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Julito tiene la palabra

Julio Sánchez Cristo se ha convertido en la voz de la clase dirigente colombiana., 49447

19 de febrero de 2002

El domingo 10 de febrero la columna de Roberto Posada en El Tiempo tenía el título ‘Segunda vuelta o Julito’. La tesis de D’Artagnan era que Julio Sánchez Cristo, en su afán de elegir a Alvaro Uribe presidente en la primera vuelta, se había convertido en un factor de desestabilidad institucional. El lunes Horacio Serpa, al ser interrogado en una entrevista sobre las deserciones de su campaña, contestó: “No son tantas ni tan graves como cree Julito Sánchez”. El martes la noticia del día era el botafuego de Juan Hernández contra D’Artagnan y Carlos Lemos en entrevista en La FM después de su nombramiento como secretario privado del Presidente. Estos son tres días comunes en el programa radial de Julio Sánchez, La FM. Y esto para no mencionar que días antes Sánchez Cristo había logrado una casi imposible entrevista de 20 minutos con el ex presidente Bill Clinton.

‘Julito’ se ha convertido en una referencia obligatoria de la clase dirigente colombiana. Para su audiencia sus comentarios son la última palabra sobre la actualidad. Originalmente se trataba de oyentes que para distraerse de la dura realidad nacional se relajaban escuchando la voz seductora y los comentarios sobre música, cine y farándula del mayor exponente del periodismo light en Colombia.

Hoy todo eso ha cambiado bastante. Julio Sánchez mantiene su voz y no ha dejado de ser light. Pero a este estilo tradicional se ha agregado un periodismo de opinión que día a día está marcando la pauta en los sectores donde se toman las decisiones importantes en el país. En esa franja ‘Julito’ ejerce un control sobre su audiencia poco común en los atomizados medios de comunicación de hoy. Sobre todo en la radio, cuya función tradicional ha sido más informar que opinar.

Esa audiencia es calificada. Se concentra en la clase alta de las principales ciudades, donde Sánchez le gana por amplio margen a sus competidores por promedios de tres a uno. Pero su sintonía se ha ido extendiendo y, a pesar de la naturaleza elitista del programa, en el cual se habla tanto en inglés como en español, ha conquistado sectores entre la clase media. En sintonía total La FM está muy por debajo de las cadenas básicas de RCN y Caracol, que cubren todo el país y todos los estratos. Pero el solo hecho de que una emisora de FM haya llegado a ser comparada con estos monstruos demuestra la dimensión de este fenómeno.

Y tal vez lo más sorprendente es que la voz con que despiertan todas las mañanas sus oyentes se origina buena parte del tiempo desde Miami. El programa tiene dos sedes principales: una en esa ciudad y la otra en Bogotá. Sánchez conduce todas las mañanas una conversación intercontinental, con múltiples corresponsales en varias ciudades, que muchas veces deja la impresión de que todo el grupo se encuentra en la misma cabina. Bien sea que esté en Bogotá, en Miami o viajando, sus diálogos con Alberto Casas suenan como un desayuno de dos amigos en la misma mesa, aunque con frecuencia están a 1.000 ó 2.000 kilómetros de distancia.

La dupleta Sánchez-Casas es la columna vertebral del programa. El popular ex ministro conservador es el complemento perfecto para ‘Julito’. Quince años mayor que su jefe, Casas es el polo a tierra del periodismo apasionado de Sánchez Cristo.

Porque apasionado sin duda lo es. Ninguno de los críticos de La FM, que son muchos, lo considera neutral. En términos de estereotipos lo encasillan como ‘conspiretas’, gavirista, anticongreso, antisamperista y antiserpista. De esos calificativos algunos son reales y otros exagerados. El más válido es el cargo de perseguidor del Congreso. Sánchez se convierte en un inquisidor implacable que considera todo viaje turismo parlamentario, toda partida un auxilio y todo puesto una expresión clientelista. Su dureza con el Legislativo es a veces desproporcionada. Pero como la mayoría de los colombianos comparten esta posición con la misma intensidad sus cruzadas contra las ‘martacatalinas’ lo han erigido en un paladín de la moral.

Más controversia suscitan los cargos que se le hacen de parcialidad política. Sánchez Cristo fue antisamperista furibundo en los días del proceso 8.000 y la única causa política que reconoce como propia fue el galanismo en su juventud. De ahí en adelante él se considera neutral. A pesar de su reputación de jefe de debate de Alvaro Uribe, en lo personal es igual de amigo de éste que de Serpa y de los otros candidatos. Con excepción de Noemí Sanín, todos los aspirantes a la Presidencia consideran que han sido muy bien tratados por él. Sin embargo, como sus oyentes son evidentemente uribistas y antiserpistas, el tono del diálogo en el programa muchas veces refleja esas preferencias.

Alberto Casas, quien conoce por dentro el mundo de la política, con frecuencia trata de centrarlo, particularmente en sus excesos contra el Congreso. Ese tira y afloje le fascina a los radioescuchas, quienes a veces no se dan cuenta de que es un diálogo entre dos personas que no siempre están en el mismo país. Recientemente se ha sumado a la tertulia Juan Carlos Iragorri desde Madrid y, a pesar de no tener antecedentes radiales, ha demostrado estar a la altura de sus dos compañeros. El otro integrante es Gustavo Gómez, quien es un apoyo de mucho calibre aunque los oyentes por lo general no lo identifican y lo confunden con su jefe.

Julio, quien aprendió de radio al lado de Yamid Amat, ha modernizado el tradicional programa de opinión de la mañana que éste impuso en Colombia. Tal vez su principal contribución es la línea abierta. Esta lo ha convertido más que en una estrella de la radio en el mejor amigo de su audiencia. Amas de casa, ejecutivos, desempleados y hasta taxistas esperan fácilmente 30 ó 40 minutos para oír la voz de ‘Julito’, su compañero de tantas madrugadas en los últimos años.

Como dato curioso, fueron Julio y Alberto Casas quienes produjeron la legislación que hoy los tiene al aire. Hace 12 años, durante el gobierno de César Gaviria, estaba prohibido que las emisoras de FM tuvieran contenido noticioso. Julio convenció al entonces presidente de la conveniencia de modificar esa norma y Casas, como ministro de Comunicaciones, firmó la resolución. Con esa luz verde se convirtió en el pionero de los programas de opinión en la frecuencia modulada con el programa de Caracol Viva FM.

Fue ahí cuando nació la línea abierta. En su segundo programa le abrió los micrófonos al tema del suicidio. Un hombre llamó espontáneamente y comunicó al aire que había tomado la decisión de quitarse la vida. Julio inmediatamente manejó el problema como un sicólogo profesional y los oyentes se sorprendieron al escuchar en vivo y en directo un drama de la vida real, en el cual un suicida era convencido por un locutor de que la vida aún tenía sentido. Los pocos que lo oyeron volvieron esa entrevis