo cuentas en voz alta: "Yo recibí 150 millones del Polo Democrático, 10 millones de la Librería Panamericana, 20 millones del Banco de Colombia y 10 millones de Pastas Doria". Luego Lozano dijo que él también tiene un crédito del Banco de Occidente y que lo apoyan económicamente las empresas del Grupo Bolívar y sus amigos de la universidad.

El 'reality'

Lo que siguió puso a los candidatos en examen de gestión. En el primer caso, que los puso a decidir qué harían ante la orden de un juez de desalojar de una propiedad privada a 800 personas, salieron diferencias tajantes. Lucho y María Emma resultaron más conciliadores y se definieron por buscar una salida negociada. Juan apareció más drástico en su convicción de acatar la ley a cualquier costo. Pero perdió fuerza cuando involucró en la solución a una larga lista de entidades del Distrito.

El segundo los puso a manejar un Concejo hostil y lograr la aprobación de un impuesto. María Emma fue la más práctica. Dijo que confrontaría a los concejales con la comunidad que se beneficiaría de los recursos del impuesto. Lozano, más abstracto, dijo que acudiría a la ciudadanía para convencer al Concejo. Y Lucho no resolvió el caso. Pero salió airoso al decir que cualquier alcalde que llegue a esa situación sería un pésimo administrador.

El tercer caso los puso a resolver el eterno problema de los vendedores ambulantes y los vecinos que se quejan. Aquí no hubo respuestas muy creativas: que concertarían, que activarían la Red de Solidaridad, el Dabs, el reentrenamiento de desempleados, etc.

En el resto del debate cada candidato dijo por qué se diferenciaba de los demás. Si bien María Emma había dicho que de no ser candidata apoyaría a Lucho, en esta ocasión se señalaron uno al otro sus diferencias. Garzón criticó que María Emma se presente como funcionaria pública de profesión y ella ripostó diciendo que esa es una opción de vida y que sus logros en el servicio público son mayores que los de los demás.

Ante la pregunta de cómo harán para evitar que grupos ilegales armados se tomen barrios a punta de extorsión y miedo, María Emma y Lucho hicieron énfasis en soluciones integrales de fuerza pública, participación de la gente e inversión social en zonas de alto riesgo. Lozano, en cambio, sacó a relucir su uribismo y contestó en la línea de la estrategia de seguridad democrática. Ninguno destacó el papel clave que ha desempeñado en la protección de la ciudad y el seguimiento de los problemas de seguridad que ha hecho el gobierno local.

En la pobreza ninguno se atrevió a comprometerse con una fecha para eliminar el hambre de los niños más pobres. Eso habla bien de ellos, pues no cayeron en facilismos demagógicos. Pero tampoco salieron ideas innovadoras.

En cuanto al modelo de ciudad, las diferencias fueron explícitas. Mientras Lozano ve a Bogotá como una ciudad que debe crecer, modificarse y modernizarse hacia adentro, Lucho y María Emma conciben una ciudad-región que debe expandirse y ampliar sus fronteras. Estos modelos parten de enunciados contrarios que exigen una política administrativa y de planeación igualmente distinta.

Al final, el gran aporte de este debate fue ayudarles a los electores de tres maneras: la primera es que ahora saben un poco más sobre quiénes financian a los candidatos y cómo piensan manejar sus respaldos políticos. La segunda, que le pudieron medir el aceite al carácter de los aspirantes y saber cómo resolverían problemas concretos. Lo tercero, quedaron planteadas diferencias entre sus opciones. Por eso puede decirse desde ya que la elección no será una escogencia entre candidatos. Será una decisión que comprometerá el futuro de Bogotá.

Falta el último debate, programado para tres días antes de las elecciones. Lozano ha dicho públicamente que no irá. Pero quién sabe qué pase de aquí a allá y si quien hoy puntea las encuestas corra el riesgo de perder por W.