Home

Nación

Artículo

JUEGOS DE GUERRA

En el episodio de Juanchaco no se sabe qué es más increíble, si la versión oficial o las especulaciones de los medios de comunicación.

14 de febrero de 1994

QUE LA CONSTRUCCION DE una escuelita de cuatro salones con baño y un puesto de salud de cuatro habitaciones también con baño, a un costo total de 100.000 dólares (más de 80 millones de pesos), fuera la explicación de semejante operativo militar, fue algo que desafió la credibilidad de todo el mundo. La llegada a las playas de Juanchaco, en la Costa Pacífica del departamento del Valle, de 150 soldados estadounidenses, dos buques de transporte de carga, un planchón, tres remolcadores, nueve helicópteros -cuatro Black Hawk y cinco Chinok-, 15 retroexcavadoras, 30 toneladas de arena negra llevadas hasta el campamento por soldados colombianos y 10 contenedores parecían demasiado movimiento para un par de obras que suelen hacerse en el país con media docena de obreros. La historia de esta novela comenzó el 15 de diciembre, luego de que la embajada de Estados Unidos, tras consultar con el Ministerio de Defensa colombiano, se decidiera a emitir un comunicado de prensa en el que expresaba que "unidades de ingeniería de las fuerzas militares de Estados Unidos, y personal del Gobierno colombiano, repararán carreteras de acceso y realizarán la construcción vertical de una escuela y de una clínica médica a 75 kilómetros al nordeste de Cali".
Pese a que el espíritu navideño, generalmente crédulo, invadía a todos los colombianos, la verdad es que fueron muy pocos los que dieron fe al comunicado. Por el contrario, fueron muchos los sorprendidos ante el repentino sentimiento altruista que parecía haber despertado en los estadounidenses. Como para empeorar las cosas, algunas declaraciones del Gobierno cólombiano sobre el asunto resultaron muy desafortunadas. Fue el caso de las del presidente César Gaviria, quien en medio del sopor de San Basilio de Palenque y acosado por un grupo de periodistas, llegó a afirmar que "si tiene que haber una vigilancia ciudadana ésta tiene que ir encaminada precisamente a que los militares estadounidenses hagan sus tareas cívicas y humanitarias, mas no operativos militares". El Presidente dejó así en manos de los dos mil habitantes de Juanchaco el control sobre las actividades de los gringos en esa zona, y dejó la impresión de tener él también dudas sobre el papel de los soldados extranjeros.
Pronto, a la falta de credibilidad de la versión oficial se sumó una cadena de rumores que, en lugar de aclarar la situación, contribuyeron a desinformar aún más a la opinión pública. Que venían a capturar a las cabezas del cartel de Cali; que venían a instalar un radar espía contra los aviones del narcotráfico en el aeropuerto que las autoridades colombianas construyen en bahía Málaga; que iban a asesorar a las Fuerzas Armadas colombianas en la lucha contraguerrilla; que iban a lanzar unos globos aerostáticos para ejercer vigilancia electrónica sobre los movimientos del cartel, etc. La osadía de los medios de comunicación fue tal que algunos llegaron a decir que los 150 uniformados venían con el propósito de construir un nuevo canal interoceánico ante la inminente entrega del canal de Panamá por parte de Estados Unidos al país centroamericano.
Y no es que algunas de estas versiones no puedan ser ciertas, en el sentido de que sea posible que los soldados extranjeros estén desarrollando alguna misión secreta. Pero la pregunta obvia es: si están haciendo algo secreto, ¿no era mejor que lo desarrollaran en medio de una operación también secreta, y no en medio del despliegue que recibió el desembarco en Juanchaco y las sospechas que por ello mismo despertó?
Otras versiones llegaron a considerar, inclusive, la posibilidad de que la llegada de los soldados a Juanchaco no fuera más que una venganza de Estados Unidos luego de la accidentada entrevista que sostuvieran en Washington el fiscal general de la Nación, Gustavo de Greiff, y la fiscal genera; de Estados Unidos, Janet Reno, a finales del año pasado (ver recuadro).
Pero, a pesar de tantas especulaciones, las evidencias demuestran que, contrario a lo que todo el mundo piensa, los soldados estadounidenses están en Juanchaco para construir esas obras civiles en las que nadie cree, en desarrollo del llamado Acuerdo de Asistencia para la Defensa Mutua, que es ley en Colombia desde 1952, y de un memorando firmado el 29 de octubre del año pasado por los gobiernos de Colombia y Estados Unidos. Este memorando, conocido por SEMANA, establece que "personal de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos se desplegará a Colombia para desarrollar varios proyectos de ingeniería a partir del 15 de diciembre de 1993 o aproximadamente a partir de esa fecha y hasta el 28 de febrero de 1994 o aproximadamente hasta esa fecha".
Este documento fue firmado varias semanas antes de la muerte de Pablo Escobar y de que, con ese hecho, todas las miradas de la prensa y las autoridades estadounidenses se centraran en el cartel de Cali. En consecuencia, cuando llegaron los soldados gringos fue imposible no relacionar su aparición unos cuantos kilómetros al noroccidente de la capital del Valle con las informaciones procedentes de Estados Unidos.
Una explicación mucho más coherente a la presencia de los l50 soldados extranjeros en bahía Málaga está en el hecho de que las Fuerzas Armadas de Estados Unidos realizan este tipo de operaciones no sólo con el número exacto de soldados necesarios para las obras civiles, sino con todo un ejército alterno de médicos especialistas, enfermeros, comunicadores, asistentes y hasta cocineros (ver recuadro). En el caso de Juanchaco, su presencia es mucho más justificable si se tiene en cuenta que, además de construir las dos obras civiles, han presupuestado la construcción de una carretera pavimentada de 12 kilómetros, que implica quizás mayores esfuerzos que la escuela y el puesto de salud.
La novela de los soldados, a los que muchos confundieron con marines, tiene un alto rating y amenaza con prolongarse por mucho tiempo. Los congresistas anuncian que citarán a sesiones extraordinarias y los precandidatos enfilan sus baterías contra el Gobierno. De suerté que todo parece indicar que esta historia se escribirá por capítulos y que falta aún mucho para que se escriba el último.

Testimonio de primera mano
EN MEDIO DE TANTAS ESPEculaciones, la cadena radial Caracol divulgó el testimonio de un periodista que fue invitado en su condición de familiar de militares colombianos a la base naval de bahía Málaga, donde se hospedan los soldados y especialistas estadounidenses. El periodista narró a Carlos Ruiz, editor político de la emisora, su impresión sobre lo que vio, y Ruiz se lo contó a los oyentes de Caracol, así:
"La verdad es que hay entre 250 y 300 estadounidenses en la base. De ellos, 170 son militares, pero no son infantes de Marina. Ellos dicen que son ingenieros del Ejército de Tierra de Estados Unidos y que se diferencian de los infantes de Marina porque son inteligentes y utilizan el cerebro y no la fuerza. En el grupo de 170 militares hay 20 mujeres que son profesionales en medicina, bacteriología, odontología y enfermería. Todos están trabajando atendiendo a los habitantes de la región. Ninguno de los militares se presenta armado públicamente. Los 170 militares son oficiales, suboficiales y soldados del Batallón de Ingenieros del Ejército de Tierra de Estados Unidos. Los otros son tripulantes de los cuatro buques en los que llegaron los militares. Los estadounidenses trajeron de todo: desde una puntilla hasta el asfalto con el que pavimentarán una carretera entre bahía Málaga y Juanchaco. Trajeron los camiones, las volquetas, las retroexcavadoras, todo el material que han mostrado en público y que se supone es lo único que han traído para obras de ingeniería. La verdad es que los militares ya comenzaron a construir una escuela, un puesto de salud y van a construir la vía bahía Málaga-Juanchaco, que tiene unos 12 kilómetros. La van a entregar totalmente pavimentada. Los militares están durmiendo en los barcos, pero tienen campamentos en tierra firme. Ellos pagan absolutamente todo. Ni siquiera el agua se les suministra porque ellos la traen (...) Hubo recientemente un roce porque, según las costumbres colombianas, los casinos no pueden ser visitados por los suboficiales. Se presentó el caso de unos suboficiales estadounidenses que pasaron al casino de los oficiales colombianos y esto disgustó mucho a los colombianos. Los estadounidenses no entendían por qué razón se les discriminaba, pero, después de que se les explicó la situación, ellos aceptaron la norma. Hubo otro problema: los pilotos de los helicópteros estadounidenses no sabían dónde aterrizar los aparatos. Varias veces aterrizaron cerca de las edificaciones y con el ventarrón dañaron tejados, tumbaron una puerta de un hangar y destruyeron varios arbolitos que estaban cultivando eon mucho esmero los colombianos; pero el asunto ya está superado. Los mismos gringos están reparando los daños...".

DE GREIFF VS RENO

DURANTE LA ULTIMA SEMAna de noviembre el fiscal general de la Nación. Gustavo de Greiff, se reunió en Washington con su colega estadounidense Janet Reno para concretar algunos aspectos relacionados con la forma como se está llevando a cabo la cooperación judicial entre los dos gobiernos. De Greiff, quien había asistido a un encuentro de funcionarios judiciales de varios países en Baltimore, aprovechó la ocasión para pasar por Washington y entrevistarse con la funcionaria.
Aunque desde un comienzo quedó claro que en la reunión se trataría lo relacionado con la cooperación judicial. De Greiff aprovechó la ocasión para plantear la posibilidad que existía en Colombia de que los principales jefes del cartel de Cali se sometieran a la justicia. Ante los cuestionamientos de Reno sobre ese tema, el Fiscal fue mucho más explícito. Dijo que la situación del cartel de Cali se podía resolver con un indulto a sus principales cabecillas.
La sorpresa de Reno fue mayúscula. Pensó que se trataba de un mal entendido originado en problemas de traducción. Por ello solicitó la intervención de un traductor. Perdón, doctor De Greiff; ¿entendí mal o usted me está hablando de indultar a los narcotraficantes de Cali?', dijo bastante alterada. El Fiscal insistió en su propuesta. Reno, descompuesta y furiosa, se levantó de la silla y dio por terminada la reunión.
Antes de salir del despacho, la Fiscal General de Estados Unidos le dijo a De Greiff que no entendía cómo se quejaba de la falta de cooperación por parte de Estados Unidos si en más de una ocasión ella misma le había entregado los números privados de su casa y de su oficina -que ella contesta personalmente- para que en el momento en que hubiera un problema con esa cooperación él se lo hiciera saber. " Y eso nunca ha sucedido ", concluyó la Reno.
Pero la accidentada reunión de De Greiff con Reno no fue el único momento difícil de la visita,del funcionario. En una entrevista emitida por el programa 60 minutos, una semana después de la muerte de Pablo Escobar, De Greiff dijo a los periodistas: "Si esto sigue así, no hay duda de que hay que considerar la legalización de las drogas". En este episodio la suerte no acompañó a De Greiff, puesto que la entrevista había sido grabada poco antes de la muerte de Escobar, pero su divulgación, fue posterior a la caida del capo, lo cual aumentó la incomprensión de las autoridades estadounidenses frente a las, declaraciones de De Greiff.
Estos dos hechos hicieron perder puntos al Fiscal ante Estados Unidos. Voceros autorizados de DEA, consultados por SEMANA, expresaron su desilusión con la actitud asumida por De Greiff en los últimos meses. "El Fiscal de Colombia ha dejado de ser nuestro aliado incondicional. Las relaciones de aquí en adelante no serán las mismas", dijo uno de ellos a SEMANA.