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JUEGOS PELIGROSOS

El aumento de la violencia escolar tiene en alerta amarilla a profesores y padres de familia.

20 de octubre de 1997

Las páginas de los periódicos, que ya no suelen escandalizarse por las masacres ni con las abultadas listas de muertos diarios, la semana pasada tuvieron un motivo unánime para sonrojarse y hacer alharaca. El escándalo no corrió esta vez por cuenta de las páginas judiciales ni de los habituales dramáticos reportes del convulsionado orden público. Lo que mantuvo conmovida a la opinión pública fueron dos noticias originadas en una fuente tradicionalmente pacífica: los colegios. Todo empezó con una nota pequeña en la prensa dominical en la cual se relataba el exótico episodio de una jovencita de secundaria apaleada inmisericordemente por cinco compañeros de uno de los establecimientos educativos más prestigiosos de Bogotá por un asunto de celos. Cuando la opinión pública comenzaba a olvidar el incidente como un hecho tal vez llamativo y morboso, pero en todo caso aislado, estalló otra bomba en las aulas. Todos los periódicos y noticieros de radio y televisión difundieron con el mayor despliegue el caso de Jorge Santos, un joven que le disparó a la oreja del rector de un colegio popular, supuestamente desesperado por el acoso sexual que el educador ejercía sobre él. Esta conjunción de hechos se convirtió de pronto en un campanazo que hizo volver la atención hacia las aulas y preguntarse si acaso la escalada de violencia del país terminó por posesionarse de ese ideal templo del saber, armónico y más allá del bien y del mal, que teóricamente debería ser la escuela.
Niños violentos
A pesar de lo notorios que han resultado los casos de los últimos días, no son los primeros y quizás tampoco los últimos. En 1988 los alumnos de dos colegios públicos de Medellín emprendieron una batalla campal entre ellos que prácticamente estuvo a punto de destruir ambos edificios. En Bello (Antioquia) hace tres años un grupo de estudiantes le echaron gasolina en el pelo a una compañera que no les simpatizaba y luego le prendieron fuego delante de todo el salón y de su atónita profesora. Hace un año un joven fue asesinado en medio de una clase por un sicario. A principios de 1997, en otro colegio de Bogotá, un estudiante de séptimo grado mató a un compañero suyo con un arma de fuego calibre 32 con la que estaba jugando. Y en muchos planteles de Ciudad Bolívar se ha hecho común la práctica de requisar a los alumnos y desarmarlos antes de que ingresen a las aulas. Colegios de clase alta también se han visto obligados a requisar a sus alumnos y varios han llegado a reunir un variado arsenal con las armas decomisadas a los estudiantes. Además, son centenares los casos de profesores amenazados, quienes con frases como "Lárgate negro h.p.", "Si pierdo te mato", "A dictar clase al cementerio", han debido abandonar sus puestos por el simple pecado de haber rajado a sus estudiantes. Aunque estos son los casos extremos, muchos colegios de estratos altos también han empezado a ver con preocupación nuevas modalidades de juegos y prácticas con una gran carga de agresividad. Uno de ellos es el del 'secuestro'. Este consiste en que un grupo de muchachos le paga a otro para que 'secuestre' a un compañero por el cual no sienten simpatía y lo lleve a un lugar apartado, donde los primeros lo puedan golpear a gusto y a escondidas de sus maestros. Otro es 'el fútbol castigado', una modalidad de juego grupal en el que el que quien pierde es pateado hasta el cansancio por sus compañeros. También se ha dado el caso de 'boleteos', como el que sucedió en un colegio de niñas de clase alta dirigido por religiosas, donde se desató un verdadero alud de boletas intimidatorias de algunas alumnas contra sus compañeras y profesores llenas de amenazas como "Cambie si no quiere que la mate", "La odio. Le va a pesar lo que hace".
La escuela, un espejo
El paralelo con las prácticas violentas de la realidad nacional no deja de ser escalofriante. Aunque no puede decirse que se repite con la misma intensidad en todas las aulas de Colombia, la mayoría de los educadores, sicólogos y sociólogos consultados por SEMANA están de acuerdo con que el nivel de agresividad en la escuela sí ha crecido sustancialmente durante los últimos años. Según Rodrigo Parra, autor del libro La escuela violenta, a la violencia tradicional que ejercía el maestro con sus alumnos en el antiguo sistema de 'la letra con sangre entra' han venido a sumársele otras variables. Estas son, por ejemplo, la de la violencia de los alumnos contra los profesores, la violencia entre alumnos y la violencia entre profesores. Esta violencia no sólo es física sino también verbal y sicológica. "No se trata sólo de estos casos extremos _dice la sicóloga María Clara Arboleda, quien trabaja con varios colegios bogotanos_. Lo que uno nota es que los alumnos cada vez están más inquietos, se pegan, se tratan mal, se burlan unos de otros". Esta situación se repite en otros colegios, al punto que muchos de estos establecimientos han empezado a reunirse para analizar este fenómeno que les empieza a preocupar. La pregunta es si se trata de un tipo de agresividad inherente a los grupos de niños y adolescentes en crecimiento, un fenómeno que ha existido toda la vida, o si hay una nueva modalidad y exacerbamiento relacionado con la violencia nacional. Para muchos esta respuesta es afirmativa. Luis Fernando Escobar, coordinador del programa de educación del Cinep, afirma: "La violencia llegó a la escuela porque el medio en que nos desarrollamos es violento. Cuando la sociedad muestra que la violencia es un medio legítimo para solucionar conflictos no se le puede pedir a un joven que no acuda a ella". A la violencia de siempre, a la que se expresaba a puñetazo limpio en la juventud de los 60, se le agrega ahora la circunstancia de realizarse en una sociedad armada. Los niños que crecen en medios muy violentos como en las zonas de conflicto, en las comunas nororientales de Medellín o en Ciudad Bolívar, están rodeados de adultos armados hasta los dientes. Lo mismo sucede en las clases altas. Como dice Leopoldo González, rector del Gimnasio Moderno: "Los niños de altos estratos están también muy familiarizados con las armas: las ven en sus casas, en sus guardaespaldas, en los de sus amigos". Ni los unos ni los otros tienen la necesidad de comprarse armas: éstas están en su casa o pertenecen a los adultos que los rodean.

TIRANIA VS LIBERTINAJE
Ante estas circunstancias es obvio que el sistema educativo no puede cerrar los ojos. Segun el sociólogo Parra la educación deberia crear una pedagogia alternativa que permitiera formar individuos capaces de darle respuestas positivas a la violencia de su entorno. Sin embargo esto no esta sucediendo. Por un lado sigue habiendo un tipo de escuela demasiado jerarquico que no esta dando espacio al dialogo, a la concertación y a una manera racional de resolver los conflictos, como lo asegura Parra. Pero en el otro extremo de la balanza estan nuevas formas pedagógicas que han relajado demasiado las funciones de los profesores. Segun la sicóloga Arboleda, "a los profesores se les esta olvidando su funcion. Esta bien que se hayan vuelto amigos de sus alumnos pero no deben olvidar que tambien deben marcarles limites". Lo mismo piensa Leopoldo Gonzalez. Para el, "la autoridad se desdibujó. Esta es una juventud que no tiene horario
no tiene limites de consumo ni de riesgo, como se demuestra en los peligrosos deportes de moda ".
Estos dos extremos son peligrosos y no estan permitiendo que los jóvenes aprendan a dialogar y a resolver de formas diferentes sus problemas internos, lo cual debería ser una de las metas prioritarias de la educación en un país con el historial de violencia de Colombia. Maria Isabel Casas, directora del colegio Tilata, insiste en que "a los niños hay que enseñarles a vivir las diferencias, a ser tolerantes, a participar. Mas que repetir discursos gastados hay que crear espacios para que aprendan a convivir". El problema, según Escobar, es que "el colombiano es educado en la diferencia y la discriminacion. El niño crece escuchando frase como no se la deje montar de nadie, defienda lo que es suyo, ofaja mataran a esas personas".
Un elemento que no debe olvidarse es que la responsabilidad de esta situación no es solamente de los colegios. La familia es otro nucleo definitivo en la formación de estos valores y su papel ahora esta en crisis. Como dice la sicóloga Annie de Acevedo, del Colegio Nueva Granada: "Muchos padres les dan a sus hijos todo lo que piden buscando compensar el tiempo que no les dedican. Eso hace que ellos no aprendan a manejar la frustracion y frente a los obstaculos reaccionen con agresividad y violencia".
Otro factor importante es que el comportamiento de los niños y los jóvenes es casi siempre un reflejo de los modelos que han encontrado en la sociedad y en la familia. El problema es que, como lo dice la sicóloga Juanita Gempeler, "los jóvenes cada vez encuentran menos figuras adultas con quienes identificarse y, al contrario, ven que sus padres no tienen patrones claros de conducta, que evaden sus responsabilidades, que dicen mentiras".
Todos estos factores colocan a los jóvenes en un piso movedizo, al que se le agrega no pocas veces el detonante de las drogas y el alcohol. El resultado es una juventud que cada vez tiene menos de donde agarrarse y que se ve envuelta en el interior de la escuela precisamente por aquella espiral de violencia de la que esta debería protegerlo y para la que debería darle herramientas.
Sin embargo la solución no esta solamente en manos de los profesores. Como dice el rector del Gimnasio Campestre, Jose Bernardo Londono: "A los colegios no nos pueden dejar solos". A el se suma el rector del Gimnasio Moderno, quien añade: "Se necesita de un gran acuerdo entre la familia, los centros educativos y los medios de comunicacion para bajarle el volumen a esta situación ".

AUTOEDUCACION
Para enfrentar esta situación hay dos figuras nuevas en el panorama escolar que, aunque todavía no han demostrado todas sus bondades, sin duda son prometedoras iniciativas. Se trata de los personeros estudiantiles y de los manuales de convivencia. Los primeros son ciertos jóvenes de ultimo grado elegidos por sus compañeros como negociadores neutros en cada uno de los conflictos de la vida escolar. Los manuales de convivencia, por su parte, tratan de reemplazar los antiguos reglamentos de los colegios por un documento redactado en comun por los alumnos, los profesores y los padres de familia. La idea es que las reglas ya no deben llegar del cielo, de una autoridad omnipotente y cerrada a la realidad, sino que para lograr una coexistencia pacifica los padres, los alumnos y los profesores pueden crear sus propias reglas y comprometerse a cumplirlas. Para Luciano Carro, el impulsor de esta idea: "El reclamento escolar y los conductos regulares son violentos. Y como esta antigua carreta ya no sirve es preferible cambiar las normas por criterios calidos creados entre todos". Adicionalmente, muchos colegios estan uniendo esfuerzos para trabajar conjuntamente mediante talleres de convivencia realizados por los alumnos, talleres de padres y de profesores, a traves de los cuales tratan de buscarle al problema soluciones que consulten las inquietudes y necesidades de todos los involucrados .
A primera vista estas soluciones pueden sonar utópicas, pero lo cierto es que, aunque no han comenzado a andar con toda su potencia estan dando en el clavo de la crisis actual del sistema educativo: la necesidad de formar individuos capaces de resolver civilizadamente sus conflictos. Una necesidad que, despues de los episodios de la semana pasada, es cada día mas evidente si se quiere parar esta impredecible bola de nieve de la violencia escolar que nadie sabe hasta dónde podría llegar.

QUE HACER
Frente al aumento de la violencia estudiantil los expertos recomiendan:
* Los comportamientos de los padres y maestros son el modelo que siguen niños y jovenes. Observe que le esta ensenando a sus hijos.
* Los niños necasitan tener normas y limites dentro de los cuales moverse. De mucho amor, pero con firmeza.
* Ayude a sus hijos a reflexionar sobre sus errores
* No patrocine el consumo de alcohol antes de los 18 años
* No sobregratifique a sus hijos con cosas. Ellos necesitan tener sueños y aprender a luchar por ellos.
* Tenga en cuenta cualquier cambio de comportarniento. Siempre es muestra de algo.