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La batalla decisiva

Paramilitares y guerrilleros se enfrentan a muerte en el Putumayo por el control del área donde el Plan Colombia diseñó su primer escenario para erradicar la coca., 43911

6 de noviembre de 2000

Aura de Gómez, una robusta mujer de 46 años, toma en sus manos seis marchitos maracuyás y exclama: “Virgen Santísima, son los últimos que quedan”. El sonido de sus palabras corta el sepulcral silencio de la plaza de mercado de Puerto Asís, Putumayo. Otra vendedora que ni siquiera tiene ganas de quitar el polvo de sus estantes vacíos pregunta: “¿Será que nos quieren matar de hambre?”. Nadie responde. Sólo se escucha el zumbido de las moscas.

El miércoles 4 de octubre se agotaron las frutas y verduras. Al día siguiente se habían esfumado las reservas de sal, azúcar y aceite. Algo similar sucedió en Puerto Caicedo, Orito, La Hormiga, San Miguel y Puerto Leguízamo, todos municipios del bajo Putumayo.

El paro armado de las Farc anunciado el 20 de septiembre empezaba a tener efectos devastadores. “Esta vaina va para largo”, le respondió un joven guerrillero a un campesino que se atrevió a preguntarle cuándo se normalizaría la situación. No le dijo más. Aunque después les explicó a los enviados de SEMANA: “Estamos en capacidad de mantenerlo hasta el 29 de octubre, el día de las elecciones”.

La estrategia de las Farc es sencilla. Les bastó hacer correr un rumor: “Nadie puede moverse”. La frase caló primero en los transportistas de carretera, luego en los dueños de las embarcaciones y finalmente hasta en los propietarios de motos de pequeño cilindraje. La semana pasada hubo tres conductores que intentaron hacer la ruta Puerto Asís-La Hormiga. Sus vehículos fueron incinerados con gasolina.

Ha sido un paro armado sin balas. La munición se reservó para los combates que libran con los paramilitares en La Dorada, población adyacente a La Hormiga. Los ‘paras’ llegaron allí el viernes 29 de septiembre. Iban con un encapuchado. Sacaron a varias personas y las formaron en fila. El anónimo señaló a unos hombres. Los llevaron a un lado. Los mataron con un disparo en el rostro.

“¿Que somos bárbaros? Eso es un concepto que no entro a discutir. Para mí lo importante es que todos los muertos son miembros o auxiliadores de las guerrillas”, le dijo a SEMANA el comandante general de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en el Putumayo y quien se hace llamar ‘Halcón’. Ni por un segundo él se cuestiona tomarse la justicia por mano propia.

Sus argumentos coinciden con los del comandante del frente 48 de las Farc, ‘Martín Corena’. Ambos dicen que los días por venir serán más difíciles aún. ¿Por qué? Sencillo, lo que está en juego es mucho: los municipios de la región del bajo Putumayo concentran el 96 por ciento de los cultivos de coca del departamento (54.555 hectáreas de un total de 56.800). A su vez, en el Putumayo está más del 50 por ciento de la superficie de cultivos de coca del país, según informa un Análisis Regional elaborado por el Observatorio de Derechos Humanos de la Vicepresidencia de la República.

En otras palabras, si el Plan Colombia lograra erradicar los cultivos de coca del Putumayo, tendría cumplida la tarea que se ha propuesto. Por eso es una zona tan estratégica del Plan y por eso mismo, los actores armados han empezado a ganar posiciones. “No hay duda de que por parte de los paramilitares y de las Farc hay una clara política de militarizar y de pelear la zona. Lo grave, lo triste, es la acción que la Fuerza Pública y las autoridades civiles han tomado”, advierte Anders Kompass, alto comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, al criticar el abandono y la desidia estatal en este departamento.



Movimientos claves

Los paramilitares realizaron la masacre de La Dorada para buscar abrir corredores y empezar a controlar las zonas rurales, pues se sienten fuertes en los cascos urbanos de San Miguel, La Hormiga, Orito y Puerto Asís. Lo han hecho a punta de terror. Basta recordar la incursión de 150 integrantes de las AUC el 9 de enero de 1999 en la inspección de El Tigre, Valle del Guamuez (La Hormiga) cuando ejecutaron a 26 personas, desaparecieron a 14 y quemaron sus viviendas y enseres. Así plantean su estrategia.

La movida de la guerrilla fue el paro armado. La orden llegó desde la zona de distensión y, como lo sostienen los guerrilleros aquí estacionados, la estrategia a seguir fue elaborada por el comandante del grupo insurgente ‘Joaquín Gómez’, jefe del Bloque Sur que se conoce la región como la palma de su mano.

Los guerrilleros le informaron de sus planes al alcalde de un municipio putumayense, e incluso le advirtieron que su objetivo era más ambicioso pues en el corto plazo tenían la intención de bloquear además de Putumayo, a los departamentos de Caquetá, Cauca y Nariño.

Los primeros brotes de este bloqueo se empezaron a sentir en Pasto y sus poblaciones aledañas que cuelgan como pesebres de las verdes montañas. “Llevamos tres días aquí y no podemos ir a Putumayo”, dijo con voz cansada en la terminal de transportes de la capital de Nariño, Gladys Arellano. Su situación era similar a otros 150 viajeros que estaban allí expectantes.

“La preocupación aquí en Pasto es alta. Tenga en cuenta que, por ejemplo, a diario salen 22.000 litros de leche en un camión cisterna para Bogotá. Y aquí ya llegó el rumor de que la guerrilla va a bloquear la vía Panamericana”, explica Carlos Gavilanes, funcionario del Plante en esta ciudad.

Además de la orden de inmovilización, los guerrilleros libran combates con los paramilitares, y ahora han comenzado a atacar en un tercer frente: volar el oleoducto Transandino. Ya van seis atentados. “Los técnicos no han podido acercarse a los sitios afectados. Por eso, la producción está parada”, dijo un funcionario de Ecopetrol.

Aunque la producción en los campos de Orito es pequeña, los atentados sí provocaron una crítica situación en Ecuador ya que este país transporta su crudo por el ducto San Miguel-Orito-Tumaco que atraviesa territorio colombiano. Las voladuras con dinamita y tiros de fusil le han costado al vecino país pérdidas de 33,7 millones de dólares en sus exportaciones petroleras. Un golpe a la economía ecuatoriana que vive principalmente de las divisas del crudo.

Pero además el efecto dominó de lo que ocurre en Putumayo ha llevado a 300 colombianos a buscar refugio en Ecuador. Unos huyen de los combates entre paramilitares y guerrilleros. Otros temen que el paro armado no se solucione pronto y queden atrapados por el hambre.



¿Que hacer?

Varios habitantes consultados por SEMANA afirmaron que el Estado debe moverse en dos frentes para tratar de solucionar este conflicto. De un lado debe poner recursos técnicos para abastecer de alimentos a los cascos urbanos de las ciudades afectadas. “Una cosa urgente es que nos manden el avión Hércules porque de lo contrario esto puede estallar”, advierte el alcalde de Puerto Asís, Manuel Alcalde Restrepo.

También señalan que el Estado debe imponerse militarmente. El coronel Gabriel Ramón Díaz Ortiz, comandante de la Vigésima Cuarta Brigada, cree que no hay tiempo que perder y por eso, él mismo montó su campo de operaciones en La Hormiga. Su parte de guerra muestra bajas de los paramilitares y los guerrilleros. “Para nosotros aquí ambos son igual de bandoleros”, dice un oficial escuetamente en la base de la Brigada donde estos días se vive un ritmo frenético. Y muestra, con documentos en mano, sus resultados: “Sólo en este año les hemos incautado a los narcotraficantes de ambos bandos 661.981 galones de líquidos para procesar la coca y 129.950 galones de insumos sólidos”.

La situación no es sencilla porque tanto guerrilleros como ‘paras’ les llevan ventaja en el conocimiento del terreno. Los combatientes del frente 32 se muestran seguros con la experiencia de haber llegado aquí a principio de los 80 en los tiempos dorados de la economía petrolera y el auge de la colonización.

Mientras que, según un oficial del Ejército, los paramilitares llegaron en 1987 y crearon una base de operaciones en inmediaciones del río San Miguel en terrenos de Gonzalo Rodríguez Gacha. Su poder mermó entre el 92 y el 97. Pero ese año llegaron nuevos paramilitares desde Urabá. “Porque aquí está la columna vertebral de las finanzas de las Farc, dice el comandante ‘Halcón’. Nosotros aceptamos que controlamos territorios con coca, pero sólo el 10 por ciento. Por eso, para nosotros el Plan Colombia es bienvenido”, sostiene. La pelea es intensa. Nadie sabe el número de muertos. Se habla de 40 cuerpos que yacen en la maraña de la selva.

Para las Farc, el número de bajas es el sacrificio en busca de un doble objetivo: “Fortalecernos ante el Plan Colombia y por ahora, hacer cumplir la exigencia innegociable de que el gobierno les ponga coto a los grupos paramilitares que han sembrado el terror aquí en el sur. Si no lo hace el paro no se levantará”, advierte uno de sus milicianos.

Entre tanto, la población aguanta, impotente. Las embarcaciones duermen en las orillas de los ríos. Los carros permanecen estacionados en los solares. La quietud parece reinar en Putumayo pero no es así porque a ritmo escandaloso suben los precios. El martes una caja de 36 huevos valía 3.500 pesos. Al día siguiente subió a 7.000.

Lo otro que sube frenéticamente es la cifra de asesinatos. Anders Kompass resumen la situación en una frase literaria: “Lo que estamos mirando ahora es una crónica de una muerte anunciada”. Las estadísticas son igual de contundentes. Entre el 96 y el 99 se pasó de 113 muertes violentas en el bajo Putumayo a 313. La tasa de homicidios de Puerto Asís es de 278 por 100.000 habitantes, cuando el promedio nacional es de 59 por 100.000 y un país violento como Estados Unidos tiene una tasa de ocho por 100.000. Y lo más preocupante es que los bandos enfrentados anuncian que su guerra hasta ahora comienza.